Ken Loach vuelve a la comedia con una película casi redonda. Y sí, digo vuelve a la comedia, porque aunque la carrera del director inglés es ante todo reconocida por sus dramas sociales, y algunos de época, con películas como El Viento que Agita la Cebada, Dulces Dieciséis o En un Mundo Libre, incluso con la reciente Route Irish, donde lo mezclaba con el thriller más interesante, también ha tenido sitio en su extensa filmografía para dejar retazos de gran comedia, con películas como Buscando a Eric o La Cuadrilla. Siempre con gotas de drama social, siempre con esa defensa a ultranza de los más desfavorecidos, de la clase baja, pero con humor, mucho humor. Y tras la antes mencionada Route Irish tocaba comedia con esta excelente La Parte de los Ángeles.
Una película que nos cuenta la historia de Robbie, un tipo violento, que ha estado en prisión y al que se le da una última oportunidad para redimirse ahora que va a ser padre. Y ser padre puede cambiarte la vida. Condenado a trabajos sociales, allí conoce a Harry, una suerte de padre para él, y a una panda de inadaptados con los que descubrirá un talento y una pasión por la cata del whisky. Claro que el pasado le persigue para ajustar las cuentas… Y para escapar de ello, a lo mejor hay que organizar un robo…
Loach siempre ha destacado por sacar jóvenes actores de la nada y brindarles una oportunidad de lujo, como es el caso del protagonista, Paul Brannigan, sensacional como ese joven marcado y despreciado por la sociedad que no sabe cómo empezar de nuevo. O el sensacional, y no tan joven, Gary Maitland, que de puro surrealista sólo puede ser un personaje real. Una especie de Mortadelo escocés. O Jasmine Riggins. Y encima acompañados de veteranos con el talento de John Henshaw o Roger Allam. Por buenos actores que no sea.
Y luego está esa historia que mezcla drama con comedia, pero que deja claro desde el inicio (esa brillante escena de Maitland en la estación de tren), que se decantará por la comedia. Con poso, con miga, con escenas desgarradoras por el contraste (Robbie enfrentándose al chico al que destrozó de una paliza y su familia, el hospital cuando intenta visitar a su hijo por primera vez o la charla con Harry cuando ha sido padre…), unidas a una comedia inteligente, divertida, hilarante a veces, muchas gracias a Albert y su estupidez, como el viaje a Edimburgo, el autobús de las monjas, el día de la pintura… Genio y figura. O el viaje a la destilería final, con las faldas escocesas y los curiosos encuentros del camino, robo incluido y encuentros posteriores…
La Parte de los Ángeles, que es el alcohol que se evapora de las barricas de whisky con el paso de los años, es una película modesta, fresca, que no incide hasta ser repelente en el drama social, divertida y tierna, con un grupo de personajes que se hacen querer desde el principio, una trama que te intriga por no saber a dónde va a llevarte, y un metraje ajustado. A veces se le va la mano con los saltos radicales de drama a comedia y viceversa, pero es lo de menos con una película de la que sales con una sonrisa. Y ganas de volver a verla.
Jesús Usero
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