Una pequeña gran película. Producida por Guillermo del Toro, aunque alejada por completo de sus mundos de fantasía y ciencia ficción, La Delgada Línea Amarilla es una es la primera película como director de Celso García, director de cortometrajes que consigue con su ópera prima una historia emotiva, cercana, sencilla pero muy profunda, que por desgracia ha llegado tres años tarde a nuestro país. Esperemos que en el futuro sigamos oyendo cosas de un joven realizador que no es una promesa en ciernes sino una realidad capaz de contar una historia de este estilo sin pecar de sentimentalismo, ni recargar las tintas, con un aire de western de carretera, más cercana a La Balada de Cable Hogue que al drama más convencional.
La historia es sencilla en apariencia. Cinco hombres tienen 15 días para pintar la línea amarilla de una carretera, más de 200 kilómetros, lo que les unirá en un viaje que será para todos ellos un punto de inflexión en sus vidas. Cinco hombres completamente distintos, de distintas edades y procedencias, con distintos talantes y personalidades marcadas. Cinco personas en realidad, lideradas por Damián Alcázar en el papel de Toño, un hombre que parece lo ha perdido todo, al que se le presenta una segunda oportunidad, algo que nunca esperaba tener, volviendo a trabajar en aquello en lo que era realmente bueno, liderar a una cuadrilla de trabajo y obtener los mejores resultados en el tiempo estipulado. Lo dicho, parece una historia sencilla, y lo es, pero hay que saber contarla.
Por supuesto es imprescindible contar con un reparto que sirva al relato, y los protagonistas de la película lo hacen con una maestría espectacular. Alcázar es un portento digno de verse, con un rango de emociones y una sutileza que debería estudiarse en las clases de interpretación. En su mirada se ve el dolor de un hombre roto, que ha perdido toda esperanza, y que sólo esperaba que el tiempo acabase con él, lleno de remordimientos… Pero no hay que perderse a Joaquín Cosio, Silverio Palacios o Gustavo Sánchez Parra… Quizá el punto débil sea el más joven, Américo Hollander, no porque lo haga mal, sino porque el resto está a un nivel que no se consigue siempre con un reparto así.
Sorprende la calidad del debutante en ese control de su reparto y del pulso narrativo. La película, que dura poco más de 90 minutos, sabe condensar en ese periodo de tiempo muchas historias pequeñas, sencillas, cercanas, que van desde el perdón a la búsqueda de un lugar, alcanzar los sueños, volverse a sentir un hombre, una persona de pleno derecho que pueda reclamar su vida sin sentir que sobra en este mundo. La familia que componen estos cinco hombres, esa mezcla de humor, drama y aventuras, el tono crepuscular en muchos casos y ese aire de western convierten la película en una pequeña gran sorpresa que puede, y sólo puede, que fuerce un poco las cosas en su último giro de guión, pero el viaje ha sido tan apasionante que se lo perdonamos. Vayan a verla.
< Jesús Usero
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