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jueves, abril 25, 2024
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Sharknado, el último fenómeno friqui

Ayer el canal Syfy puso en práctica la mejor fórmula para presentar la última gamberrada audiovisual de la productora The Asylum: Sharknado, que se ha convertido en la película más tuiteada de la historia (ver artículo de mi colega Jesús Usero en esta misma página web).

El canal televisivo de la ciencia ficción decidió reunir a público y periodistas en la sala de proyección de la Academia del Cine en Madrid para proyectar la película en una sesión friqui. Se trataba de crear el ambiente más apropiado para hacer que las virtudes del despropósito gamberro filmado por The Asylum sobre tornados y tiburones que caen el cielo en la desprevenida California pudieran brillar en plenitud, deslumbrando al respetable con una impresionante gama de gestos desafiantes a la cordura cinematográfica que suelen caracterizar a las películas filmadas por esta productora de cine Z que además está orgulloso de ser una delicatesen para las sesiones trash.

Convocados a las 21 horas (media hora antes del estreno de la película en Syfy), los invitados al evento nos encontramos en la sala con un tiburón hiperactivo y tan saltarín como un canguro empeñado en atacar a las féminas del público al grito de “¡Voy a tener crías contigo y luego voy a comerte!”, seguido por la proyección de varias piezas dedicadas a analizar asuntos clave en las producciones de The Asylum:  los secundarios, las reporteras intrépidas, el fin del mundo y los adolescentes, para ir calentando motores sobre lo que nos esperaba en la proyección de Sharknado. Añadan a eso la presentación de un Eduardo Casanova en clave de disparate sacando el máximo partido a la actuación del rapero Alvaro Colina y su rap dedicado a Sharknado,  y un reparto de camisetas a brazos alzados con el personal dando botes en las butacas como una horda poseída por el virus de las rebajas, y tendrán una idea aproximada de la ceremonia de precalentamiento de la proyección en la que me vi envuelto ayer.  

El resultado: memorable. Un rato muy divertido viendo una de las gamberradas más insolentes de la productora The Asylum en una pantalla grande y rodeado de friquis en su mayoría dispuestos a pasarse la proyección compitiendo con los diálogos de la película a base de comentarios chispeantes y gritos de apoyo y críticas a los momentos culminantes de la acción, como si del enardecido público de un combate de lucha libre mejicana se tratara, recuperando el espíritu guerrero de aquellas sesiones de cine de barrio en programa doble y sesión continua de los años setenta y ochenta, donde el término “interactivo” alcanzaba un significado muy especial…

Sharknado merecía este tipo de puesta de largo, porque es una de las más disparatadas propuestas de The Asylum y el canal Syfy y reúne todas las características que definen esa peculiar forma de entender el cine Z, lo que yo prefiero llamar cine de mazmorra, por aquello de disfrutarlo con cierto puntito sadomasoquista, presas de una complicidad culpable con los despropósitos que aparecen en la pantalla, medio a oscuras y encadenados, en el lugar más recóndito del castillo, allí donde no se escuchan las risas o los gritos, para disfrutar mejor en compañía de otros y predispuesto a ser cómplices culpables de una especie de acto de rebelión contra todo lo establecido por las normas y códigos narrativos del cine y la televisión.

Dicho más claro: Sharknado es una gamberrada en toda regla. Como casi todas las producciones de The Asylum. Renuncia a ser otra cosa. Abraza con alegría insolente su personalidad de acto cinematográficamente impuro, de película perpetrada con alevosía y nocturnidad. Está dispuesta a reescribir el alfabeto destinado a definir la bondad o maldad cinematográfica añadiendo una nueva letra más allá de la Z, porque la calificación de serie Z se le queda corta.

Y todo eso es lo que hace de esta propuesta un fenómeno tan interesante, que como suele suceder en tantas otras ocasiones ha sido advertido y apreciado antes por las hordas de aficionados más friquis que por los intelectuales, críticos y periodistas encargados de juzgar y etiquetar estas cosas del audiovisual.

De ahí que se haya convertido en la película más tuiteada de la historia. Era inevitable que se produjera esta especie de flechazo entre los tuiteros y una película voluntariosamente aplicada a maltratar las directrices cinematográficas más esenciales con tanto descaro. Eso es amor a primera vista entre una película que quiere ser mala y unos aficionados que quieren ser sus víctimas.

