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martes, diciembre 10, 2024
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Piratas del Caribe, la venganza de Salazar ***

Piratas del Caribe, la venganza de Salazar ***Mejor que la cuarta película de la saga, mejor al principio que al final.

Entra bien en principio esta quinta entrega de la saga. Y es meritorio, porque ya van cinco películas y claramente la capacidad para sorprender de la franquicia se va reduciendo a ojos vista, aunque en su primera hora de proyección esta película todavía demuestra que el cesto sigue teniendo suficientes mimbres para entretener. Otra cosa es el bajón de agotamiento de la fórmula que se observa en la segunda hora de proyección. Pero vamos por partes, como Jack el Destripador.

La primera hora de la película es un buen ejemplo de cine de evasión y entretenimiento capaz que emula en algunos momentos resultados de la primera película, al menos en su ritmo y en su tono. A esa etapa pertenece, más o menos, el diálogo entre Depp y Kaya Scodelario en el cadalso, que es un juego de humor en el seno del cine de aventuras muy competente y además ha sido una de las herramientas más eficaces de esta saga nacida del solapamiento o hibridación de géneros tan eficaces como las aventuras y el terror de clave fantástica para todos los públicos. Y es precisamente en esa escena del cadalso donde la película alcana su pico de máxima eficacia como vehículo de evasión enlazado con el tono y el dinamismo de La maldición de la Perla Negra. Paradójicamente es también en ese momento donde la película empieza a decrecer y repetirse, dando paso a un chiste visual con poca gracia, relacionado con el instrumento de ejecución que da vueltas, y vueltas, y vueltas… como de hecho va a dar el propio argumento a partir de ese momento, produciendo la sensación de que los personajes van de un lado a otro, casi como pollos sin cabeza, sin que quede nada claro que realmente se dirijan a algún sitio narrativamente hablando, aunque en el argumento finalmente han emprendido la búsqueda del tesoro fantástico que toca en esta ocasión y que es en sí mismo una reiteración de la búsqueda de instrumentos fantásticos en películas anteriores. Entra entonces La venganza de Salazar en una especie de caos que repite esquema y propuestas de las cuatro películas que la preceden, dando poca opción a que elementos nuevos incorporados al relato en esta ocasión puedan brillar para paliar los efectos de la repetición de un Depp que parece ya algo cansado de ser, otra vez, el Capitán Jack Sparrow, aunque a decir verdad, cuando intenta salir del cauce trazado como actor de personajes extremos y disparatados para intentar un registro más normal no suele irle demasiado bien ni con la crítica ni con el público. Me imagino que para el actor esta situación de etiquetado como “experto en tipos raros” debe ser como estar encerrado en una jaula de oro de su propio encasillamiento y repetición de Sparrow hasta el infinito.

La primera hora de la película es un buen ejemplo de cine de evasión y entretenimiento capaz que emula en algunos momentos resultados de la primera película, al menos en su ritmo y en su tono. A esa etapa pertenece, más o menos, el diálogo entre Depp y Kaya Scodelario en el cadalso, que es un juego de humor en el seno del cine de aventuras muy competente y además ha sido una de las herramientas más eficaces de esta saga nacida del solapamiento o hibridación de géneros tan eficaces como las aventuras y el terror de clave fantástica para todos los públicos. Y es precisamente en esa escena del cadalso donde la película alcana su pico de máxima eficacia como vehículo de evasión enlazado con el tono y el dinamismo de La maldición de la Perla Negra. Paradójicamente es también en ese momento donde la película empieza a decrecer y repetirse, dando paso a un chiste visual con poca gracia, relacionado con el instrumento de ejecución que da vueltas, y vueltas, y vueltas… como de hecho va a dar el propio argumento a partir de ese momento, produciendo la sensación de que los personajes van de un lado a otro, casi como pollos sin cabeza, sin que quede nada claro que realmente se dirijan a algún sitio narrativamente hablando, aunque en el argumento finalmente han emprendido la búsqueda del tesoro fantástico que toca en esta ocasión y que es en sí mismo una reiteración de la búsqueda de instrumentos fantásticos en películas anteriores. Entra entonces La venganza de Salazar en una especie de caos que repite esquema y propuestas de las cuatro películas que la preceden, dando poca opción a que elementos nuevos incorporados al relato en esta ocasión puedan brillar para paliar los efectos de la repetición de un Depp que parece ya algo cansado de ser, otra vez, el Capitán Jack Sparrow, aunque a decir verdad, cuando intenta salir del cauce trazado como actor de personajes extremos y disparatados para intentar un registro más normal no suele irle demasiado bien ni con la crítica ni con el público. Me imagino que para el actor esta situación de etiquetado como “experto en tipos raros” debe ser como estar encerrado en una jaula de oro de su propio encasillamiento y repetición de Sparrow hasta el infinito.




