Crítica de la película Nación Cautiva
Astuto giro en el planteamiento de Distrito 9 en busca de reinventar el subgénero de invasiones extraterrestres.
Echábamos de menos la vuelta del director Rupert Wyatt a la ciencia ficción tras sentar las bases en El origen del planeta de los simios de una de las mejores trilogías del género. De hecho, la historia de César presenta suficientes puntos en común con Nación cautiva como para poder afirmar que existen una serie de constantes temáticas en su filmografía: la privación de libertad, la seguridad y el control vs la libertad, la llamada a la rebelión para combatir la represión o cómo la ausencia de la familia moldea nuestra personalidad.
En Nación Cautiva un joven que forma parte de un grupo de rebeldes intenta plantar cara a los humanos colaboracionistas y a los aliens que se adueñaron del planeta hace diez años. Un punto de partida que tiene ecos de la actualidad, con las políticas migratorias de Donald Trump o el ascenso de la ultraderecha en Europa, y que define perfectamente el tono de la película: una distopía en forma de thriller político de espías. Quien espere explosiones, testosterona y patriotismo rancio en la línea de Independence Day o Transformers se ha equivocado de sala. Si tuviéramos que definirla, sería como un cruce entre Distrito 9 (cambiando a los aliens por humanos como especie sometida) con la saga de Jason Bourne y los ideales políticos de V de Vendetta. Si quitáramos a los aliens el resultado sería prácticamente el mismo, y ahí residen sus virtudes y defectos.
La película de Wyatt tiene buen ritmo (el montaje y la dirección cámara en mano beben del cine de Greengrass) y las sorpresas, giros de guión, gadgets y “agentes dobles” que demandan los aficionados del género. Hasta tiene uno de esos giros finales que hacen que te replantees todo lo que has visto justo cuando pensaba que no podía ser más conservadora; pero no consigue calar emocionalmente debido a lo planos que son todos los personajes, desde el de John Goodman, que dignifica el papel gracias a sus tablas, pasando por un protagonista sin garra al que solo le insufla vida la pérdida de su hermano y un grupo de rebeldes sin personalidad en una misión suicida. De la presencia anecdótica de Vera Farmiga y Madeline Brewer mejor no acordarse solo por el tufo machista que desprenden sus personajes. Como thriller de espías se queda a medio gas porque todo suena a déjà vu, se echa de menos que profundicen en las políticas llevadas a cabo por los extraterrestres y las medidas de control de la población para así poder verlos como una auténtica amenaza. Tienen muy poca presencia en pantalla, seguramente por cuestiones presupuestarias, y la invasión al final solo sirve como contexto para situar la historia. La aparición de los aliens evidencia lo poco aprovechada que está la puesta en escena y la falta de acción y tensión en secuencias como la del estadio o la escena del autobús con los cazadores, que deberían haber tenido más protagonismo.
Prometía mucho más de lo que finalmente termina ofreciendo, pero con una cartelera invadida por remakes, reboots y secuelas, es de agradecer la llegada de una película que destila un poco de originalidad y atrevimiento sirviéndose de la hibridación de géneros.
Alejandro Gómez
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