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miércoles, octubre 9, 2024
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San Andrés **

San Andrés **San Andrés. Catástrofes con mucho efecto visual espectacular y un guión bastante flojo y previsible.

No nos engañemos: el cine de catástrofes siempre ha sido una acumulación de tópicos encadenados con numerosas secuencias de acción trepidante y poco más. Lo que ocurre con San Andrés es que lo apuesta todo por el espectáculo visual y no le hace el menor caso a la construcción dramática imprescindible, por limitada que sea, para que funcione mínimamente el propio espectáculo de catástrofe, que siempre ha sido mezcla de melodrama sencillo, panfleto moralista modo “Antiguo Testamento” y advertencia bíblica para la protección de los valores de la familia. Su guión no hace el menor esfuerzo por estar a la altura del despliegue visual y el esfuerzo de producción llevado a cabo para poner la película en pantalla. Es más: incluso parece empeñado en zambullirse de cabeza en todos los tópicos y cometer todos los errores propios del tipo de subgénero en el que se mueve, regodeándose en ellos. Además está mal construido y peor equilibrado, hasta el punto de que tiene que prescindir de manera abrupta de varios personajes de los que se libra de manera un tanto chapucera, de prisa y corriendo.  Es el caso de  la “contribución” o cameo de Kylie Minogue, cuya salida de escena es incluso hilarante, por ridícula, o de la pobre contribución del personaje de Ioan Gruffud, Will Yun Lee o Colton Haynes. El poco tiempo para desarrollar en pantalla otra cosa que no sean secuencias de destrucción convierte el guión en una acumulación de frases tópicas y “momentos emotivos” metidos con calzador, como las conversaciones y resolución del conflicto emocional de la pareja en trámites de divorcio interpretada por Dwayne Johnson y Carla Gugino, o el topicazo de la pareja juvenil. Así que por muy bien servida que esté la película en todo lo referido a destrozo visual, con varios terremotos, un maremoto y otras catástrofes, su guión la lleva por el peor camino de cine de explotación de pobre contenido narrativo y con Dwayne Johnson en un papel que no le pega nada, por mucho que Gugino haga todo lo que está en sus manos para prestarle solidez. Argumentalmente, es como una hermana menor de los disparates catastróficos más ambiciosos dirigidos por Roland Emmerich, El día de mañana, de la que toma prestada con singular descaro la trama de rescate del hijo, y 2012, con la que comparte una especie de reto de poner a prueba la suspensión de credibilidad del espectador ante este tipo de películas, con un rescate/huida por tierra, mar y aire que no obstante no es es tan disparatado como el de aquella. Precisamente eso me lleva a pensar que San Andrés es víctima de cierta incapacidad para definirse a sí misma y reconocer su verdadera naturaleza de evasión disparatada, pura y dura, a calzón quitado, en la que suele prodigarse y refocilarse incluso el cine de Roland Emmerich. San Andrés peca de ingenua intentando aportar al cine de catástrofe una ligera  y falsa pátina de verosimilitud y “realismo” que la aleja del espectáculo desproporcionado habitual en los festines catastrofistas de Emmerich. Su guión no le permite ponerse a ese nivel de construcción dramática “realista” ni siquiera según los parámetros que el cine hollywoodiense suele trazar para este tipo de proyectos. Basta con que piensen en cómo abordó el cine previamente este subgénero en los años setenta en películas como La aventura del Poseidón, El coloso en llamas o Terremoto para entender a qué me refiero.

 

Miguel Juan Payán




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