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domingo, abril 28, 2024
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Mandela, del mito al hombre ****

Mandela, del mito al hombre ****Mandela, del mito al hombre. Buen reparto para la mejor biografía cinematográfica del político sudafricano.

El gran problema de las biografías es siempre el mismo: caen presas de la mitificación incluso cuando intentan ser desmitificadoras. Y ésta no se libra de ese estigma. Pero por tener como protagonista a Mandela, me temía lo peor, lo más obvio, los lugares comunes. No es eso lo que nos ofrece esta película que en lo referido a valores de producción, estética y desarrollo visual tiene mucho en común con Gandhi, dirigida por Richard Attenborugh, de la que puede considerarse dignísima heredera. Mandela, del mito al hombre no es sólo la mejor propuesta de biografía que nos ha ofrecido el cine en los últimos tiempos, en mi opinión superando incluso la de Lincoln que nos propuso Spielberg hace unos meses, sino que sin duda es la mejor biografía sobre Mandela de las muchas que hemos visto en cine y televisión. O por lo menos, sin lugar a dudas, la más interesante, sólida y completa desde el punto de vista exclusivamente cinematográfico y dejando al margen otro tipo de consideraciones históricas. Debo decir, no obstante que en el caso de Mandela, como en el de tantos otros biografiados por el cine, entra en juego un factor a tener especialmente en cuenta, que es su cualidad como iconos. Dicha cualidad anula toda posibilidad de objetividad y aleja este tipo de películas de la persecución de la esquiva verdad que debe presidir como objetivo máximo las reflexiones históricas, políticas o sociales sobre el personaje. En el momento en que se convierte en icono, el biografiado pasa a ser personaje, no persona, y como personaje, el Mandela que nos propone esta película, me parece muy interesante. Tan interesante que incluso lo equiparo a mi otro “Mandela” cinematográfico favorito, que es el interpretado por Morgan Freeman en la mejor parte de Invictus, de Clint Eastwood (la trama referida en esa película al personaje interpretado por Matt Damon no me interesaba absolutamente nada, y sin duda estaba muy por debajo de la parte de la historia protagonizada por Freeman, lo cual que esa ocasión, el protagonismo bicéfalo no le funcionó demasiado bien a Eastwood). De manera que en mi opinión, el mejor cóctel para repasar el icono Mandela en el cine sería Mandela, del mito al hombre, que abarca hasta que el personaje llega al poder, y a renglón seguido volver a ver Invictus, que aborda la primera etapa como presidente.

Evidentemente en la notable eficacia mostrada por este buen intento de acercarse a Mandela incluso con las limitaciones que plantea su naturaleza como icono tiene una gran responsabilidad el trabajo de un reparto que sería injusto resumir citando sólo a Idris Elba en el papel protagonista. Porque, frente a la bicefalia fallida de Invictus, Mandela del mito al hombre tiene su mejor parte, su núcleo más interesante, su fuerza, precisamente en abrir el protagonismo de la película más o menos en su ecuador al personaje de Winnie Mandela interpretado por Naomie Harris. Dicho personaje introduce la otra cara del “icono Mandela”, la menos mitificada y más cercana a la realidad, y aporta humanidad sobria y sólida no sólo al personaje interpretado por Idris Elba, con esos dos encuentros en la prisión entre el encarcelado y su esposa, sino a la propia película. Winnie se configura como una figura esencial para entender a Mandela y lo que supone el alejamiento de su familia, la pérdida de su vida y de los suyos con la estancia en prisión, materializando esa característica de “sacrificio” que sigue todo héroe de ficción o todo icono del mundo real. Pero además impone otro punto de vista sobre la revolución racial sudafricana que sirve como contraste y ayuda a explicar mejor la aportación pacificadora de Mandela en el momento en que Sudáfrica se convierte en una olla a presión racial a punto de estallar. Además, expone el lado menos glamuroso y aseado de la figura de los Mandela, permitiéndose incluso mostrarnos en qué consiste el necklacing, o las matanzas de ciudadanos negros a manos de zulúes enfervorecidos a punto de entregarse a una orgía de sangre.

Todo eso lo hace la película con muy pocos planos, con poco metraje. Y sin palabras. Sin excederse más de lo imprescindible en melodramatismo. Sin cargar las tintas más de lo necesario a la hora de mostrarnos, con la visita de Mandela al lugar de la matanza, el punto de inflexión en el que el icono cobra finalmente conciencia de sí mismo y de su papel en ese proceso de pacificación, es decir, el momento en el que completa definitivamente su “viaje del héroe” y acepta el reto que se le propone.

No olvidemos además que el principal escollo a la hora de contar la historia de Mandela en el cine era evitar que se convirtiera en una película de cárceles al uso, dado el prolongado periodo de su vida que pasó en prisión. La manera en la que el guión de William Nicholson aborda lo esencial del personaje sin caer en la trampa de todos los tópicos que eran como un campo de minas en este trabajo, es notable. Y creo que el mejor recurso de dicho guión y para mantener el interés de la historia es sin duda la introducción del protagonismo en segundo término de Winnie Mandela frente al protagonismo en primer término de su marido.

Por eso pienso que tantos elogios como reciba Idris Elba por su excelente trabajo debe recibir Naomie Harris por su interpretación de un personaje igualmente difícil y por los mismos motivos, salvo que en su caso en la parte más negativa y oscura del relato.

La solvencia de Mandela, del mito al hombre, queda certificada además por la gran economía y la sobriedad aplicada a la hora de definir los momentos centrales del relato, que finalmente acaba siendo algo tan humano como la construcción y destrucción de una pareja de amantes arrastrados por las tempestades de la historia. Sin duda, un argumento poco propicio para el análisis histórico de la figura de Mandela, más propio de un documental, pero esencial y notablemente eficaz para rodar una película sobre este icono.

Miguel Juan Payán

©accioncine

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