Pasando revista a los elementos que deberían haber renovado la franquicia y aportar novedades a esta entrega, el balance no es demasiado positivo. Primero queda claro que, más allá de su posible proyección de futuro, ni Kaya Scodelario es Keira Knightley ni Brenton Thwaites es Orlando Bloom. Al menos no lo son ahora con el gancho ante las cámaras que tuvieron Knightley y Bloom en La maldición de la perla negra. Por otro lado los personajes de Scodelario y Thwaites están concebidos para recibir ese legado, pero no están respaldados por el guión para alcanzar el mismo nivel de sus precedentes, aunque sí mejoran el fallido intento de montar algo parecido con la joven pareja formada por Sam Claflin como Philip y Astrid Bergès-Frisbey como Syrena en la película anterior, En mareas misteriosas. Por lo que se refiere al antagonista de esta entrega, Javier Bardem, han cometido el error de convertirlo en la mayor parte del metraje en un dibujo animado de alta tecnología, lo que resta poderío a su aporte al conjunto. Buena prueba de ello es que en las secuencias en que le vemos en carne y hueso da una idea de lo mucho más que habría podido hacer para mejorar el resultado final de esta película. De hecho, el Salazar de Bardem, cuando Bardem es Bardem y no un efecto visual (que no obstante el actor español defiende muy bien a base de voz y de ese arrastre de las r cuando menta a Sparrrow) me ha hecho pensar en que me apetece mucho ver una película sobre ese personaje, en carne y hueso, cazando piratas, un efecto parecido al de todos aquellos espectadores que viendo la serie The Walking Dead estamos más interesados en ver capítulos de El Gobernador y de Negan que cualquier historieta que nos cuenten de Rick y sus secuaces. Bardem aquí está desperdiciado a un nivel similar a como desperdiciaron a Ian McShane como Barbanegra en la película anterior. Parece ser un sello de identidad de esta franquicia no sacarle todo el jugo a sus antagonistas en sus últimas entregas (algo mejor le fue a Bill Nighy en la segunda, aunque no así en la tercera). A poco que le dejen operar, Bardem es como Nitro en los motores de los coches de la saga Fast and Furious. Pero aquí no le han dejado. En cuanto a Geoffrey Rush, el personaje de Barbossa se ganó un puesto como fijo de la saga y ha sido siempre un pilar en el que se sujetaba el paulatinamente repetitivo Sparrow de Depp, pero aquí da la sensación de que han pensado en él demasiado tarde para darle paso en el guión. Su cruce con Sparrow llega demasiado tarde. Su trama de pasado y vinculación con otros personajes, por decirlo así, que suena a Deus Ex Machina, un porquesí de tres pares de narices, también llega demasiado tarde y entra en la corriente argumental sin fuerza, metida casi con calzador y precipitadamente para propiciar un desenlace en el tercer acto que realmente no llega a emocionar.

De manera que tenemos, en positivo, una primera hora u hora y pico de entretenimiento garantizado, en una línea de emulación de la primera entrega que me ha recordado el tono gamberro y desenfadado de humor que manejara el clásico del cine piratesco cruzado con comedia El temible burlón, protagonizado por Burt Lancaster. Y luego tenemos una caída hacia el caos y la desorientación que se ampara esencialmente en la repetición de cosas que ya nos han contado antes, lo que da como resultado una cierta sensación de agotamiento de la franquicia.

En cuanto a su naturaleza o etiquetado como producto industrial, la película es un desigualmente desordenado batiburrillo que por la línea cronológica de su argumento es una secuela de las anteriores entregas pero a ratos opera como relanzamiento (reboot o remake) de la primera película (supongo que buscando no arriesgar demasiado), y al mismo tiempo oficia como precuela, incorporando pinceladas del origen de algunos personajes. No haré spoilers, pero esas historias de origen son bastante flojas todas, salvo la que arranca la película con el personaje de Twaithes que es un buen anzuelo para atrapar el interés del espectador al principio, aunque luego ese personaje no esté igualmente bien defendido en guión.

Miguel Juan Payán


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