Final espectacular pero insuficiente. Dwayne Johnson ha hecho de su carrera un fortín, rodando películas con un ritmo imposible para otros y participando en todos los proyectos jugosos que uno pueda pensar, de cara a la taquilla, para convertirse en la estrella de cine del momento (y también de televisión), con éxitos espectaculares como Un espía y medio, San Andrés, la saga Fast and Furious o, cómo no, Jumanji, convertida ya en la película más taquillera en la historia de SONY en USA. Ese ritmo también hace que algunas películas salgan un poco más “reguleras” que otras y sean una fórmula, un resultado de fábrica, de hacer películas en cadena y no tanto de cuidar cada producto individualmente. Proyecto Rampage es una de esas ocasiones.
Tomando como punto de partida el videojuego del mismo título, que no es que tuviese precisamente un argumento del que sacar una película, Proyecto Rampage cuenta una historia centrada en Johnson, un experto en primates y antiguo miembro de las fuerzas especiales (sí, no es broma) y un gorila albino al que ha criado y con el que mantiene un fuerte vínculo, que se ve roto cuando el gorila es afectado por un experimento y, junto a otros dos animales, se convierte en una fuerza de destrucción que arrasa ciudades. Que el juego no tenga una historia o un universo complejo al que hincarle el diente era una ventaja para esta producción, pero no han sabido aprovecharlo y han tirado por el camino del tópico.
Se nota en Proyecto Rampage que, pese a tener un presupuesto de 120 millones, no llega para plasmar en pantalla lo que realmente el espectador quiere ver. Las casi dos horas de duración nos llevan de un tópico a otro entre personajes mal construidos, del que sacan un jugo enorme los actores, empezando por el carisma de Johnson y pasando por la villana Malin Akerman o Jeffrey Dean Morgan, que se nota se lo han pasado pipa en el rodaje. Pero milagros no se pueden hacer. La historia está lastrada por momentos supuestamente dramáticos que no nos creemos como espectadores, porque en realidad estamos esperando ver a los bichos destrozar ciudades, que es para lo que hemos pagado la entrada realmente.
Y ese momento llega cuando entramos en el último tercio de película. Lo que tenía que haber sido una película Syfy con esteroides, una propuesta ridícula que no se toma en serio a sí misma pero en esta ocasión con un presupuesto enorme, se convierte en una producción entretenida pero con menos humor del necesario, con demasiados tópicos y que no termina de despegar. La escena del grupo militar de Joe Manganiello es buena prueba de lo que tenía que haber sido este proyecto. Del camino a seguir. Un momento de acción y suspense espectacular, que se ve menos de lo necesario. Y que necesitaba más humor autoparódico, y menos momentos de supuesto drama. Queda una propuesta simpática, que no termina de cuajar pese a sus espectaculares últimos minutos, donde se muestra lo que realmente todos esperábamos de la película.
Jesús Usero
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