Crítica de la película La llegada
Una de las mejores películas del año. Dennis Villeneuve vuelve a fascinar con una arriesgada e inteligente propuesta de ciencia ficción, que sirve como tantas veces en el género, como metáfora de la propia condición humana, de quiénes somos o lo que somos, lo que podemos conseguir y destruir. Lo hace además sin subirse a ningún púlpito para sermonear al personal, sin discursos ni proclamas, con mucha sencillez y anclando la historia en un personaje, el de Amy Adams, que es en muchos sentidos todos y cada uno de nosotros. Una bellísima película sobre el lenguaje y la comunicación o falta de la misma, sin dejar de lado nuestros miedos, nuestros deseos… Quizá no sea para todo el mundo, quizá el público no tenga la paciencia necesaria para disfrutar de una película con “invasión” alienígena que no se centra en los efectos visuales, ni en la acción, ni en los diálogos épicos o similares. Es una historia intimista, que he leído al guionista Max Landis, que es un cruce entre El Árbol de la Vida y Encuentros en la Tercera Fase. Puede ser una buena comparativa, pero en realidad tiene más que ver con Interstellar, aunque alguno no quiera verlo…
Villeneuve ha demostrado ser uno de los más brillantes directores de la actualidad. Uno de esos talentos que son capaces de maravillar con cada una de sus nuevas propuestas, y que además es capaz de saltar de un género a otro con una facilidad pasmosa (aunque personalmente lo que hace con el policíaco y el thriller en Prisioneros y Sicario es lo que más me gusta de su trabajo. Y mira que me encantan Enemy o Incendies. Pero esas dos… son el tipo de cine que me hace vibrar en la butaca de un cine). Aquí pasa a la ciencia ficción, aunque en realidad no deja de ser una excusa para tratar otros temas, algunos recurrentes en su filmografía. Pero si teníamos algún tipo de miedo de lo que podía suceder con Blade Runner 2049, la esperada secuela de Blade Runner, podemos perder ese miedo por completo. Villeneuve va a hacer una película que sorprenderá a todo el mundo, lo tengo más que claro. Como ha sorprendido a todos esta historia donde el tiempo y la realidad se mezclan para dar una sensación tanto de viaje como de sueño, de mezcla de realidad y fantasía. Y de una humanidad aplastante.
No conviene revelar mucho de la trama porque hay sorpresas y giros memorables, pero podemos contar que Amy Adams da vida a la doctora Louise Banks, una profesora de universidad experta en lenguas, que queda en shock como todo el mundo cuando unos extraños objetos llegan a diversos puntos del planeta. Como todos sabemos ya, son naves alienígenas, y la doctora Banks es la responsable de encontrar un modo de traducir su lenguaje para poder comunicarnos con ellos y responder a las dos preguntas principales. ¿De dónde vienen y para qué han venido? Les aseguro que la trama es mucho más… intrigante que esas pocas líneas, que el guión es una maravilla y una sorpresa de Eric Heisserer, autor de guiones tan olvidados y olvidables como el remake de Pesadilla en Elm Street, Destino Final 5 o la precuela de La Cosa, aunque en Nunca Apagues la Luz daba algunas muestras de tener más talento del que nos habían dejado ver. Aquí lo demuestra con creces. Y es curioso que sea un guionista de terror, porque es cierto que (sin sustos, ni nada parecido) el tono opresivo de algunos momentos, la claustrofobia, la tensión o la música pueden recordar elementos del género. Le sienta de maravilla a la película.
Desde los primeros compases estamos ante un relato fascinante. Desde la historia maravillosa del inicio a la llegada de los aliens y la reacción en sí de la humanidad. Escuelas vacías, manifestaciones, incredulidad, curiosidad… el desalojo de la universidad (ojo al uso de los aviones y el sonido…), el traslado a Montana, la primera visita a la nave… Villeneuve compone un fresco memorable con unas portentosas imágenes, como el viaje entre las nubes en helicóptero y lo que hay a continuación, con unos extraterrestres que seguro nos sorprenderán y además planteando inteligentes preguntas sobre lo que podría pasar realmente en un encuentro de este estilo. La necesidad de comunicación y la aparente imposibilidad (es un encuentro de civilizaciones y en los tiempos que corren más de uno debería tomar nota). La película mantiene ese tono serio con pinceladas de humor durante toda su trama, pero nunca se hace densa o pesada, porque siempre quieres saber qué va a pasar a continuación. No es una película complicada, pero sí compleja y requiere que no perdamos un instante de lo que sucede, porque todo tiene importancia, hasta los detalles más triviales.
Nada de lo anterior se sostendría si no se sustentase también sobre los hombros de la emotiva, sutil y maravillosa interpretación de Amy Adams, capaz de mantenernos siempre con los pies en la tierra, de entender nuestra fragilidad y miedo a lo desconocido, de no saber el papel real que jugamos en un engranaje mucho mayor que nosotros. Escoltada por el talento de Jeremy Renner o Forest Whitaker, la actriz es el centro de la historia y esa es otra de las notas fascinantes. No es una película sobre la llegada, sino sobre cómo la experimenta esta mujer. Paralelismos con nuestro mundo hay muchos, en este viaje entre el tiempo y el lenguaje, que hacen hincapié en esa falta de comunicación, en esa facilidad del ser humano para desconfiar y para atacar antes de preguntar. En el miedo a lo desconocido (ojo al programa de radio… y compárenlo con la campaña de Trump) a lo diferente. Pero también una profunda y sencilla mirada a la maternidad a lo largo del tiempo. Con un giro de guión simplemente prodigioso, orgánico, magistral… Destacar un solo aspecto de esta película, sea foto, música, dirección artística… sería un despropósito. Lo mejor es dejarse llevar por su tono y sus imágenes, por su historia (repito, nada pasa porque sí, no es contemplativa, es pausada y reflexiva) por sus personajes y por su mirada hacia afuera para descubrir lo que hay dentro. Es perfecta para ver en programa doble con Interstellar. Y es, sin duda, una de las mejores películas del año.
Jesús Usero
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