Los ocho odiosos. La mejor de Tarantino junto con Reservoir Dogs, de la que es una relectura.
Empezarรฉ por decir que pienso que Los ocho odiosos es una de las mejores pelรญculas dirigidas por Quentin Tarantino. Para mรญ, la mejor despuรฉs de Reservoir Dogs, de la que es una relectura o un renacimiento. Es tambiรฉn una muestra de la madurez que ha alcanzado Tarantino como director, esa madurez que estaba ya presente en el arranque de Malditos bastardos y en las charlas de Di Caprio y Christoph Waltz en Django desencadenado, que son dos de los referentes mรกs cercanos al ritmo de diรกlogo, planos y montaje que aplica en Los ocho odiosos. Quiero aclarar que en esta octava pelรญcula del director reina el diรกlogo en sus dos primeras horas de metraje, pero un diรกlogo en el que Tarantino ha madurado construyendo sus personajes y situaciones con mayor solidez.
Esa madurez de la que hablo se manifiesta en e impone un ritmo mรกs sosegado al de otras de sus pelรญculas, por ejemplo Pulp Fiction, tanto en diรกlogo como en los artificios de montaje, flashback y flasforward. Pero eso no significa que la pelรญcula sea teatral o pesada. Muy al contrario. Sรณlo el trabajo de fotografรญa ya es cine puro, por ejemplo con esa luz que acompaรฑa al personaje de Samuel L. Jackson marcรกndolo como el conductor del relato con el que รฉste arranca y que serรก siempre el punto de reuniรณn del resto de personajes.
Los ocho odiosos es plenamente cinematogrรกfica desde sus escenas de apertura con dominio absoluto del paisaje nevado en un eco de la pelรญcula de Sergio Corbucci El gran silencio, muestra interesantรญsima del western mediterrรกneo de finales de los aรฑos sesenta de la que Tarantino toma ademรกs la idea de los cadรกveres de las presas del cazador de recompensas en uno de los mรบltiples guiรฑos que contiene la pelรญcula a distintos gรฉneros.
Esa sosegada madurez y esa solidez en la presentaciรณn de personajes, esas dos horas de ritmo mรกs pausado que preparan el estallido final de violencia que empieza a manifestarse con la primera arcada de sangre, estรกn no obstante recorridas por otro tipo de violencia mรกs sibilina, inquietante y subterrรกnea que aflora en cada diรกlogo, forjando una tensiรณn creciente en el espectador. No me refiero tanto al maltrato sistemรกtico y la violencia fรญsica que sufre el personaje de Daisy interpretado por Jennifer Jason Leigh a manos de John โLa Horcaโ Ruth al que da vida Kurt Russell, sino mรกs bien a otro tipo de secuencias como el enfrentamiento del Mayor Marquis Warren interpretado por Samuel L. Jackson, en su mejor papel a las รณrdenes del director, con el general sudista interpretado por Bruce Dern o al enfrentamiento de Routh con el personaje interpretado por Michael Madsen. En ambos casos asistimos a la segunda lectura de esos conflictos y momentos. El primero es una historia de violaciรณn que el director utiliza para oxigenar la historia sacรกndola del interior de la mercerรญa hacia exteriores nevados. El segundo es un ejercicio retรณrico de metonimia que alude a la castraciรณn a travรฉs de la pรฉrdida del revรณlver, con los planos de detalle del cuchillo y el revรณlver cobrando significativo protagonismo. Valgan estos dos ejemplos entre muchos otros para dejar claro que hay mucho mรกs de lo que puede verse a primera vista en esas dos horas que merece la pena degustar con atenciรณn porque son un autรฉntico juego de ajedrez de Tarantino con el espectador a travรฉs de las dobles lecturas. No es casualidad que uno de los puntos de referencia visual del decorado sea esa partida de ajedrez que en cierto modo recuerda la que jugaran la Muerte y el protagonista de El sรฉptimo sello de Ingmar Bergman, cuya construcciรณn narrativa tiene ecos en la de Los odiosos ocho.
