Crítica de la película La visita. de M. Night Shyamalan
Shyamalan recupera nivel e interés mejorando la fórmula del metraje encontrado.
El mejor M. Night Shyamalan ha vuelto. O al menos ha vuelto su capacidad para hacer cosas interesantes con los géneros y las fórmulas, algo que no se había producido en sus últimos largometrajes. La modestia de presupuesto y planteamiento le ha sentado muy bien al cineasta para retomar el aire inquietante y sugerente que tiene su mejor cine. La visita ha conseguido además darle oxígeno a una fórmula que según opinión cada vez más extendida, a la que me adhiero, estaba agotada, o a punto de extinguirse por puro agotamiento, saturación del público ante la misma y sobrevaloración de sus, para mí al menos, todavía discutibles ventajas. Me refiero a la fórmula de metraje encontrado, al trabajo de falso documental aplicado al terror. En un momento en que dicha fórmula parecía estar entrando en una clave de reiteración sin sentido, sobrexplotación indicriminada y falta de ideas y originalidad, lle Shyamalan y consigue darle otra vuelta de tuerca al asunto con una mayor solidez narrativa y más madurez en su planteamiento. Lo mejor es que además la pone al servicio de una apuesta por la reimplantación de lo cotidiano y lo costumbrista en el género de terror, y de paso la utiliza para envolver una trama de ruptura familiar y desarraigo que tiene mucha materia que reflexionar más allá de su, para mí, ejemplar trabajo en la construcción de momentos inquietantes, situaciones grotescas y fragmentos de intriga muy logrados. Añadan que todo ello está bañado con una capa de humor socarrón que sirve para mirar el género con cierto tono de autoparodia, al mismo tiempo que le rinde homenaje a base de guiños que no deberían confundirse con simple apropiación de claves de otros largometrajes (el pozo de Ringu/La señal, la anciana con el camisón de REC, etcétera). La visita me ha recordado también el cuadro American Gothic de Grant Wood, como punto de partida para su interesante reflexión sobre el miedo y las fobias que es también una reflexión sobre el propio género de terror en el cine que sospecho podrían suscribir los grandes maestros literarios del género de Poe a Lovecraft y llegando hasta Stepehn King y Clive Barker. Shyamalan aplica una precisión quirúrgica a algunas de las fobias y miedos de nuestro tiempo, enmarcados por la obsesión por la propia imagen y nuestra adicción a la tecnología, cada vez más difícil de controlar, sobre todo para los más jóvenes.
Además Shyamalan le ha echado valor en los momentos en que debía ir hasta el final. Sólo le sacaría la pega de ese optimismo final que destilan las últimas imágenes de su película, algo por lo que le pregunté en la videoentrevista que hemos publicado en esta misma página web y que me explicó afirmando que en realidad no se trata de su película, sino de la película de la joven protagonista, de su proyecto, o al menos así quería manejarlo él para sostener la idead el falso documental que ha preferido potenciar sobre la idea del metraje encontrado.
Dicho sea de paso: en lo referido a técnica de narración audiovisual y aplicación de los recursos de este tipo de fórmula, creo que Shyamalan ha elaborado un buen manual para todo aficionado a este asunto sobre cómo hacer bien lo que tantas otras películas hacen mal.
Una recomendable cita con el terror.
Miguel Juan Payán
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