Helen Mirren vuelve a ofrecer una clase magistral de interpretaciรณn, en la piel de una emigrante austriaca que reclama la devoluciรณn del patrimonio artรญstico de su familia.
Este aรฑo se cumplen setenta aniversarios del final de la Segunda Guerra Mundial; sin duda alguna, el conflicto bรฉlico mรกs sangrante de la era contemporรกnea a nivel planetario. Millones de personas perdieron la vida en los combates y bombardeos, pero un nรบmero equivalente lo hicieron en los campos de exterminio montados por la maquinaria genocida de los nazis. Dentro de esa obsesiรณn por acabar con los llamados enemigos del Tercer Reich, los judรญos se convirtieron en el blanco mรกs directo de los asesinatos cometidos por los esbirros del rรฉgimen nacionalsocialista. Una aniquilaciรณn programada desde las instancias mรกs altas, que conllevรณ al saqueo sin medida de las posesiones de los acusados de practicar la religiรณn hebrea.
Simon Curtis se hace cargo de esta herida aรบn abierta a travรฉs de la historia de Maria Altmann: una mujer que luchรณ con uรฑas y dientes para recuperar los cuadros que les fueron sustraรญdos a sus familiares por los seguidores de la cruz gamada, pinturas entre las que estaba la cรฉlebre imagen La dama de oro, de Gustav Klimt.
Narrada en dos tiempos distintos, la pelรญcula del responsable de Mi semana con Marilyn cumple adecuadamente con el objetivo de ilustrar los problemas โtanto emocionales como burocrรกticos- a los que se enfrentรณ la heroรญna a la que da vida Helen Mirren. A tal efecto, el director britรกnico acierta al no prestar excesiva importancia al marco legal en el que se desarrollaron las acciones para poder recuperar el legado de la Sra. Altmann; ya que lo que realmente le importa es la parte afectiva y sensible de la historia.
Con semejante propรณsito, Curtis establece el cuadro de La dama de oro como eje central del guion; y al personaje de la tรญa de Maria (la bella y enigmรกtica Adele Bloch Bauer, que fue la modelo que posรณ para Gustav Klimt en la citada lรกmina sobre tabla) como timรณn del mismo. La obra maestra del autor de El beso sustenta pues el argumento del filme, y sirve de puerta principal para alternar el pasado y el presente con la simple contemplaciรณn de su dorado fondo.
Tal esquema de sutiles trazos le da pie a Helen Mirren para desarrollar un trabajo que estรก a la altura habitual de los que suele ofertar. Aunque en esta ocasiรณn, el alter ego cinematogrรกfico de la reina britรกnica Isabel II pueda enriquecer su envidiable gestualidad con sus dotes para la dicciรณn intermitente entre el inglรฉs americano y el alemรกn.
Estos parabienes se contagian al resto del elenco, donde Ryan Reynolds y Daniel Brรผhl sobresalen por la importancia de sus colaboraciones en el discurrir del relato.
Sin embargo, las buenas impresiones del equipo actoral no se transmiten en igual medida al tono general del libreto, el cual se mueve con demasiada ligereza por acontecimientos terribles, y cuya visiรณn tenรญa que ser diametralmente mรกs dramรกtica que la que exhibe la cรกmara del contenido Curtis. En este sentido, a la acciรณn le falta la fiereza y la rabia de alguien que tiene que despejar el miedo ancestral hacia un pasado tan terrible.
Jesรบs Martรญn
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