Impagable interpretación de Meryl Streep encarnando a uno de los personajes más polémicos de la política internacional. Lástima que la película se deje llevar por la imagen y la persona en lugar de indagar más a fondo en el trabajo realizado por la controvertida Margaret Thatcher durante su periodo de gobierno británico. Como si acabase por faltarle valor para meter mano dentro de lo que realmente importa, que no sólo es la persona, sino sus actos y el reflejo de los mismos en una sociedad como es la británica. La película prefiere enfocar la historia en la carrera y el matrimonio en lugar de dar más cancha a sus decisiones, sus aciertos, sus errores, las repercusiones… Así queda un biopic algo “light” en lugar de una ácida mirada a una época y una sociedad. La película al final, se queda a medio gas.
Y eso que cuenta con una interpretación superlativa de Meryl Streep, en un papel nada fácil y nada cómodo, con las notables diferencias físicas entre actriz y persona real, pero en la que Streep triunfa al mimetizar el tono de voz y los gestos de Thatcher, en una de esas interpretaciones que van camino del Oscar o al menos de la nominación, y que, indudablemente, nos recuerdan otra memorable interpretación, la de Helen Mirren en The Queen. Lo que ocurre es que donde The Queen si escarbaba en la basura de la reina y sus problemas con su familia y la prensa, aquí la película decide dar una cara mucho más amable de Thatcher, dejando muy de lado su política. Ofreciendo una cara mucho más amable, menos ambigua, con menos luces y sombras. Como dice el refrán, para ese viaje no hacían falta tantas alforjas.
Me refiero a que esa interpretación magistral queda empañada por el poco calado emocional de la película. No sé si Philippa Lloyd, directora de Mamma Mia, era la persona adecuada para ponerse al frente de este proyecto. Tiene un gusto por el detalle histórico y visual que no puede ser olvidado, y a través de flashbacks y con un uso habitual de la cámara subjetiva, nos traslada muy bien a esa época, pero no a lo que realmente se vivió en esa época.
Y eso que la historia principal de una mujer que lucha por hacerse oír en un mundo de hombres es muy interesante, demuestra el potencial de Thatcher como líder, su visión de futuro. Pero luego se pierde por el camino y prefiere seguir ligando la trama a esa mujer y su humildad, sus asuntos personales. Estamos hablando de una persona cuyo poder afectaba a millones de seres humanos, que se vio envuelta en guerras, que ha sido atacada hasta la saciedad. Un poco de eso es necesario en la película.
Tampoco conviene olvidar la labor de actores secundarios de lujo como Jim Broadbent o Iain Glen, aunque quizá la aparición más interesante, y también más desaprovechada, sea la de Anthony Head. Pero un reparto así siempre da lustre a una película. Ese es el mayor motivo para ver La Dama de Hierro, su reparto y el prodigio de Streep en pantalla. El resto son fuegos de artificio, muchas luces y pocas sombras, muchos problemas de matrimonio que no interesan demasiado, pero poca política. Mucho humanizar al personaje público para hacerlo más simpático, pero poco interés por sus acciones políticas.
Todo ello narrado en una serie de flashbacks que no agilizan precisamente el ritmo de la historia. Al final lo que queda en la película es la sensación de haber desperdiciado en parte al reparto, de usar con poco tino a Meryl Streep para contarnos una historia tan simple y vacía. Nos deja con ganas de ver otra versión de la historia con bastante más acidez y controversia.
Jesús Usero.
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