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sábado, abril 20, 2024
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La cuarta fase **

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El cine de terror busca nuevas fórmulas para ganarse el respeto de un espectador que desistió hace tiempo de los manidos tópicos que desde siempre ha manejado el género. No debe de ser fácil hacer buenas películas de terror, si nos atenemos a la proporción entre las cintas estrenadas y las que merecen realmente la pena, por no hablar de las poquísimas que perduran, que se manifiestan inmunes al paso del tiempo. Es tan triste como cierto: las actuales películas de terror son, en su mayor parte, horrendas.

Y como los esquemas trillados desde hace décadas fracasan, es lógico que los cineastas busquen la novedad, la que les aparte de la agotada línea estilística y argumental. En los últimos tiempos, esa novedad que ha logrado que las películas que la presentan se revelen como distintas y hasta exitosas, ha sido la simbiosis entre ficción y realidad, a través de grabaciones supuestamente reales que nos sirven de vehículo narrativo. Todo empezó, recordémoslo, allá por 1980 con Holocausto Caníbal, aquella salvajada que logró una enorme repercusión y que jugaba con la ambigüedad a la hora de referirse a la supuesta verosimilitud de las imágenes que mostraban la carnicería de unos indígenas contra unos exploradores. Ese recurso de la cámara en mano durmió el sueño de los justos hasta que en 1999 dos jóvenes revolucionaron el márketing cinematográfico con su viral y exitosa campaña de su película El Proyecto de la Bruja de Blair, una modestísima producción que logró suculentos beneficios y que mostraba la grabación (otra vez supuestamente vendida como original) de un grupo de chicos que se enfrentaba a un trágico destino en una excursión por un bosque.

Cierto es que en los últimos años títulos como [REC] y Monstruoso han usado esa baza de la cámara en mano, buscando la verosimilitud y logrando, en el caso de la película española, jugosos dividendos. Pero la que realmente siguió la senda de El Proyecto de la Bruja de Blair fue la reciente Paranormal Activity. En ambos casos, la novedad estilística no justificaba el visionado, ya que esas imágenes supuestamente grabadas por los propios protagonistas resultaban tan plomizas como inocuas, aunque ambas producciones contaban con una meritoria última escena que realmente ponía los pelos de punta. Pero ni siquiera ese terrorífico desenlace era lo que provocaba que el personal pasase por taquilla. Los motivos eran otros: el llamativo y publicitado recurso narrativo y la consideración de la obra como rompedora y realista. Márketing, ni más ni menos.

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Todo este embrollo me sirve para comentar lo llamativo que me ha resultado la promoción de La Cuarta Fase, una película cuyos tráilers vistos en los últimos días mostraban a la protagonista Milla Jovovich presentándose ante la audiencia y afirmando que su película era una especie de “ficción documentada”, una historia basada en hechos reales de los que existían grabaciones originales, que se alternarían en la pantalla con las escenas de ficción, según las propias palabras de la actriz. Mi sorpresa fue aún mayor cuando vi la película, y comprobé que ese novedoso recurso de que el protagonista se presente y se dirija al espectador se mantenía en la primera escena. El objetivo lo habían logrado: habían llamado mi atención.

Lo que viene a continuación es una sucesión de recursos estilísticos que tratan de mantener esa condición de película de terror absolutamente novedosa. El propio director, el desconocido Olatunde Osunsanmi, aparece ante nosotros entrevistando a una mujer que supuestamente es aquélla a la que interpreta Milla Jovovich. Su testimonio resulta terrorífico y logra que nos metamos en la película, a pesar de que uno no deje de dudar de la verosimilitud de la entrevista. Pronto aparece Milla en pantalla interpretando a esa Dra. Tyler, y parece que se nos va a contar una historia sobre abducciones de forma convencional. Pero lo que se nos muestra es una constante alternancia entre las escenas supuestamente reales, grabadas con una videocámara, y la misma secuencia interpretada por el reparto, con esa pantalla dividida. Pero claro, si alguien no se ha dejado engatusar por tanta novedad, la película se le desplomará como un castillo de naipes al comprobar que el director cae en una enorme contradicción al afirmar que ha tenido que cambiar los nombres de los mismos personajes a los que muestra sin pudor en esas grabaciones que se nos venden como reales. Fallo gordo. Yo, que siempre me dejo llevar por la magia del cine, caigo en el mayúsculo error, pero no por ello obvio los méritos. Cada escena de hipnosis a cargo de la doctora protagonista, y en las que se manifiestan los efectos de la abducción, resultan ciertamente terroríficas y creíbles, a pesar de que uno sepa ya que las dos escenas que se muestran simultáneamente en la pantalla partida son iguales, falsas.

 

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Pero hay más cosas buenas. La limitada Milla Jovovich, quien también tiene en cartelera la floja Una Escapada Perfecta, cumple a la perfección, aunque tenga que quedar en evidencia cuando comparte plano con dos excelentes actores como son Will Patton y Elias Koteas. Buen reparto. Y, además, la película no esconde nunca lo limitado de su trama: juega a contar hechos reales, una serie de abducciones ocurridas en la localidad de Nome, en Alaska, cuyos parajes y meteorología contribuyen a esa sensación de desasosiego y terror psicológico que en ocasiones funciona. Sólo se trata, nos dicen, de contar eso, con pocos personajes, con pocas escenas impactantes y con ajustados recursos. Y, no vamos a negarlo, algo de miedo sí se pasa.

Aunque claro, tampoco podemos olvidar que nos la meten doblada, que si uno busca en internet información sobre Nome, la palabra “abducción” no aparece por ningún lado, y que, como decía antes, se respeta el anonimato de los nombres pero no de los rostros, lo que resulta ciertamente contradictorio.

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El Proyecto de la Bruja de Blair y Paranormal Activity triunfaron con muy poco. La Cuarta Fase parece que no tendrá tanta repercusión en la taquilla, aunque al menos las críticas no la están destrozando. El cine de terror busca nuevas maneras de hacer que pasemos miedo. Seguiremos expectantes…

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