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martes, mayo 14, 2024
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Templario **

ironclad

Templario me ha producido una sensación agridulce. Por un lado el tema me parecía curioso, era, por decirlo así, “de los míos”: templarios, vikingos, guerra a dale que te pego con la espada y asedio de castillo, etcétera. Pero por otro lado lo que en principio era entretenido y prometedor empieza a mutar a mitad de película y acaba siendo menos de lo esperado, incluso demasiado larga, algo pesada, y con un final que es una bajada de pantalones en toda regla. Así que, ya digo: agridulce, primero entretenida, prometedora, luego flojea.

Me explico para que quede más claro. En el arranque me imaginaba que podía estar viendo al menos algo tipo Centurión, una película de género entretenida que recuperara las peripecias de los castillos y los guerreros y los combates a espada. Tiene elementos y buena predisposición para ello en su primera parte, donde incluso me atrevo a decir que podría ser eficaz compañera, sino continuación, de las peripecias de Russell Crowe como Robin Hood en la película de Ridley Scott. Pero el globo se desinfla rápido, de manera que me encontré viendo una película con temas que me interesaban, pero mal gestionados. Tampoco es que esperara El Cid de Anthony Mann, pero se me quedó muy lejana a la que me atrevo a citar como modelo para este tipo de peripecias, El señor de la guerra, dirigida por Franklin J. Schaffner y protagonizada por Charlton Heston en 1965 (no confundir con la protagonizada por Nicolas Cage y Jared Leto, que también está muy bien, pero va de otra cosa completamente distinta que no viene al caso).

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La flojera de Templario empieza cuando le da por contradecirse a sí misma y renegar de su propia naturaleza, me temo que buscando ganarse al público femenino, o mejor dicho, a las barbiefeminoides que se pasan el día buscando a su Ken metrosexual y acaban cargando con el más memo del corral. Afortunadamente l la mujeres de verdad no tragan por ese camino ni responden a estereotipos tan simples y maniobras tan obvias, sexistas, incluso machistas como los que esgrime esta película en su protagonista femenina.

Llegado cierto momento de la proyección me acordé del entrenador del Real Madrid, José Mourinho, preguntando en aquella rueda de prensa después del partido con el Barcelona: ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué?

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Me pregunté por qué si la película es una de espadas en toda regla, de repente nos meten con calzador una poco probable historieta romántica del protagonista con una de las féminas. Si es que me temía lo peor, y al final se cumplió. La relación entre los dos personajes se plantea tarde, chapuceramente, de forma poco creíble, y encima no aporta nada que merezca la pena reseñar, porque la movida de la crisis de fe del templario va por otro camino que no tiene nada que ver con ir desembragando mozas por las cuatro esquinas de la fortaleza. En lugar de abundar en tan interesante asunto (lo de la crisis de fe, no lo de ir bajando bragas), el desengaño del templario, nos cuelan a rosca una ñoña peripecia romeojulietesca que nos hace rechinar los dientes y además añade metraje innecesario al relato. Se repite así el lastre romántico de muchas novelas históricas interesantes con malas historias de amor tejidas a cascoporro.

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Dirán ustedes: ¡vaya, ya está aquí el Payán dando cera al romanticismo otra vez! Pues no, no es eso. Me encanta una buena historia romántica. De hecho, me creo totalmente y aplaudo la de Heston ejerciendo el derecho de pernada en El señor de la guerra (por otra parte muy comprensible teniendo en cuenta que la moza era Rosemary Forsyth…). La clave es que sea buena, o por lo menos creíble, sólida… en fin, como mínimo pido que la química entre los dos actores que la protagonicen funcione. No es el caso. Y pongo un ejemplo para que quede más claro: si iban a desarrollar una historia romántica, me parece más lograda e interesante la que se monta entre Jason Flemyng (Beckett) y la moza del castillo que por lo menos empuña las armas cuando empieza el asalto y tiene más personalidad que la soseras de la Lady, que además me parece un lamentable desperdicio del bellezón que es Kate Mara, a la que le han dado un personaje sin carne y sin sangre.

También me pregunto: si esto es una película de espadas, de combates, de asaltos a castillos y demás… ¿POR QUÉ LA MONTAN TAN MAL Y NO ME DEJAN VER LO QUE PASA CUANDO SE DAN CERA LIMONERA? Al principio, en el enfrentamiento entre los templarios y los islandeses, aún se ve algo interesante, pero cuando llega el asedio del castillo los únicos tajos que vemos son los del montador a las escenas de acción, cargándose toda la coreografía de combates. ¡Hay que jorobarse! Me quedo con las ganas de ver quién da y quién recibe la mitad de las veces. ¿Hay alguna lógica en rodar este tipo de historias violentas sin dejarnos ver la violencia? Además de bajada de pantalones buenrrollista y bienpensante es una contradicción abominable. Si no quieren mostrar eso, rueden un corto del ratón Mickey, caramba.

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Finalmente me pregunto: si te has currado una trama de resistencia en lugar sitiado juntando tu propia versión de Los doce del patíbulo y Los siete magníficos… ¿por qué no le das el protagonismo que merecen a todos los personajes? Este tipo de fórmula pide el protagonismo coral bien desarrollado.

Total, que me da la sensación, por no decir que me llega el tufillo putrefacto, de que les han faltado agallas para hacer la película que tenían que hacer con el tema y los personajes que tenían entre manos. A fuerza de no querer ser violentos en una historia violenta,  dejar hueco a las barbieféminas que todavía creen en princesas y príncipes azules y convertirme al templario en un héroe romántico, les ha brotado lo peor de El reino de los cielos en medio de todo el castillo… Ni siquiera el cara a cara genial entre Brian Cox y Paul Giamatti, que da el verdadero tono que debería haber tenido toda la película, salva el día. Y el pobre James Purefoy sigue metiendo el cucharón a su fama como el Marco Antonio de la serie Roma pero se le está acabando el crédito y el chollo, así que desde aquí le recomiendo que mande a tomar por saco al próximo que quiera ponerle una espada en la mano para convertirle a la doctrina de la moñería o el moñismo entrando a saco en géneros que se merecen más respeto, mejor trato y menos manipulación en beneficio de lo políticamente correcto.

Para desintoxicarme esta noche me voy a meter en córnea El señor de la guerra de Heston y Los vikingos de Kirk Douglas en plan programa doble.

Miguel Juan Payán

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