Comedia fantástica de instituto a la española, que genera carcajadas a la vez que evoca un cine ya desaparecido. Hablamos del cine de los años 80, claro, ese lleno de comedias y películas de aventuras de corte juvenil que llenaban las carteleras y que convirtió a actores como Michael J. Fox y directores como John Hughes o Robert Zemeckis en los reyes de aquella década. Ese cine con el que muchos nos hemos criado, algo casposo a veces, algo alocado, pero del que siempre tenemos nostalgia. Promoción Fantasma viene a llenar ese vacío más que a mirar con melancolía al pasado, y lo hace tamizando todo con un sentido del humor gamberro y arrollador muy nuestro.
La segunda película de Javier Ruiz Caldera, el director de la hilarante Spanish Movie, se arriesga en un terreno poco o nada transitado por el cine español, y lo hace con encanto y mucha inteligencia, bordeando los caminos del exceso para traernos un grupo de personajes a cuál más peculiar, con algunos de ellos como auténticas fieras que se comen la pantalla cada vez que aparecen y que aportan unos momentos de humor sinceramente brillantes, que arrancan carcajadas y funcionan a la perfección. Todos ellos giran en torno a la figura de Modesto, el personaje central interpretado por un magistral, como siempre, Raúl Arévalo. El actor, siempre bien acompañado, coge un personaje como éste en una película sencilla y sin pretensiones más allá de entretener, y le insufla una vida a través de las miradas, la voz y los pequeños detalles que lo convierten en único.
Digo bien acompañado porque el reparto hace un magnífico trabajo, desde el contrapeso para Arévalo que supone Alexandra Jiménez, que tiene algo especial para la comedia, al grupo de chavales, vivos y muertos, compuesto por Andrea Duro, Jaime Olías, Álex Maruny, Aura Garrido, Anna Castillo y Javier Bódalo, quien, sin restarles méritos a los demás, se convertirá en referente de la película, pues cada una de sus apariciones asegura carcajadas con su eterna borrachera. O la presencia de gente como el gran Luis Varela, Joaquín Reyes, Carlos Areces o Silvia Abril, con apariciones que seguro serán recordadas por el público (hay una posesión simplemente brillante, o las visitas al psiquiatra, por no hablar del discurso final…).
Como decía antes la película no tiene más pretensión que divertir, cosa que consigue sin despeinarse, ganándose el corazón del espectador con su ternura y su buen hacer. Podría haberse ido de las manos de sus responsables pero siempre la mantienen dentro de unos límites muy inteligentes, con mucho cariño por sus personajes. Sí es cierto que la primera parte de la película tiene menos risas que lo que sucede a partir de que los fantasmas gobiernan la cinta, pero ese pequeño bache se remonta rápido y aun así tiene momentos tan geniales como los alumnos raperos.
Es divertida y de eso se trata. Diferente a lo que se hace en España. Con carisma (el personaje de Pinfloy si la película funciona en taquilla va camino de personaje de culto) y con un reparto que se nota que se lo ha pasado en grande y transmite esa sensación al espectador. Se merece la mejor de las suertes, porque dentro de la agotada filmografía nacional, esto es como encontrar cine independiente de autor en otros países. Y encima funciona… De lo más divertido, gamberro y simpático que uno puede echarse a la cara.
Jesús Usero
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