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viernes, abril 19, 2024
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Star Trek: en la oscuridad ****

Star Trek: en la oscuridad ****


Star Trek: en la oscuridad. Aún mejor que la primera entrega. Mezcla perfecta de aventuras y ciencia ficción. Pistas para Star Wars VII.

J.J. Abrams vuelve a la franquicia de Star Trek y deja claro por qué desde el momento en que decidió abordar la misma tomó como referente a la tripulación de la serie clásica, Kirk, Spock y compañía. Es la que mejor se ajusta a su estilo e inquietudes como creador de series y narrador de historias tanto en la televisión como en el cine, que en esta ocasión le ha llevado a perfeccionar el esquema argumental de la primera entrega trabajando sobre un curioso ejercicio de hibridación de esos personajes de la serie y las películas de la tripulación clásica de la Enterprise con un arranque que parece sacado de una entrega de las aventuras de Indiana Jones y casi no para ya hasta el final de esta brillante segunda entrega.

De los estrenos que he visto hasta el momento en este verano tan repleto de superproducciones dedicadas al ocio y la evasión, me atrevo a decir que Star Trek: en la oscuridad es la segunda mejor propuesta junto con El hombre de acero, con la que tiene unos cuantos puntos en común. El motivo es que Abrams ha conseguido sacarle todo el jugo a la mítica de los viajes de la Enterprise conduciéndola con pulso cada vez más firme por esa especie de línea paralela a la de las películas anteriores que se inventó en la primera entrega para poder fabricar con mayor libertad su propia versión del asunto. Y al mismo tiempo que rinde cumplido homenaje a sus claves, consigue arrimar el ascua a su sardina e imponer un estilo visual y un ritmo más cercano a su verdadera pasión galáctica, que sigue siendo Star Wars. Así construye una película en la que hay sitio tanto para los guiños que harán ilusión a los trekkies de toda la vida, seguidores incondicionales de Kirk y Spock, y además impone una visión de ese universo narrativo que es más cercana a las producciones de George Lucas o Steven Spielberg, padres fundadores de la era blockbuster tal y como la conocemos.

Sólo con esta hibridación, que por otra parte ya estaba presente en la película anterior, Abrams podría haber conseguido una muestra de cine de evasión bastante interesante, pero además en esta ocasión cuenta con la enorme ventaja de haber presentado ya a sus personajes en la película anterior y el guión puede moverse con mayor libertad para desarrollar sus mezcla de aventuras, intriga y ciencia ficción. Eso permite que Star Trek: en la oscuridad sea una película todoterreno en lo referido a su argumento: puede empezar como una trepidante secuencia de acción, proseguir con una trama de conspiración acompañada de una subtrama de padre-hijo de esas que tanto le gustan a Abrams relacionada hábilmente con el tema del liderato y la pérdida del mando que nos remiten a la ciencia ficción militarías, y antes de que nos demos cuentas estaremos subidos ya en la Enterprise para sumergirnos en una versión distinta de uno de los momentos clave de la saga de viajes estelares en forma space-opera protagonizados por Kirk y sus muchachos. Esa última fase de su relato le permite a Abrams dar una pista clave sobre lo que podemos esperar de su Episodio VII de Star Wars jugando con un intercambio de funciones de los personajes principales que de paso desvela su forma de entender cómo debe contarse una historia: asociando lo conocido y lo esperado por el público con ese giro de talento que es la materia prima de las sorpresas en el cine e impide que nos acomodemos en el seno de la trama. Acomodarse es el primer paso que da el espectador antes de empezar a aburrirse. Y si algo hay que reconocerle a las propuestas de ficción de Abrams, sean mejores o peores, es que nunca deja que el espectador se acomode en lo previsible. El juego de intercambio entre Kirk y Spock aclara además que para el director el conflicto que se plantea entre ambos personajes y sus distintas personalidades, es la verdadera alma de la tripulación clásica de Star Trek, lo cual es un análisis perfecto de la misma que incorpora con notable astucia a sus propios intereses como creador de ficción. Los Kirk y Spock de esta revisión de la mitología de Star Trek no son los que siempre hemos conocido, sino una reformulación de esos personajes según las inquietudes de Abrams y sus guionistas que además de actualizar a estos iconos de la ciencia ficción consigue otorgarles un mayor interés. Desde el punto de vista de los actores es fácilmente perceptible incluso para la mirada del crítico más obtuso, vago o tocado por prejuicios que Chris Pine está mucho más cómodo y controla mucho más el personaje de Kirk en esta ocasión que en la anterior. Otro tanto puede decirse de Zachary Quinto, a quien además Abrams le propone elaborar un Spock que es todo un homenaje al interpretado originalmente por Leonard Nimoy, quien cuenta entre sus méritos haberle dado vida con su interpretación a un personaje que originalmente era bastante bidimensional. Nimoy contribuyó a refundar un Spock más interesante en su etapa en las películas de la tripulación clásica y por eso ha acabado siendo incluso más popular y reconocido que el propio William Shatner en el papel del capitán Kirk. Comprensiblemente, Spock es el personaje que más le interesa a Abrams y eso se nota con el giro que impone a un momento clásico de la mitología de Star Trek a modo de guiño. El mismo esquema puede aplicarse a la introducción de los klingon como antagonistas de la Federación, que es un eco de esos toques de “era Reagan” y Guerra Fría con el bloque soviético que presidieron todo el cine de los ochenta y de los que se hicieron eco los largometrajes de la tripulación clásica en Star Trek III, Star Trek IV, Star Trek V y Star Trek VI. Lo interesante es cómo combina Abrams ese guiño al cine ochentero con recreaciones visuales de los atentados del 11 de septiembre de 2001, utilizando como pretexto argumental la subtrama de terrorismo, conspiración y corrupción incluida en Star Trek: en la oscuridad.

Lo cual me lleva a terminar este repaso de ideas sobre la película aludiendo a su punto más fuerte: Benedict Cumberbacht ejerciendo como antagonista. El protagonista de la serie Sherlock se presenta en clave camaleónica capaz de interpretar cualquier cosa que le propongan, clava al villano, otorga una pátina de brillante talento interpretativo a su personaje, y además en un cara a cara que mantiene con Quinto/Spock, me hizo pensar que sería un 007 perfecto, capaz de mezclar la elegancia de un Pierce Brosnan con el tono duro e incluso siniestro que tiene Daniel Craig… Dejando de lado esa sugerencia un tanto friqui, quiero destacar que junto con el conflicto Kirk/Spock, la columna vertebral del argumento de la película está también en ese conflicto Spock/villano que se me antoja particularmente reveladora de cómo construyen Abrams y sus colaboradores sus tramas y personajes, y da muchas pistas sobre por dónde pueden ir los tiros en Star Wars: episodio VII.

Por cierto, si alguien se pregunta cómo tengo la osadía de ponerle tantas estrellas, le diré lo que digo siempre: yo voy al cine a divertirme en primer lugar, y si además esa diversión la consigo con un producto de calidad notable, como en este caso, aún mejor. El cine de evasión también necesita estar bien construido y bien presentado, aunque su manera de hablarnos de los problemas de la existencia elija un camino más trepidante y estruendoso que las reflexiones intimistas del cine de autor.

Buena compañía para esta película: Star Trek II: la ira de Khan, Star Trek III: en busca de Spock, Star Trek VI: aquel país desconocido, y casi cualquier episodio de la serie clásica.

Miguel Juan Payán

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