En Star Wars, episodio 1: la amenaza fantasma, Lucas obtiene moderados resultados con el 3D, pero sigue convenciendo a sus incondicionales.
El intento de George Lucas por recuperar la primera entrega de Star Wars en tres dimensiones había despertado tanta expectación como suspicacias, incluso entre sus incondicionales, pero forzoso es reconocer que éstos seguidores infatigables son una parroquia fiel y saben sacarle el jugo a todas las oportunidades de reencuentro con la saga. Agradecidos por tanto ante la posibilidad de volver a ver en pantalla grande las aventuras de Obi Wan Kenobi, Annakin Skywalker y Amidala, los fans de Star Wars acudirán seguramente a la cita, que para muchos de ellos será la primera con la saga en la que se iniciaron siendo niños, y puede que acompañados de sus hijos para forjar toda una nueva generación de adictos a la saga galáctica más popular y taquillera de la historia del cine.
¿Qué van a recibir a cambio? Pues una versión en la que se ha puesto al día digitalmente el personaje de Yoda y se ha incorporado lo tridimensional con resultados modestos pero que aportan una nueva manera de apreciar la carrera de vainas, secuencia espectacular que en mi opinión se disfruta más intensamente en 3D, y el paseo por el fondo del mar, con sus criaturitas incluidas, además del combate final en el espacio. Los que salen peor parados de la conversión de 2D a 3D son posiblemente los sables láser, objeto que se adapta mal a este tipo de modificaciones.
Así las cosas hay que reconocer que no es una experiencia revolucionaria por el 3D, pero sí es una oportunidad muy apetecible de volver a disfrutar la experiencia de ver el primer episodio de la saga en pantalla grande, en todo su despliegue. Y créanme si les digo que, en este caso, el tamaño sí importa. Tener la ocasión de recuperar La amenaza fantasma en el tamaño original para el que fue concebida, tras haberla visto un par de veces en cines y otras dos en televisión, me ha confirmado lo que ya pensé cuando se estrenó: las expectativas despertadas fueron su peor enemigo en el primer estreno comercial. Ahora, transcurrido un tiempo y completada la saga, esta primera pieza de las tres películas totalmente distintas entre sí que integran la primera trilogía, mejora. Sí, la conclusión a la que he llegado después de volver a verla en pantalla grande, ya digo que dejando a un lado el tema tridimensional, es que La amenaza fantasma ha ganado con el tiempo. O quizá lo que ocurre es que ya no está sometida a las presiones que generaron sobre ella las expectativas creadas enfrentándola a las películas de la trilogía que la precedió. En su primer estreno comercial pesaba como una losa sobre sus resultados el eco o memoria del Episodio IV: una nueva esperanza, y en buena lógica queríamos que este punto de partida de la saga cumpliera con esas expectativas, cosa que no hizo. Pero el tiempo transcurrido ha desvinculado más este Episodio I del Episodio IV y de la primera trilogía, presentándolo ante los ojos del público bajo una perspectiva más amable.
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Dicho de otro modo, a estas alturas ya sabemos lo que ocurre con el personaje de Liam Neeson, que Darth Maul no está tan aprovechado como debería y desde luego, en contra de lo que dimos en sospechar (y Lucas nos dejó creer con la publicidad) no era ni mucho menos el equivalente de Darth Vader para la nueva trilogía. Igualmente nos sigue resultando difícil creer las hazañas del chavalín. Si lo hubiera convertido al menos en un adolescente quizá la cosa hubiera resultado un poco más verosímil… Y por supuesto sigue estando por ahí “Holadola” Jar Jar Binks.
De manera que no es que la película sea ahora mejor, sino simplemente que muchos, quizá la mayoría, conocedores ya de lo que ocurre, la miramos con ojos más amables. Y lo cierto es que he de reconocer que si bien no ha mejorado sustancialmente con la conversión a 3D, sí que ha mejorado con el paso del tiempo. Ello se debe a que hemos despejado de su visionado todos los prejuicios y expectativas y la vemos con ojos más propicios a disfrutar sus virtudes que a obsesionarse con sus limitaciones.
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Lo que ocurre es que ahora el conjunto total de todo lo que contiene y acontece en la película juega como una fuerza a favor de la misma superando la parte negativa de algunos detalles concretos. Frente al héroe infantil, crece la figura de Qui-Gon Jinn (incomprensible cómo han dejado de rescatar a Liam Neeson para el cartel), que incluso, sin ánimo de ofender a los incondicionales del villano, ha ganado estatura dramática incluso por encima de Darth Maul. Crece también la figura de Padme Amidala. Cierto es que la película sigue siendo la más infantiloide de toda la saga, con unos droides que no pueden emular como amenaza a los Stormtroopers de la primera trilogía que llegó a las pantallas, pero ahora que lo sabemos, somos conscientes de ello y a poco que nos pongamos, la película contiene tanto material que incluso las tonterías de Jar Jar Binks acaban por tolerarse mejor si nos fijamos en otros elementos presentes en la trama.
Pero no quiero que nadie se confunda, que leer en la pantalla del ordenador parece despistar a algunos más que leer en papel. Esos personajes no crecen porque Lucas haya incorporado nuevas escenas sobre la versión anterior, sino porque nosotros miramos la película como a una vieja conocida en la que incluso podemos descubrir cosas no tanto nuevas como bajo un punto de vista diferente.
Sólo por eso ya me mereció la pena salir de casa en uno de los días más fríos que se recuerdan en Madrid y meterme durante dos horas en el metro, ida y vuelta, para ir a ver La amenaza fantasma, que como cada reestreno de Star Wars es más bien un acontecimiento, una nueva visita a un universo paralelo con algo de parque de atracciones, algo de historia épica y mucho de fantasía e imaginación, incluso en sus momentos más discutibles.
Miguel Juan Payán
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