Por fin llega a nuestras pantallas The company Men, una de esas pequeñas películas americanas que parecía perdida en tierra de nadie debido a que en USA apenas recaudó algo menos de 5 millones de dólares, quizá porque trata un tema ciertamente incómodo en nuestra sociedad actual con la crisis económica y demás, pero que contiene más cine entre sus 100 minutos que muchas grandes producciones que nos llegan anunciadas en todas partes y que son las que, al final, acaban atrapando el interés del público y la taquilla.
No se confundan, soy el primero que disfruta de un buen blockbuster y está deseando que lleguen los grandes estrenos del verano para pasármelo como un niño chico. O como un gorrino en un barrizal, a su elección queda. Pero eso no quita que también disfrute de películas pequeñas, como ésta, sobre todo cuando tienen un guión interesante y sólido, una historia que contar y saben cómo contarla. La grandeza de las películas no reside en sus presupuestos, sino en la historia en sí. Y The Company Men tiene una historia que contarnos, necesaria, humana, real como la vida misma. Porque es de la vida de lo que nos habla. Cara a cara.
Es curioso que la película, que tiene un reparto de campanillas, no funcionase algo mejor en la taquilla, la verdad. Pero teniendo en cuenta que se estrenó en apenas 100 salas y que la Weinstein Co. tiene los líos que tiene y estrena cómo y cuándo puede, la verdad es que esos 5 millones han tenido que saber a gloria, sobre todo con la temática de la película y con la que está cayendo y queda por caer. No es cómodo ver los problemas que tenemos todos debido a la crisis en pantalla. Es necesario, pero no cómodo.
La película, una suerte de mosaico coral de lo que se vive en occidente desde hace unos años, nos lleva a la vida de un grupo de trabajadores de una gran corporación que van perdiendo sus empleos y deben hacer frente al día a día sin empleo. A las facturas, las hipotecas, los gastos… sí, pero también a la falta de un mercado laboral para gente de cierta edad, a los reproches y miradas, a la vergüenza, a la falta de oportunidades, a la pérdida de esperanza, a la sensación de derrota. A que, cuando te crees el rey del mundo, cuando piensas que lo tienes todo bajo control, es cuando las cosas empiezan a torcerse. Y mucho.
Para ello la película se deja llevar por un gran reparto encabezado por Ben Affleck, que, en mi más sincera opinión, ha dado un giro a su carrera y ha dejado de ser estrella para ser actor. Quizá nunca sea un actor espectacular, pero es un buen actor. Lejos de sus aspavientos y mohines de antaño, su serena y triste aproximación a un hombre que poco a poco ve como pierde todo lo que parecía seguro y encaja un golpe tras otro hasta tocar fondo, es sincera y creíble, honesta y real. En sus gestos, en sus miradas perdidas, en sus momentos de furia contenida, es donde puede verse realmente que Affleck se ha convertido de verdad en actor.
No está solo, claro. Chris Cooper y Tommy Lee Jones le arropan de una forma inconmensurable. El primero como otro damnificado que se creía a salvo y acumula aún más problemas porque su situación en la empresa era mejor. El segundo como uno de los poderosos hombres de empresa que ve como todo por lo que ha luchado se hace pedazos y es siempre traicionado, pero no deja de luchar. Ojo a su discurso en el astillero junto a Affleck, y cómo en dos gestos es capaz de describir su profunda frustración. En torno a ellos tres y su forma de afrontar la caída, gira la película. Pero ello no quita que nombres como Kevin Costner, Maria Bello o Craig T. Nelson, pese a sus papeles más secundarios, creen un aire de reparto de lujo.
Todo ello no sería posible si no estuviese en las manos de un hombre como John Wells, guionista y director de la película, que es su primer largo, pero para nada un novato. Es el responsable de series tan brillantes como Urgencias, Turno de Guardia, El Ala Oeste (tras la marcha de Sorkin) o la reciente Shameless, donde ya ha demostrado con creces su talento como director y guionista. Un genio a la hora de componer personajes y situaciones creíbles, humanas. La escena de Cooper en el garaje. La charla entre Cooper y Jones en el bar, la llegada de Affleck al curso de orientación. Sabe mover personajes y sabe perfectamente crear espacios y componer, con una impecable y sobria puesta en escenas y con retazos memorables. La escena de Tommy Lee Jones llegando a casa tras ver cómo despedían a miles de empleados mientras su mujer compra una mesa de casi 20000 dólares… Puro cine, pura narración.
Su economía de medios y la magnífica forma que tiene de, mediante elipsis, contar ciertas cosas, son simplemente magníficas. Es una técnica que, por supuesto, viene de la televisión. Y allí Wells es un maestro. Quizá algún personaje se pierde muy pronto, desaparece, y en algún instante se le va la mano con el mensaje… pero nunca en exceso, casi siempre comedido.
The Company Men es un drama que no se va al exceso, no prima la histeria, ni juzga ni maneja a los personajes. Los deja respirar y vivir. Nos deja entenderlos, nos deja vivir con ellos. Y eso se agradece. Una mirada a las corporaciones que siguen enriqueciéndose pese a la crisis (miren Telefónica y sus despidos programados pese a los beneficios), pero también a la gente que no se rinde, a la familia (la relación entre Affleck y su hijo está perfectamente desarrollada en cuatro escenas), los amigos… Una historia agridulce pero esperanzadora que nos hace entendernos un poco más y nos deja mucho en lo que pensar.
Es el sabor de boca de las muy buenas películas.
Jesús Usero