Sharknado, el último fenómeno friqui

            Sharknado, como tantas otras producciones de The Asylum, le ha dado la vuelta a la tortilla convirtiendo en sus puntos fuertes lo que en otras películas pretendidamente serias son fallos garrafales. Así que la clave de su éxito está en que es voluntariamente mala, serie Z de primera calidad, pata negra del cine mazmorrero y mamporrero. Una gozada. Todo consiste en saber decodificarla adecuadamente.

Algún compañero la comparaba con la serie de disparates de Troma, pero como pude confirmar ayer viendo  Sharknado, las producciones de The Asylum, que comenzó su andadura inundando el mercado del DVD con variantes de las grandes producciones de los estudios de Hollywood copiando el título y el tema de las mismas para aprovechar unas semanas antes del estreno en cines esos lanzamientos hollywoodienseses (ejemplos: I am Omega aprovechando Soy leyenda con Will Smith, Alien vs Hunter anticipándose al estreno de Alien vs Predator: Réquiem, Transmorphers intentando rebañar el lanzamiento de Transformers, Allan Quatermain y el Templo de las Calaveras antes de Indiana Jones y el reino de la calavera de cristal, Age of Hobbits antes de El Hobbit, Atlantic Rym antes de Pacific Rim, etcétera) son algo completamente distinto. Troma es autoparodia aplicada a la sátira del género fantástico y de terror, mientras que películas como Sharknado, Megapiraña, Megashark vs. Crocosaurus, Jurassic Shark son la declaración de guerra de The Asylum a cualquier asomo de orden, concierto y cordura en la narración de tramas para el cine o la televisión. La estrategia es clara y en Sharknado queda aún más clara. El plan de batalla de The Asylum empieza por pensar el argumento más infame lanzado como un guante de reto en el duelo con el espectador. En este caso: cientos de tiburones atrapados por un tornado que se abate sobre las costas de California y da lugar a chispeantes frases de los protagonistas dignas del cine porno más desbaratado a las que además los dobladores españoles les han sacado brillo, como: “¡Hay tiburones por las calles y tenéis uno en vuestra piscina!”, o “¡Voy a sacar el tiburón de la casa!”… El segundo paso es poner a trabajar al personal de F/X por ordenador para que se monten la catástrofe como mejor les cuadre, algo que sirva para adornar un cartel promocional espectacular que es la verdadera alma de la fiesta y de paso ponga algo de caña visual estilo blockbuster en la pantalla.

Luego hay que elegir a los actores menos adecuados para cada personaje y secuencia. Un ejemplo, en el tercer acto de Sharknado la protagonista femenina de la película va a revelar el secreto de la cicatriz que lleva en la pierna a uno de sus compañeros de odisea tiburonesca, escena de alto contenido dramático que viene servida por unos contraplanos del actor en cuestión con cara de empanado total. Añadan a eso el diálogo disparatado y absurdo de la chavala, que saca brillo al tópico con total impudicia, y súmenlo a una frase final que ningún guionista en su sano juicio hubiera utilizado jamás.

En montaje esencial conseguir que casi ningún plano monte bien, saltarse todas las normas que hacen que el público se meta en la película, porque de todos modos el público ya va a estar conjurado para meterse en la película él solito a golpe de cachondeo cómplice con el disparate que se le propone, toda vez que han aceptado la propuesta argumental de partida, recuerden: un tornado que dispara escualos como proyectiles por todas partes…

Finalmente es esencial contar con un final obscenamente exagerado de esos que consiguen que una sala llena de friquis tenga ganas de ponerse en pie y hacer la ola.

Todo eso es lo que ha convertido Sharknado en un fenómeno en twitter y una curiosa muestra de cine friqui afincado voluntariamente más allá de la calificación Z y capaz de proporcionar un rato muy divertido incluso una vez terminada la proyección, cuando algunos espectadores luchan a brazo partido por intentar explicar lo inexplicable y caen en la trampa de analizar el asunto aplicándole los códigos, recursos y maneras de la crítica cinematográfica más convencional, destacando todos esos fallos que no son tal, en tanto los responsables de la película los han cometido VOLUNTARIAMENTE, para echarse unas risas con el público.

Miguel Juan Payán

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