Esa madurez y ese mayor sosiego no significa que no haya violencia o acciรณn. Es mรกs, en realidad y a juzgar por su รบltima media hora, creo que es la pelรญcula mรกs violenta y sangrienta de todas las que ha dirigido Quentin Tarantino hasta el momento. En su tercer acto exhibe una violencia propia del Antiguo Testamento, el ojo por ojo, el diente por diente. Es lรณgico, porque la pelรญcula nos propone un curioso viaje de resonancias bรญblicas que es paralelo al que hacen sus personajes protagonistas. Por cierto, un brillante ejercicio de protagonismo coral que Tarantino aprovecha, explora y maneja con gran habilidad, a pesar de que no es nada fรกcil trabajar con personajes y a tantos niveles de desarrollo de los mismos; cada uno tiene su momento de protagonismo y atenciรณn en el relato, su presentaciรณn, su nudo y su desenlace. Esas resonancias bรญblicas marcan un camino que va cronolรณgicamente hacia atrรกs, como ocurre con el propio desarrollo de la pelรญcula, en la que el tiempo es un factor esencial, no sรณlo para la propia narraciรณn, con ese flashback final que nos lleva al pasado, sino tambiรฉn para los propios personajes: Routh y Jody, el personaje interpretado por Channing Tatum aluden al tiempo como factor clave para ganar esa especie de duelo de engaรฑos y voluntades que se les plantea a los dos bandos protagonistas.
La pelรญcula comienza con la talla de un Cristo crucificado, imagen del Nuevo Testamento, acompaรฑada por la mรบsica de Ennio Morricone, y acaba con otro sacrificio ritual baรฑado totalmente en sangre y en el que la mano cortada de uno de los personajes parece imponer el vengativo ojo por ojo del Antiguo Testamento, un tema presentado y respaldado por el diรกlogo del verdugo Oswaldo Mowbray interpretado por Tim Roth sobre las diferencias entre una ejecuciรณn respaldada por la ley y un linchamiento, o lo que es lo mismo, siempre con las manecillas del reloj y la civilizaciรณn andando hacia atrรกs, como en toda la pelรญcula, desde la justicia impartida por la civilizaciรณn a la venganza tribal. En ese duelo de retroceso de la civilizaciรณn a la violencia tribal que nos propone Tarantino es interesante reparar en el significativo papel de falsa evocaciรณn que tiene la carta de Abraham Lincoln en todo el relato, sirviendo ademรกs como elemento de cierre del mismo.
Porque lo que nos propone Quentin Tarantino con su รบltima pelรญcula es una reflexiรณn sobre nuestra propia sociedad y los sustos, miedos y crispaciones que se vienen dando en la misma desde los atentados terroristas de septiembre de 2001 y que nos estรกn apartando de la civilizaciรณn para hacernos retroceder hacia el tribalismo por el camino del miedo y la desconfianza hacia el prรณjimo, que es el motor argumental de la pelรญcula. Los ocho odiosos sirve como un inquietante tapiz que refleja las inquietudes de nuestros dรญas y las convulsiones de nuestro mundo. Para tejer ese tapiz, el director a invocado una variada red de referencias e influencias que arrancan desde el western mediterrรกneo del principio pero acaban en el western clรกsico americano, porque Tarantino toma referencias e ideas de la variante europea del gรฉnero, pero en el fondo es sobre todo un director muy pegado visual y narrativamente al cine clรกsico estadounidense, como demuestra el trabajo con la mรบsica y la imagen en la secuencia de la canciรณn de Daisy o el posterior recurso musical del piano que toca el Seรฑor Bob de Demian Bichir como metรกfora del ataรบd y clave de construcciรณn del suspense. Lo que ocurre es que alterna esos momentos con guiรฑos a las estrategias de cine vanguardista de la Nouvelle Vague, como la forma de presentar al personaje de Michael Madsen fuera de campo y sรณlo con la voz que grita instrucciones para abrir y atrancar la puerta, o su propia voz en off, que es al mismo tiempo un cameo sonoro y un recurso muy de Jean-Luc Godard para romper la cuarta pared y convertir al espectador en su cรณmplice como narrador. Otros guiรฑos incluyen ecos de La cosa de John Carpenter, con las escenas de la salida al exterior para atender a los caballos, tender la cuerda, etcรฉtera y el propio suspense sobre quiรฉn o quiรฉnes son los traidores, la amenaza dentro del grupo y la sangre vomitada, o La soga de Alfred Hitchcock y Asesinato en el Orient Express de Sidney Lumet, con ese momento de Samuel L. Jackson convertido en detectivesca variante de James Stewart en la primera o Hรฉrcules Poirot en la segunda para exponer las claves de la intriga a los propios sospechosos, un momento muy propio de las novelas policรญacas de enigma en cuarto cerrado y Agatha Christie.
Miguel Juan Payรกn
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