Mucho se ha hablado en los pasados meses sobre la secuela de El Hombre de Acero, cuyo título provisional es Batman vs. Superman. La llegada de Ben Affleck como Batman, Jesse Eisenberg como Lex Luthor, Gal Gadot como Wonder Woman o Jeremy Irons como Alfred, han provocado polémica entre los seguidores, que se suman al anuncio de que Warner retrasaba la película hasta 2016, donde ahora coincidirá el mismo fin de semana que Capitán América 3. Para rematar la faena, la única parte de la película que hasta los detractores aplaudían, la presencia de Russell Crowe como Jor-El y Krypton, no regresarán en la secuela, como ha confirmado el propio actor en recientes declaraciones a Yahoo, donde decía que no creía que le usaran de nuevo y que la película iba a seguir un camino completamente diferente con dos mundos de superhéroes chocando frente a frente.
Y aquí me planto yo. No he criticado ni una sola de las decisiones de Warner con respecto a esta secuela desde el inicio. Es más, las he defendido a capa y espada porque creo que pueden funcionar en manos de Zack Snyder y porque creo que hay que esperar antes de juzgar esos cambios. Pero la falta de Jor-el, el enorme Russell Crowe… por ahí ya no paso. A no ser que se deba a que la compañía está preparando la tan ansiada precuela de Krypton con Crowe y Michael Shannon repitiendo sus papeles de El Hombre de Acero y que tanto tiempo llevamos pidiendo muchos. Mientras, la falta de Crowe en la segunda parte de El Hombre de Acero, nos quita no sólo a un gran actor, sino uno de los referentes del personaje central, el tema padre/hijo que tanto ha definido al personaje a lo largo de los años. Porque Costner está claro que tampoco volverá, ¿no?
Jesús Usero
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