Intriga al estilo germano, para incondicionales del género muy castigados.
A medio camino entre el suspense y el drama, esta coproducción entre Alemania y Luxemburgo nos plantea una curiosa manera de entender el género de intriga mezclando cierto tono psicotrópico con una especie de denuncia de las grandes corporaciones internacionales, las fusiones y los laboratorios faltos de escrúpulos. Intuyo que entre tanto bosque, tanto árbol y tanta seta, hay un intento de proponer una crítica sobre cómo nos hemos alejado de la naturaleza para convertirnos en urbanitas atroces que viven en tiempo prestado y siempre corriendo de un lado a otro, de un negocio a otro, movidos esencialmente por el ansia de triunfo y de dinero. Y no le pongo pegas al intento, salvo la de que tiene un tono muy denso, muy fustigante, visualmente bello en sus paisajes, pero con una belleza fría, distante, como los propios personajes, con los que ciertamente me cuesta mucho empatizar. Y eso que el protagonista lo es a un nivel de protagonismo absolutista, sin gran respaldo de personajes secundarios más allá de la episódica e intermitente aparición del gran Jürgen Prochnow, que imagino es el anzuelo que pretende reclutarnos para subirnos a este barco.
Tal como he dicho, la película tiene una buena presentación visual. Pero es fría. Distante. Y en algunos momentos innecesariamente elíptica en sus planteamientos y esquiva en sus conclusiones. El manejo de imágenes-símbolo puede tener su interés, pero la aparición del lobo me parece demasiado obvia e innecesariamente rebuscada en un final que se me antoja precipitado y de resolución poco clara en lo referido al personaje de Prochnow. No quiero decir más, porque sería destripar el desenlace, pero después de tan críptico desarrollo de la trama, ese final me produce la sensación que ya había tenido durante el resto del metraje: que el director parece como avergonzado o tiene reparos en hacer simplemente una película de género y le busca tantos pies como puede al gato para adornar su trabajo de tono más reflexivo y con pinceladas filosóficas.
Un ejemplo de la frialdad de la que hablo es el momento en que el protagonista resuelve el tema del gato. Te quedas más bien frío, lo mismo que cuando lo vemos encontrarse con su esposa y resolver ese otro conflicto con su nueva pareja. Aparentemente está en un estado de tensión creciente, perdiendo los papeles, como suele decirse, pero el espectador no participa de su viaje de autoexploración y autoinmolación, ni de esa supuesta toma de conciencia por la vía del psicotrópico.
Para que quede más claro, parece comenzar en un camino que podría conducir a planteamientos argumentales cercanos a The Game, de David Fincher, al menos en lo que se refiere al laberinto en el que paulatinamente vemos que se va metiendo el protagonista, pero luego parece decantarse por un relato de enigma en el que acaban encajando con dificultad esas pinceladas finales que hacen pensar en la subtrama de la fusión propiamente dicha, y en la conspiración que acaba siendo un recurso algo manido para salir de una situación imposible desde el punto de vista de resolución del conflicto del protagonista.
Y todo eso con setas psicotrópicas y algún que otro asesinato para condimentar psicotrópicamente la propuesta sin que en ningún momento haya conseguido yo meterme en el laberinto por el que camina el protagonista.
Miguel Juan Payán
COMENTA CON TU CUENTA DE FACEBOOK
