Crítica de la película Personal Assistant
Película sobre el mundo de la música en clave amable, ideal para los tiempos que corren.
Una feel good movie que no intenta sorprender a nadie en líneas generales, simplemente contar una historia amable, divertida, humana y con buena música, que nos presente a un grupo de personajes singulares y que además nos deje una buena sensación en el cuerpo al terminar. La película juega sus bazas sabiendo que el espectador conoce perfectamente cómo va a terminar la misma desde la escena de inicio. No hay sorpresas en ese sentido, y no pasa nada porque no las haya. La película intenta transmitir un mensaje luminoso y positivo. De hecho, cuando quiere sorprender es cuando se equivoca y consigue que desconectemos de la historia. Porque no importa saber el final, importa que el camino sea satisfactorio.
Dakota Johnson interpreta a una asistente personal, la de una diva de la música que está en plena madurez y no sabe cómo aceptar que su carrera debe cambiar en un sentido u otro. Johnson es su asistente, sí, pero sueña con ser productora, lo que la lleva a conocer a un joven cantante callejero que es mucho más de lo que aparenta, y con el que empieza a trabajar. Con esos elementos, les digo que no es muy difícil saber cómo se va a desarrollar la historia, sobre todo si tenemos en cuenta que lo que pretende Personal Assitant es alejarnos del lado turbio de la fama, dejando el sexo, las drogas o el alcohol a un lado. Hay ego, y hay errores, pero sobre todo hay humor, el campo donde mejor funciona la película.
Johnson y Tracee Ellis Ross son las dueñas y señoras de la película. Es cierto que en principio el personaje de Johnson se parece demasiado a su Anastasia en la saga Cincuenta Sombras… apocada, tímida, sin ser capaz de decir lo que piensa ni mirar a los ojos… Y debe alejarse ya de esos personajes. Pero la cámara la quiere, indudablemente, y la actriz lo aprovecha para por ejemplo, desmantelar a su compañero de reparto Kelvin Harrison Jr. Ice Cube hace de… bueno, hace de Ice Cube, mientras que la película desestima la presencia de nombres como Bill Pullman o Eddie Izzard a los que desaprovecha demasiado.
La directora Nisha Ganatra tiene suficiente experiencia en cine y televisión como para comprender las necesidades de la historia, con ese Los Angeles de ensueño, esa fotografía luminosa, ese viaje al lujo y al poder en la ciudad… Y cuando el guión cae en el humor, funciona como un reloj, algo que sobre todo se ve en los ataques de diva de Ross (¿cuánto habrá sacado de su madre, Diana Ross?) o el personaje de Gail (June Diane Raphael). Pero le sobra romance y cuando en el tercio final incorpora una sorpresa al guión, se tambalea porque no tiene demasiado sentido. Y no le hace falta, la verdad. Funciona muy bien en sus parámetros y no es necesario que pretenda ser lo que no es. Porque justo en ese instante cae en el telefilm. En lugar de la película que realmente es.
Jesús Usero
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