Crítica de la película Rocketman
Buena película en la fórmula de biografía musical con un Taron Egerton sobresaliente.
Soy consciente de que es demasiado pronto para pensar en en los nominados a los más celebrados galardones en la producción de este año, pero no sería nada raro que si la memoria hace su trabajo a pesar de lo lejos que pilla la temporada de premios, veamos a Taron Egerton en la lista de candidatos de premios correspondientes a 2019. Lo merece tanto por su trabajo ante las cámaras como por la inteligencia que ha aplicado al mismo y la desbordante energía con la que defiende el nada fácil encargo de dar vida a esa volcánica entidad musical que es Elton John.
La puesta en escena se alía con Egerton para aplicarle una demoledora potencia de arranque a este largometraje que recoge algunas de las mejores características de los musicales y el estilo de Alan Parker, a los que recuerda sobre todo en su primera parte, e incluye secuencias y planos tan bien construidos como el del momento en que la familia de Reginald escucha por primera vez a Elton John en el piano de la casa en el que lleva tocando desde la infancia. Con Reginald/Elton en primer plano y la madre al fondo con vestido azul y encuadrada por la puerta, esa escena es una definición mucho más perfecta de la verdadera magia de la música del protagonista que la posterior secuencia dedicada a su primer concierto en Estados Unidos dando el mítico salto junto al piano que iba a definir el espectáculo Elton John que siempre ha acompañado al músico Elton John.
Es en las secuencias del entorno privado y familiar de la juventud del protagonista donde más y mejor brilla la calidad realmente cinematográfica de esta película y su cercanía al cine de Alan Parker. La meticulosidad y el cuidado puesto en la recreación del pasado desde el presente del personaje sometiéndose a la terapia evidencia además un buen ritmo de narración, muy fluido, una manera muy creativa de incorporar los temas musicales reinterpretados para las necesidades de la película a las imágenes que van construyendo esa imagen de Reginald convirtiéndose en Elton John, que es el asunto y el camino para abordar el tema de la inocencia rota y la infancia latente que no acaba de abandonar al personaje hasta que éste hace las paces con ese pasado ajustando cuentas pendientes.
He hablado del ritmo y lo cierto es que en ese aspecto hay una parte del largometraje que se hace algo más reiterativa en los conceptos, por ejemplo en la satanización del personaje del amante-representante y en el reparto de culpas a la madre y el padre, que claramente están establecidas ya de partida, de forma más sutil y elocuente en la primera parte del largometraje. La última discusión con la madre reitera por ejemplo lo ya expuesto en secuencias anteriores y soberbiamente rematado desde la sencillez con la llamada telefónica desde la cabina. No hacía falta abundar más en ello. También sobran una o dos escenas del amante. Y además eso hace que en el tercer acto, después del momento piscina, el ritmo se precipite en exceso para llegar a un desenlace que nos deja con ganas de más secuencias para esa parte final. Aunque por lógica y orden argumental se haya querido asociar la historia a la rehabilitación, una buena idea que marca el pulso del relato muy bien.
A pesar de todo ello, la película acierta en ser algo más que mera ilustración visual para meter un puñado de temas musicales del repertorio de Elton John, algo que sí podría decirse de otros largometrajes de este mismo tipo. Muy al contrario, está construida como una buena película dramática que aborda con habilidad ese tema de la pérdida de la inocencia y el peso del pasado en el argumento del juguete roto por la fama, si bien para mi gusto han dedicado demasiado tiempo en repartir culpas a modo de justificación que el protagonista no necesita, como demuestra la secuencia en la que admite que no se arrepiente de la vida que ha llevado.
Es por eso que la parte final después del descenso a los infiernos puede antojarse demasiado breve y algo superficial frente a todo lo visto anteriormente.
Miguel Juan Payán
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