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lunes, octubre 14, 2024
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Stonehearst Asylum (Eliza Graves) ***

Stonehearst Asylum (Eliza Graves) ***Stonehearst Asylum (Eliza Graves), devuelve el miedo gรณtico a la cartelera con un excelente reparto.

Para quien esto escribe la principal virtud que exhibe esta pelรญcula de Brad Anderson, al que se deben algunas de las propuestas mรกs inquietantes del cine de intriga de los รบltimos aรฑos, como Session 9, El maquinista, su mejor trabajo, o Transsiberian, es devolvernos una manera de entender el cine de terror que hunde sus raรญces en la literatura del miedo gรณtico, no sรณlo por que adapta un relato de Edgar Allan Poe, escritor que todos los aficionados al miedo deberรญan frecuentar, lo mismo que a H.P. Lovecraft y a Gustavo Adolfo Bรฉcquer, sino porque su manera de narrar visualmente esta historia coincide plenamente con las cualidades eminentemente descriptivas y de intriga que presidรญan las obras de los grandes maestros del terror cuando el terror vivรญa mรกs cercano a la fantasรญa de corte romรกntico y siniestro, en la cuna de lo realmente gรณtico, tan mal entendido y aรบn peor traducido por algunos fenรณmenos comerciales de nuestro tiempo. Anderson es fiel a su estilo y por eso algunos crรญticos han tachado esta pelรญcula de ser demasiado frรญa, distante, de no darnos esa especie de libra de carne sangrienta que quizรก habrรญa satisfecho los paladares de los gourmets del gore y el destripamiento, pero lo cierto es que la manera en que el director traduce en imรกgenes las palabras de Poe en esta pelรญcula es perfectamente fiel a su fuente de inspiraciรณn literaria y una traducciรณn al cine muy interesante. Anderson se atiene a las claves narrativas de Poe y las convierte en un paseo visual donde las fronteras entre la cordura y la locura se diluyen con un ritmo narrativo cuidadosamente medido como una composiciรณn musical de las que interpreta al piano la protagonista-enigma de la rama, a la que da vida Kate Beckinsale. Ese terror en el territorio de la fantasรญa y el suspense encuentra su traducciรณn visual por el camino de una intriga amenazanteย  que bebe de los movimientos de cรกmara descriptivos y envolventes para meternos en el sanatorio mental donde transcurre la historia, digno de las descripciones de ambiente de Poe en sus relatos. Capta asรญ perfectamente el ambiente de amenaza creciente en esos paisajes naturales del bosque por el que anda perdido el protagonista, como sin brรบjula, camino de un infierno que se nos revela en ese edificio perdido, aislado en la naturaleza, que se nos revela entre la niebla como un gemelo de otra de las grandes creaciones de Poe, la Casa Usher, y en cuyo interior el protagonista encuentra, cual si fuera el abogado Jonathan Harker de la obra maestra vampรญrica de Bram Stoker, a esa especie de equivalente de Conde Drรกcula que es el director del manicomio interpretado por Ben Kingsley. La cรกmara, que trabaja en perfecto equilibrio los planos generales que describen el entorno gรณtico alternados con los primeros planos, construye el miedo por la vรญa de la intriga, y no del susto fรกcil que quizรก algunos esperaban, llevรกndonos de paseo por paseos y estancias que ocultan misterios intelectualmente mรกs estimulantes y sin duda mucho mรกs inquietantes, por posibles y cercanos, que los estallidos de efectismo gratuito, las efusiones de sangre sin cuento y la expropiaciรณn forzada de vรญsceras de sus legรญtimos propietarios camino del objetivo de la cรกmara, maniobras a las que son tan adictas las propuesta del cine de terror para adolescentes.




Este otro tipo de propuesta de miedo busca otro tipo de pรบblico, quizรก mรกs adulto, menos yonqui de las emociones fuertes, mรกs propicio a entrar en la reflexiรณn sobre el puรฑado de cosas terribles que nos cuenta sobre nuestra sociedad esa ligera y breve pincelada verbal que desgrana Kingsley en su diรกlogo cuando se pregunta para quรฉ curar a un hombre que se cree un caballo, si รฉste es mรกs feliz como caballo que como hombre, o cuando explica cรณmo las clases altas de la รฉpoca emplean los sanatorios mentales para ocultar, sepultar y olvidar a sus miembros convertidos por uno u otro motivo en parias, etiquetรกndolos como desviaciones, aberraciones, โ€œlocosโ€. Kingsley concluye ese diรกlogo afirmando algo terrible, pero inquietantemente cierto: โ€œNo hay cura para la condiciรณn humanaโ€. Es en esos paseos por el verbo del diรกlogo, defendido por un reparto excelente donde brilla mรกs la propuesta de otra manera de entender el miedo en el cine que nos hace esta interesante pelรญcula que navega por el territorio de la intriga mรกs que por un campo de minas de sustos al estilo de las montaรฑas rusas de terror que nos ofrece la cartelera habitualmente.

Desde ese punto de vista, me parece un saludable cambio de aires para el gรฉnero.

Miguel Juan Payรกn

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