Crítica de la película Los otros
La obra maestra de Amenabar y una de las mejores películas de suspense de la historia del cine
Cuando Tom Cruise vio Abre los Ojos, quedó fascinado por el talento del joven director española Alejandro Amenabar, quien había conseguido tanto el éxito como el reconocimiento de la crítica con su ópera prima Tesis. Cuando Cruise le propuso a Amenabar dirigir la adaptación de Vanilla Sky, el director español puso pies en polvorosa y el tiempo parece haberle dado la razón ya que esta fue dirigida por Cameron Crowe y resultó un desastre absoluto.
Sin embargo, este primer contacto entre Cruise y Amenabar sirvió para poner sobre los raíles el siguiente proyecto del español, Los Otros, que nada más conocerlo Cruise compró los derechos para llevarlo al cine con ayuda de la trágicamente célebre distribuidora y productora Miramax de los hermanos Weinstein con motivo de las innumerables acusaciones de acoso sexual por parte del hermano mayor, Harvey, a numerosas actrices a cambio de papeles en sus películas, pero eso es asunto a tratar en otro foro diferente a este.
Volviendo a lo que nos ocupa, en 2001 se estrenó esta película que fue un éxito rotundo consiguiendo recaudar nada menos que 210 millones de dólares sobre un presupuesto de 17 millones, además de conseguir ocho Goyas: mejor película, director, guión original, fotografía, montaje, dirección artística, dirección de producción y mejor sonido.
Cuando en el año 1945 finaliza la Segunda Guerra Mundial, Grace Stewart (Nicole Kidman) anhela el regreso de su marido Charles Stewart (Christopher Eccleston) pero este no tiene lugar, teniendo que ser ella quien se encargue de educar a sus hijos en una enorme mansión victoriana en la isla de Jersey.
Sus hijos, Anne Stewart (Alakina Mann) y Nicholas Stewart (James Bentley), son fotosensibles, provocando que no puedan recibir ningún contacto directo con la luz del sol y haciendo que siempre estén en casa encerrados entre penumbras. Las labores de la casa se van acumulando hasta que, por fin, un día llegan tres sirvientes que buscan el trabajo que Grace había ofertado en un anuncio. Resulta que estos sirvientes, Bertha Mills (Fionnula Flanagan), Edmunt Tuttle (Eric Sykes) y Lydia (Elaine Cassidy), ya habían trabajado anteriormente en esa mansión, por lo que Grace decide contratarles, dejándoles claras dos normas que deben cumplir a raja tabla: la casa debe estar siempre en penumbra (por la enfermedad de sus hijos) y antes de abrir una puerta deben cerrar la anterior.
Los días se van sucediendo en la mansión de la familia Stewart mientras Grace continua esperando el regreso de su marido de la guerra y, su hija Anne, empieza a advertir que en esa casa pasan cosas raras, fenómenos paranormales…
Para hablar de esta película es necesario ir de puntillas por el alto riesgo de spoilers que hay en el aire ya que esta es una de esas películas que consigue en su primer visionado impactar al espectador de lleno con su historia y sus increíbles giros de guión que nadie se espera. Conseguir esto es muy difícil en el cine, hacer que durante sus 104 minutos de duración el espectador crea que la historia va en un sentido y, finalmente, va en otro, pero también es cierto que esa es precisamente una de sus mayores debilidades ya que en posteriores visionados será muy difícil que recupere esa fuerza de la primera vez al conocer ya sus giros. Por este motivo, no quiero comparar esta película con otras similares y archí conocidas porque eso provocaría que, quien aún no la haya visto, ya pueda intuir por dónde van los tiros y sería una canallada.
Sin embargo, una cosa es que no nos consiga sorprender y otra muy diferente es que su historia no nos atrape tantas veces la veamos ya que está dirigida con brillantez por un Alejandro Amenabar que en su tercera película como director ya daba el salto al panorama internacional de la mejor manera posible gracias a esta maravillosa película que le sirvió como increíble carta de presentación.
El reparto que tenemos en esta ocasión está encabezado principalmente por una Nicole Kidman brillante, haciendo de esa madre beata que educa a sus hijos con severidad y con una carga religiosa excesiva. La actriz tenía muchas dudas de aceptar el papel protagonista pues aún no se había recuperado de una lesión de rodilla sufrida durante el rodaje de Moulin Rouge! y creía no estar a la altura del papel. Cuando aceptó participar en el film, Kidman se involucró al máximo e incluso redujo su salario para entrar en el proyecto ya que el presupuesto era ajustado.
Curiosidades de la vida, al terminar el rodaje y ver la película en el cine, Kidman salió de la sala horrorizada por cómo había interpretado a su personaje, Grace, que chocaba con todas las críticas recibidas por parte de los espectadores y críticos que admiraron su labor. En su defensa (de la actriz), hay que decir que es una persona muy exigente consigo mismo y muchas veces ha criticado su trabajo tras el primer visionado. Sin duda, ser tan exigente la ha convertido en ser tan magnífica actriz.
La luz tiene mucho peso en esta película con motivo de la enfermedad de los hijos de Grace, dando lugar a que la mayor parte de la cinta trascurra en el interior de esa mansión que siempre está cerrada, a oscuras… creando el ambiente perfecto para desarrollar esta historia de suspense y terror, con una fotografía tenebrosa a manos de Javier Aguirresarobe quien consigue generar tensión en el espectador y esa sensación de claustrofobia al no poder huir de la casa ni dejar que entre la luz pues eso podría matar a los niños. De esta manera la casa juega un papel fundamental en la historia, sin ella la historia se derrumbaría pues es como una cárcel, convirtiéndola en un personaje inanimado dentro de la trama y casi se podría decir que es el monstruo de la película.
Durante todo el metraje, el director va dejando migas en forma de pistas para que los espectadores se involucren durante toda la historia tratando de averiguar qué es lo que ocurre en esa mansión, en esa peculiar familia, consiguiendo que al llegar al final del film uno quiera revisionar el mismo para tratar de ver si, conociendo el final, las pistas que nos iban dejando podrían ayudar a prever el final del mismo como diciendo: A ver si es que no me fije lo suficiente bien la primera vez y el final estaba ahí…
La ubicación de la mansión dentro de la película es en la isla de Jersey no es fruto de la casualidad sino más bien por necesidad ya que Amenabar quería hacer creíble la alta carga religiosa con respecto a la religión católica que había en la protagonista, Grace, quien a su vez era anglosajona. El director no quería confundir al espectador con la religión cristiana y anglicana, necesitando una ubicación en la que fuera posible combinar la religión católica y el habla anglosajón.
En conclusión tenemos una estupenda película de suspense que va más allá de ser una simple cinta de terror en la que se premian los sustos por encima de una buena historia. En esta ocasión tenemos a un Amenabar en estado de gracia, con toda la industria de Hollywood a su servicio y sabiendo marcar las líneas rojas en el suelo para evitar que su película, su creación, acabase convertida en productor a manos de la distribuidora Miramax, cuyos hermanos Weinstein querían un elenco de actores completamente diferente al que tenemos hoy en día. Sin duda, la participación de Nicole Kidman en este proyecto y el buen hacer de Amenabar, quien consiguió que el rodaje fuera íntegramente en España para mantenerse alejado de las presiones de Hollywood y trabajar junto a su equipo de confianza, acabase dando como resultado una de las mejores películas de nuestro cine y del género de suspense con uno de esos finales que te dejan sin aliento.
Rubén Arenal
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