Ted. Seth MacFarlane traslada el humor salvaje de Padre de familia a una disparatada comedia sobre la amistad. Muy buena.
La cosecha de risas en la cartelera va muy bien este aรฑo. Y no creo que nadie dude que necesitamos reรญrnos de todo, o de casi todo, tal y como estรก el patio. Asรญ que si me permiten la opiniรณn, si tengo que invertir en cine exijo dos cosas: que me entretengan y que me hagan pasar un buen rato. Ted proporciona ambas cosas. De hecho se va a una hora cuarenta y cinco de duraciรณn y ni lo notas. No puedes notarlo porque te estรกs riendo. La culpa de ello la tiene uno de los talentos mรกs irreverentes de la comedia que ha asomado por la televisiรณn en los รบltimos aรฑos. Seth MacFarlane. En su revรณlver puede hacer dos muescas de รฉxitos que nos han hecho reรญr a la mayorรญa durante los รบltimos aรฑos: Padre de familia y Padre Made In USA (mรกs la primera que la segunda, todo hay que decirlo). Las condiciones para disfrutar de su humor disparatado y en ocasiones salvajes son las mismas que se aplican al disfrute de este largometraje: no poner pegas ni fronteras sobre hasta dรณnde se puede llegar con los chistes. MacFarlane no se las pone.
La primera frontera que rompe es la de la verosimilitud de situaciones y personajes. Es algo a lo que ya estamos acostumbrados los seguidores de sus series de televisiรณn, donde el concepto de โun perro que hablaโ en Padre de familia alcanza cotas de disparate nunca vistas antes. Que sobre todo ese disparate, subido a su montaรฑa de situaciones y personajes increรญbles, MacFarlane sea tan bueno a la hora de poner en pantalla una mirada a la sociedad tan afilada y punzante es una muestra de su talento. Y ese talento estรก tambiรฉn en una buena raciรณn en Ted, su primer largometraje para cine, en el que ademรกs de escribir el guiรณn y dirigir pone la voz al oso que da tรญtulo a la pelรญcula. La inverosimilitud de la que parte es todo un homenaje y al mismo tiempo la sรกtira mรกs gamberra que podemos imaginar de un clรกsico del cine de los ochenta: E.T. el extraterrestre. Niรฑo sin amigos pide un deseo: que su oso le hable, y asรญ consigue a un compaรฑero gamberro, malhablado, borrachรญn, irreverente, polรญticamente incorrecto y adicto a los porrosโฆ para toda la vida. Tras ese punto de partida MacFarlane esconde toda una baterรญa de chistes que configuran una sรกtira feroz de los aรฑos ochenta, una contante en sus creaciones, donde mezcla el homenaje nostรกlgico con la parodia y la autocrรญtica.
El tema central de Ted es en realidad la madurez, o mejor dicho, la falta de madurez de nuestros dรญas, que sospecho MacFarlane adjudica a una juventud y una infancia vivida en los ochenta, una dรฉcada como cualquier otra dรฉcada, ni mejor ni peor, pero que casualmente es la que รฉl mejor conoce porque naciรณ en 1973 y sabe de quรฉ va el paรฑo. Su parodia es en realidad autoparodia, la de toda su generaciรณn, acudiendo a lugares y referentes que todos, incluso los que nacimos diez aรฑos antes que รฉl podemos entender e incluso compartir, aunque no fuรฉramos ya niรฑos o adolescentes en los aรฑos ochenta y las pelรญculas con las que Spielberg nos impresionรณ cuando รฉramos jรณvenes no sean E.T., sino Tiburรณn y Encuentros en la tercera fase.
El mejor ejemplo de lo sutil que puede llegar a ser el trabajo de Seth MacFarlane en esa clave de autoparodia, mรกs allรก de la eficaz fabricaciรณn de chistes y risas, es la mitificaciรณn que hacen los protagonistas de Ted de la pelรญcula Flash Gordon y su protagonista, Sam Jones. ยฟPor quรฉ no hacerlo con la supertaquillera Star Wars en lugar de con la fracasada Flash Gordon? Simplemente porque en las fรกbulas de MacFarlane los protagonistas son los perdedores, quizรก porque la generaciรณn de los jรณvenes de los ochenta se sienten traicionados por todas esas fantasรญas que les propuso el cine y la televisiรณn de sus aรฑos mozos visto cรณmo pinta la realidad.
A esta autoparodia que es tambiรฉn autocrรญtica de su propia generaciรณn y de la inmadurez de la sociedad de nuestros dรญas, MacFarlane aรฑade una sรกtira de la comedia romรกntica que nos aburre la vida en los รบltimos aรฑos. Simplemente la destroza, la mastica y la escupe como la fรณrmula gastada y falsa de fabricar sueรฑos de celuloide que es. La escena escatolรณgica de la pelรญcula es buena muestra de ello, como tambiรฉn lo es la secuencia del ligoteo del oso con su compaรฑera cajera del supermercado. De lo mรกs desternillante y gamberro que he visto este aรฑo. Sin concesiones. A calzรณn quitado y sin cortarse. Nada de medias tintas. Si a eso le aรฑadimos los comentarios polรญticamente incorrectos del oso y los cameos de estrellas del cine y la mรบsica, es fรกcil deducir que nos encontramos en un camino paralelo, no necesariamente el mismo pero sรญ muy cercano, al que ha recorrido este mismo aรฑo Sacha Baron Cohen con El dictador. Digamos que las dos juegan en la misma liga del humor disparatado, provocador y sin cortapisas.
Pero es que ademรกs, para rematar la faena, MacFarlane completa esta eficaz adaptaciรณn de la fรณrmula humorรญstica de sus series televisivas al cine incorporando al relato a un personaje memorable: el villano interpretado por Giovanni Ribisi, que es una especie de resumen del tipo de icono de maldad que ha venido explotando el cine de blockbuster mรกs flojeras en los รบltimos aรฑos, una especie de construcciรณn ingenua de la maldad con la que MacFarlane hace mofa y befa de nuestra maniquea manera de mirar el mundo. De paso ese personaje le permite introducir en la pelรญcula una parodia de las escenas de persecuciรณn trepidante tan tรญpica del cine comercial norteamericano de los รบltimos veinte aรฑos, con lo que completa su crรญtica social desde las formas que adquiere el ocio para complacernos.
Y sobre todo lo anterior, ยกEl Oso!, asรญ, con mayรบsculas, que bien las merece el bicho. Todo un monumento al sarcasmo.
Miguel Juan Payรกn
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