Excelente comedia independiente. De la mano de una pareja en la vida real, Greta Gerwig y Noah Baumbach, que además en cine sabe hacer cosas diferentes, poderosas y muy inteligentes, sin que uno sepa muchas veces si son hípsters o se ríen de los mismos, o ambas cosas a la vez. De Baumbach, un director muy interesante, tuvimos hace apenas unas semanas Mientras Seamos Jóvenes, la historia de una pareja que para recuperar la chispa en su relación monótona, mantiene una extraña relación de amistad con otra pareja más joven, epítomes de lo hípster. Dos personajes que han envejecido y se encuentran perdidos y quieren recuperar esa juventud. Aquí el personaje de Gerwig es la eterna Peter Pan, siempre de sueño en sueño, de locura en locura, sin decidirse nunca a crecer…
Mistress America sigue la historia de una joven, Tracy, recién llegada a Nueva York para estudiar en la universidad, un lugar donde no termina de encajar, donde no consigue hacer amigos y donde se siente sola y perdida, hasta que conoce a la que pronto será su hermanastra, Brooke, una treintañera con millones de sueños, de historias, de vivencias y de locura, que sirve de inspiración para la joven Tracy y de invitación a conocer un mundo distinto al que le ofrece la universidad. Un viaje de descubrimiento y conocimiento entre ambas personas, a caballo entre la admiración personal que siente Tracy, la envidia, y el cinismo de la más joven, dispuesta a analizar a su “hermana” hasta las últimas consecuencias.
La química entre las dos actrices es sensacional, las dos caras de una misma moneda, lo que hace que nos sintamos parte de esa relación casi de familia desde el inicio. La una, tímida, ácida, siempre intentando encajar pero casi sin personalidad para hacerlo. La otra, un torbellino de emociones, que habla más rápido de lo que es capaz de pensar, que no deja a nadie indiferente a nadie a su alrededor y que supone un imán que atrae, pero que también cansa o se cansa con facilidad de la gente. Nunca sabemos si lo que cuenta es cierto o es mentira, pero no podemos dejar de observarla y escucharla. En eso radica su encanto y su poder sobre el resto de personajes, especialmente Tracy.
No, no es una comedia de grandes carcajadas, sino de sonrisa continua, ácida, sarcástica, sobre el salto a la madurez, las personas que habitan la ciudad y, cómo no, el postureo. Y se dedica, como es habitual en el cine de Baumbach, a despedazar desde dentro todo lo que significa, a repasar las relaciones entre seres humanos, lo que nos mueve y nos motiva hoy en día, y al mismo tiempo muchos de los defectos y faltas de la situación social moderna. Quizá a los que no somos de Nueva York se nos escapen muchos detalles, pero con lo que nos quedamos es con una película muy divertida, inteligentemente escrita, brillantemente interpretada y con mucho, mucho sentido del humor, sin escapar del drama que la vida de los personajes acaba provocando. Una pequeña joya para todos los cinéfilos.
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