Madagascar 3 es aún más divertida y completa que las dos entregas anteriores y además saca buen partido al 3D.
La tercera entrega de las aventuras de Álex, el león urbanita, y sus amigos, la cebra Marty, la girafa hiponcondríaca Melman y la hipopótamo Gloria, acompañados por el inefable comando de pingüinos y el trío marchoso capitaneado por el rey Julien y sus socios/sirvientes Maurice y Mort, es en mi opinión la película más completa de la saga hasta el momento. Presentados los personajes y sus conflictos en la primera entrega y establecida definitivamente la fórmula de aventuras trepidantes y comedia, con catástrofe incluida, en la primera y la segunda, esta tercera entrega saca brillo a esas claves con un arranque ciertamente espectacular de persecución que es todo un homenaje al cine de blockbuster y además ha conseguido convencerme de que el 3D tiene su validez en algunas producciones, especialmente si son de animación. El reencuentro con los animales perfectamente humanos y notablemente sarcásticos de Madagascar 3 se anima de inmediato en una presentación/persecución que es prácticamente como subirse a una montaña rusa sin moverse de la butaca. Sólo con la participación del trío protagonista, más los pingüinos, los monos y sobre todo el desternillante rey Julien al que presta su voz en el original Sacha Baron Cohen, ya merecería la pena pagar la entrada, porque te garantizan, como mínimo, un rato divertido. Pero los artífices de esta tercera entrega no han querido quedarse simplemente en el ejercicio de la secuela más convencional, y han continuado la tendencia de la saga a mezclar su comedia y sus aventuras aplicando una fórmula argumental distinta de la anterior a las peripecias que han de vivir sus personajes.
En ese sentido, y quizá contagiados por el espíritu circense del guión, no han dudado en dar un triple salto mortal argumental y volar sobre el vacío conocedores de que el público de la saga está dispuesto a suspender su credibilidad y su exigencia de verosimilitud de la trama al máximo con tal de acompañar a Álex y sus secuaces en otra disparatada aventura. De manera que ya para arrancar la historia el león, la cebra, la jirafa y la hipopótamo nadan con gafas de buceador desde África a Montecarlo, haciendo elipsis sobre personajes y asuntos abordados en la segunda entrega, como por ejemplo los padres de Álex. No hay ni despedidas de los padres de Álex ni más continuidad con la peripecia anterior que la que afecta a los personajes esenciales del relato, el cuarteto mencionado, más lo monos, los pingüinos y la reducida corte de Julien. Y les aplaudo esa elipsis porque responde al tono disparatado, gamberro y sin ataduras que ha sido siempre lo mejor de esta saga en la que precisamente el disparate es el arma secreta que domina esta tercera entrega y puede meterse al público en el bolsillo.
La primera película fue una adaptación de las filias y las fobias urbanitas estilo Woody Allen tomando como testaferros a los cuatro animales protagonistas y dando lugar a una fórmula argumental que recordaba mucho las claves de la comedia sobre cuarentones reticentes a comprometerse con responsabilidades, empeñados en vivir en una fiesta de adolescencia perpetua (nadie mejor que el personaje del rey Julien para materializar esa idea en la trama, lo cual le convierte en un personaje aún más interesante con su grito de guerra convertido en himno para los seguidores de la saga: “¡Yo quiero marcha, marcha! ¡Tú quieres marcha!” Algunas de las neuras de las féminas protagonistas de la comedia romántica reciente también estaban presentes en el león Álex.
La segunda película fue una especie de sátira urbanita en torno al tema del retorno a las raíces, la vuelta a la naturaleza y el reencuentro con la familia perdida que de sospecho disfrutamos todavía más quienes no nos hemos dejado enredar en el anzuelo del Rey León y su “ciclo de la vida”. Esa segunda parte estaba más tocada aún que la primera por la comedia costumbrista.
Pero la tercera tira por otro camino para desarrollar la alianza de aventuras y comedia, arrancando con una sátira del estilo blockbuster antes de dar un giro a la trama para montarse una historia de peripecia circense que se ajusta como un guante a la personalidad de la saga y de todos sus protagonistas, e incluso amplía el número de personajes añadiendo tramas y subtramas en su abigarrado mosaico de historias capaz de mantener al espectador más atento que nunca a lo que va a ocurrir a continuación, acelerando su ritmo y añadiendo un planteamiento visual en mi opinión aún más brillante que el de las dos películas anteriores. Destaca así un guión capaz de reservar una parcela de protagonismo a todos y cada uno de los personajes en una red de historias repletas de referencias y guiños cinéfilos. La historia de enamoramiento del rey Julien, que satiriza el clásico del cine romántico Vacaciones en Roma de manera genial, se cruza así con la disparatada trama del circo dirigido por animales que tiene algunos momentos de Dumbo mezclados con otros propios de la comedia Una tarde en el circo, de los Hermanos Marx, a lo que hay que añadir la notable incorporación de la historia del tigre Vitaly, que recuerda otro clásico de tema circense como es Trapecio, con Burt Lancaster. Y junto a todo ello una trama de persecución incansable protagonizada por la cazadora de bichos francesa a la que presta su voz ene l original Frances McDormand y que viene a ser una especie de híbrido entre la mítica Marlene Dietrich y la cantante francesa Edith Piaf.
El resultado de todo ello es un puzzle que como he apuntado antes me parece aún más entretenido, espectacular y divertido que el que nos propusieron las dos películas anteriores, y de paso es un ejercicio de continuación de la saga que revitaliza la misma con nuevas posibilidades y mantiene con eficacia la posibilidad de que podamos seguir disfrutando de las aventuras de Álex y compañía en nuevas entregas.
En todo caso, lo mejor de ésta vuelven a ser los monos, los pingüinos y Julien, como siempre. Y ya puestos, de cara al futuro se enfrentan al mismo problema al que ya ha tenido que hacer frente la cuarta entrega de Ice Age este mismo año: la incorporación de nuevos personajes está superpoblando el zoológico del reparto, lo cual va a convertir el trabajo de los guionistas de nuevas entregas en un auténtico encaje de bolillos para dar cabida a todas las criaturilla convocada para la ocasión… a menos que apliquen la táctica de borrón y cuenta nueva que, por la vía de la elipsis, les ha permitido librarse de las incorporaciones africanas de la segunda entrega en Madagascar 3.
Miguel Juan Payán
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