Crítica de la segunda temporada de la serie The Mandalorian.
Supera la primera temporada y rescata la franquicia de Star Wars.
Parecía difícil, pero en tan solo dos temporadas la serie The Mandalorian ha rescatado la franquicia de Star Wars del lamentable estado en que la habían dejado la película del joven Han Solo en solitario y sobre todo en Star Wars. El Ascenso de Skywalker.
Además, en un “más difícil todavía”, ha conseguido recuperar a la mayoría de los seguidores de la saga de George Lucas que se habían apartado de la franquicia tras sentirse no solo defraudados, sino incluso traicionados, por el Episodio VIII: Los últimos jedi.
¿Cómo? ¿Por qué? El fenómeno es relativamente fácil de explicar; no es ningún misterio que no hubieran ya propuesto muchos de los incondicionales de la saga en sus comentarios contra el rumbo errado que habían tomado las producciones cinematográficas en sus últimas entregas.
Primer acierto de The Mandalorian: recuperar de manera sólida el espíritu de La guerra de las galaxias, El imperio contraataca y El retorno del jedi. Es algo hacia lo que parecía apuntar el Episodio VI: el despertar de la fuerza y que consiguió Rogue One; lo que vino después se fue apartando de ese camino para perderse en una línea argumental no consolidada, especulativa, propensa al troleo e incluso ataque a los mitos e iconos de la franquicia y más preocupada por ejercer como megáfono de reivindicaciones que independientemente de lo respetables que pudieran ser se abordaron de forma oportunista y desorganizada por las últimas entregas de la franquicia.
Frente a todo ello, The Mandalorian ha reaccionado volviendo a las raíces de la franquicia. Jon Favreau y Dave Filloni han tomado como uno de sus puntos de referencia los planteamientos de la serie de animación Clone Wars, más fiel incluso al espíritu de los Episodios IV, V y VI que las propias precuelas dirigidas por George Lucas, Episodios I, II y III.
Algunos personajes clave de esta segunda temporada proceden de la serie de animación. Que se lo pregunten a Rosario Dawson y Katee Sackhoff, por poner dos ejemplos. Y ese es precisamente el segundo acierto de The Mandalorian: su capacidad para rescatar elementos no solo de la serie, sino de las precuelas y la trilogía clásica, la primera estrenada en cines. Incluso han dejado caer alguna que otra pincelada de videojuegos y la posible expectativa de recuperación de claves interesantes del universo expandido que J.J. Abrams rechazó como referencia, de puertas para afuera, para luego reciclar sus propuestas cambiándolas de nombre con singular desparpajo.
En la creación y los guiones de Favreau se deja ver la identidad de un auténtico aficionado a la franquicia de Star Wars que además ha rendido homenaje a las figuras de acción, los coleccionistas de merchandising, los fanáticos del cosplay de la Legión 501, y en general todo ese universo real, de carne y hueso, que constituyen los fans de la saga, que han sido en ocasiones innecesariamente atacados en las redes sociales por algunos creadores de las últimas muestras de la saga que deberían haber comprendido que estaban mordiendo a la mano que les da de comer, y en todo caso a unos clientes consumidores de su producto.
The Mandalorian, con las ilustraciones de sus títulos de crédito finales también rinde homenaje al estilo original de Star Wars en la etapa Lucas, y al modo de trabajo, creación de personajes y paisajes de la misma.
En cuanto a reivindicaciones, propongo al lector que reparte en los personajes femeninos de la segunda temporada de The Mandalorian y le reto a que me niegue que son más interesantes, más sólidos, más icónicos y empoderados que cualquier cosa que se haya podido hacer con Rey o con cualquier otro personaje femenino en los Episodios VII, VIII y IX.
Y sí, luego está el Niño, que tras lo propuesto en esta segunda temporada se ha ganado que dejemos de llamarle Baby Yoda. Es ciertamente un anzuelo infalible y astutamente concebido para ganarse la simpatía del público (y su dinero en la compra de figuras, peluches y demás mercancía relacionada con la serie), pero además ha evolucionado para no ser un mero adorno en torno al cual gravite todo lo demás. Es un activo que ha aportado humor (el capítulo de los huevos, por ejemplo) y complemento emotivo a todo el despliegue de acción incesante con muy buen ritmo de cada capítulo. Ha sido un elemento eficaz que ha crecido en el seguimiento de la fórmula argumental que claramente remite al manga japonés El lobo solitario y su cachorro, de Kazuo Koike.
Otro aspecto curioso de la segunda temporada es que ha avanzado siendo más sólida que su predecesora en la mezcla de géneros, dando más protagonismo a las aventuras incluso desde su arranque en tono de western.
En cuanto a ranking de capítulos el mejor ha sido el capítulo 16, El rescate: modelo de ficción televisiva en casi todos sus aspectos. Cierre de la temporada por todo lo alto, con sorpresa (aunque se puede mejorar la aplicación de los efectos especiales) y con una secuencia posterior a los créditos muy prometedora para un futuro aún más poblado y rico de la galería de series de Star Wars en la pequeña pantalla.
El segundo mejor capítulo ha sido el primero, número 9, El Marshal, homenaje a los temas y paisajes del western que forman parte tan destacada del ADN de Star Wars desde La guerra de las galaxias.
El tercer mejor capítulo el número 13: The Jedi, con Rosario Dawson. El cuarto mejor el 15: The Believer. El quinto mejor el 12: The Siege, seguidos por el 14: The Tragedy, con recuperación de personaje muy esperado desde hace años y que ha encontrado nueva vida, el 11: The Heiress, con Katee Sackhoff en papel que puede dar mucho juego. El más flojo, cerrando la lista, el 10: The Passenger, que se salvó precisamente por el Niño, los huevos, el tono de comedia y el homenaje a otra franquicia clave del cine de ciencia ficción se los setenta y ochenta.
Miguel Juan Payán
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