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jueves, abril 25, 2024
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Maps to the Stars ***

Maps to the Stars ***Satírico viaje de Cronenberg a la pesadilla de la celebridad en Hollywood.

Aunque no ha sido del todo bien acogida por el público menos aficionado a dejarse arrastrar por el lado más desconcertante que suele aflorar en el cine del canadiense David Cronenberg, Maps of the Stars tiene muchas cosas a favor para llamar la atención del cinéfilo que gusta de zambullirse en propuestas alternativas al cine más convencional que degustamos habitualmente en la pantalla en estos días.

El primer punto a favor es sin duda el reparto. A Julianne Moore le han dado el Oscar por su interpretación en Siempre Alice, gran película y gran trabajo, muy del agrado de los votantes de la Academia, tan dados a ser siempre políticamente correctos, pero sin pasarse de ciertas líneas de demarcación que puedan estropear la naturaleza recaudatoria que anima a la industria del cine estadounidense incluso cuando aborda temas difíciles. De ahí que haya tanta propensión en los premios de Hollywood a reconocer el sacrificio, siempre que sea estéticamente organizado y aceptable (y lo que es más importante, vendible) para el mayor número de espectadores posibles. Pero en mi opinión podrían haberle dado el premio igualmente por su trabajo en este largometraje. O mejor aún, nominarla por ambas interpretaciones. No sería el primer doblete para la actriz, que en 2003 fue nominada como mejor actriz principal por Lejos del cielo y como mejor actriz de reparto por Las horas, aunque luego se fue de la ceremonia de entrega compuesta y sin estatuilla. Moore es una de las mejores actrices de su generación, eso pocos críticos, periodistas, analistas o aficionados al cine que sepan realmente de qué diablos están hablando pueden ponerlo en duda. Pero Maps to the Stars nos recuerda que además es también una de las actrices más valientes de su generación, porque hay que echarle mucho valor al asunto para exponerse y meterse hasta las trancas en una película como ésta y según las exigencias del cine de Cronenberg. La cualidad desconcertante de las películas de este director se asienta en que no hace prisioneros ni se casa con lo domesticado, ni con lo previsible, y que con frecuencia resulta inquietantemente coherente desde su naturaleza básicamente poco convencional y en algunos momentos incluso malsana. Si hablas del cine de Cronenberg ,afirmar que es saludablemente malsano no es una contradicción, porque su lado más oscuro es como una especie de purga o exorcismo para toda la mierda que llevamos todos dentro, nos demos o no cuenta de ello. Lo mismo se aplica a lo que podríamos llamar la incoherencia incoherente de los universos “cronenbergianos”.     Moore se expone, mucho y a fondo, en esta película. Y por supuesto no me refiero en absoluto a sus escenas de desnudo y sexo simulado porque no soy ningún puritano con esos asuntos y los desnudos me parecen tan naturales como estornudar. No van por ahí los tiros cuando hablo de exposición. Me refiero a secuencias como las del bailecito después de la muerte del niño, la del retrete, y alguna otra que inevitablemente Cronenberg lleva un par de pasos más allá de lo que suele ser habitual en la pantalla.




Moore es el gran fenómeno de esta película, pero no el único. Por ejemplo es notable el trabajo de John Cusack y Olivia Williams como un matrimonio destruido.

Geográficamente dentro de la filmografía de Cronenberg, Maps to the Stars se sitúa entre sus mejores logros en el territorio de lo inquietante, como puede ser Crash, y el disparate deslavazado pero igualmente interesante que nos propuso en la que es una de sus películas menos logradas, Cosmópolis. Ese es el territorio por el que pasea el director que en algún momento nos propusiera otros revulsivos para lo convencional de la pantalla grande como Videodrome o El almuerzo desnudo. Mientras que en el juego de la estética con los personajes estaríamos más cerca del vecindario de otras de sus películas más logradas, Inseparables.

Lo que ocurre es que en algún momento de su desarrollo, cuando las historias comienzan a entrecruzarse entre sí y va quedando más claro el rumbo que toma la trama, Maps to the Stars acaba por entrar en una deriva que produce la sensación de no dirigirse hacia ninguna parte. Dicho de otro modo: contiene interpretaciones muy notables por parte de sus actores, y fragmentos tanto estética como narrativa o interpretativamente muy logrados. Por ejemplo el personaje de Olivia Williams, que es uno de los puntos fuertes de una manera muy interesante, trabajando como sobriedad que equilibra la volcánica aportación de Julianne Moore. Williams va creciendo desde un segundo plano hasta ese estallido final en la bañera que nos conducirá hasta la escena al borde de la piscina que está más en la línea de los impactos visuales de Videodrome o El almuerzo desnudo. Pero luego tenemos esos momentos Cronenberg de las conversaciones de los adolescentes en la fiestas y la escatología en general, o esas fornicaciones desesperadas en los automóviles que tanto parecen llamar la atención del director como para convertirlas en una especie de guiño o momento-cameo en mucha de sus películas. Y de repente, frente a las partes más interesantes nos encontramos una trama tan convencional y anodina como la del romance de la joven quemada a la que da vida Mia Wasikowska y el conductor de limusinas interpretado por Robert Pattinson, que parece sacada de lo más flojuno del territorio American Beauty… La secuencia más plana y prescindible de la película es la que muestra a esos dos amantes cuya historia de amor parece metida con calzador en todo el resto de la trama, en su encuentro nocturno en el descampado. Momento de bajón total.

Esa dislocación que suele aparecer en el ritmo de muchas películas de Cronenberg y que en la mayoría de ellas mantiene al espectador atento y despierto no sólo ante lo que ocurre en pantalla, sino en general frente a la naturaleza esencialmente disparatada de nuestras vidas, se convierte en este caso a ratos y en mucha menor medida que en Cosmópolis, en un brochazo negativo en el conjunto de atinadas pinceladas de sarcasmo que salpican la película.

Pero repasando algunas opiniones y calificaciones sobre la película, temo que algunos la juzguen equivocadamente y con cierto ataque de moralina más que por sus supuestos excesos y su carácter poco convencional que por su verdadera inconsistencia en esos momentos que he citado y su ligera desorientación de conjunto.

Así que estamos ante una de esas películas que en su conjunto son tres estrellas, pero en algunos de sus momentos es para ponerle cuatro estrellas. Y por estas cosas es por lo que siempre digo que hay que leerse las críticas y no quedarse sólo con el juguete o adorno de las estrellitas que encabezan estos textos. Pero, claro, si has llegado leyendo hasta aquí, eso ya lo sabes y le estoy predicando a un converso.

Miguel Juan Payán

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