Mientras la población mundial se ve azotada por una grave crisis mundial que causa verdaderos estragos y los niveles de desempleo alcanzan a estas alturas cotas vertiginosas, existe gente realmente afortunada a la que la maldita recesión parece no afectarle. Uno de los agraciados es nada más y nada menos que el mismísimo Satán, amén del enorme volumen de trabajo que posee protagonizando varios filmes al año.
La próspera carrera de Lucifer tuvo su punto de partida en la célebre El Exorcista, en donde fue requerido para poseer a una dulce niña que comenzaba meándose en el rellano para terminar vomitando puré de patata y practicando el onanismo con un crucifijo. El éxito de la cinta fue tal que el Señor del Mal entró por la puerta grande del star system hollywoodiense, consiguiendo los elogios de la crítica, el temor de las audiencias y arruinando la carrera de la pobre niña endemoniada, que años después se reiría de su infortunio en la autoparódica Reposeída. Tras el estreno de la cinta, surgió un filón de películas con la misma temática e imitando al film de William Friedkin, como las españolas La Endemoniada y Exorcismo (con Paul Naschy)si bien su escasa calidad no les permitió ir más allá de una carrera comercial más o menos decente.
A este primer papel de relumbrón le siguió su consiguiente secuela, realizada por el prestigioso John Boorman, pero el varapalo fue tal que Satán decidió darse un descanso para aprender a escoger mejor las cintas en las que participar y las víctimas a demonizar. Persona persistente, el Maligno decidió darle otra oportunidad a la saga y volvió a hacer de las suyas en una tercera parte que dejó mejor sabor de boca quizá porque las expectativas ya no eran tan elevadas.
Con el cambio del milenio, Belzebú contempló como la profecía del fin del mundo no se cumplía, así que aprovechó la situación para proseguir con su trayectoria. Su trabajo en la cuarta parte de la saga de El Exorcista no estuvo exento de polémica. La cinta fue realizada por Paul Schrader, sin embargo los productores de la Warner decidieron una vez finalizada tirarla al cubo de la basura, pues era “demasiado esotérica”. El pobre Schrader fue sustituído por Renny Harlin, especialista en dirigir sonoros fracasos (La Isla de las Cabezas Cortadas, Memoria Letal). Harlin realizó pues “El exorcista: El comienzo” en versión vomitona, pero ni así se pudo hacer caja. Fue entonces cuando Satán decidió que era hora de buscar otros derroteros, y comenzó a participar en una serie de películas con desigual fortuna.
La primera de esta nueva etapa fue El exorcismo de Emily Rose, que parecía más un capítulo de Ley y Orden que una cinta de espantademonios, si bien el film se salvaba de la quema gracias al buen hacer de la infravalorada Laura Linney. Ante semejante hastío, Satán decidió divertirse un poco más en Exorcismo en Connecticut, una cinta modesta y sin pretensiones que obtuvo un buen pellizco en la taquilla. Poco después, fue un chico listo y se metió en el cuerpo 10 de Megan Fox en la muy divertida Jennifer’s Body, con guión de la oscarizada Diablo Cody.
Sin embargo, el diablo últimamente ha bajado su caché y ha participado en producciones mucho más modestas. Las deplorables y cochambrosas El Exorcismo de Isabella o Legion: The Final Exorcism, o el subgénero del falso documental en La posesión de David O’Really, la española La posesión de Emma Evans y la estadounidense El Último Exorcismo, que fue número uno en la taquilla a pesar de contar con un presupuesto paupérrimo.
El último caso de posesión lo podemos ver en El Rito, con el protagonismo absoluto de Anthony Hopkins. Este hecho resulta un arma de doble filo, puesto que si bien su actuación en la cinta es más que notable, es imposible no dejar de pensar que su participación en el film es puramente alimenticia.
En el Hollywood actual, ni el actor más reputado se escapa de tener que participar en películas simplemente para conseguir el consiguiente cheque y darse un capricho, aprovechar las localizaciones del film para hacer turismo, o simplemente, pagar la hipoteca como todo hijo de vecino. Teniendo en cuenta que los atributos artísticos de participar en una producción sobre exorcismos son casi inexistentes, no nos queda otra que ver a Hopkins turisteando por Roma mientras chapurrea el libreto con su archiconocida cara de Hannibal el Caníbal.
Sí es cierto que en esta ocasión se nos plantea una propuesta más interesante pues existe una intención de ir más allá del terror por el terror, presentando el dilema de la pérdida y búsqueda de la fé, y en el caso de el propio exorcismo, se trata de una forma mucho más realista – en el propio film se hace un guiño a las vomitonas verdes de El Exorcista- lo cual ayuda sobremanera al resultado del film. Por otro lado, el novato Colin O’Donoghue sale victorioso tanto en su lucha contra el demonio como en su actuación, y no desmerece para nada el trabajo de Hopkins, ejerciendo ambos los papeles de maestro y alumno con una química más que notable. Bien es cierto que hay abundantes convencionalismos en el apartado de guión, que el score es todavía más convencional (y una mala banda sonora en una película de terror se puede convertir en un verdadero lastre) y que el pobre de Rutger Hauer para variar, está desaprovechado. Sin embargo, dentro del subgénero de los exorcismos, El Rito es una aportación digna de reconocimiento.
Después del buen sabor de boca de esta oda a Satanás, el futuro de los exorcismos en el séptimo arte se presenta incierto. Sin embargo, lo único claro es que mientras el diablo siga dispuesto a hacer de las suyas, nosotros seguiremos disfrutando con la dichosa vomitona de puré, el agua bendita que escuece más que el cianuro y el crucifijo al revés. Ave Satani.