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jueves, abril 25, 2024
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THe Pelayos ***

pelayos

Buena historia de timadores y jugadores a la española. The Pelayos es una película inspirada en la vida de tan insigne familia, que encontró un método real para desbancar a los casinos jugando a la ruleta, algo que nunca nadie había conseguido y que parecía imposible. El sistema consistía en tener en cuenta las diferencias e imperfecciones de los distintos modelos de ruletas, que acaban provocando que diversos números salgan más a menudo, lo que, si se apuesta continuamente, a la larga hace que venzas al azar. No es mito, ni me lo estoy inventando. El tema es tan real que les prohibieron la entrada en los casinos de medio mundo, de Las Vegas a Montecarlo, mientras creaban una nueva ruleta que no pudiesen adivinar. Pero, mientras, ellos hicieron historia.

La película no tiene por qué ser fiel a esa historia, ni mucho menos realista. Toma de base a esos personajes para crear los suyos propios y, ante todo, para entretener. Y lo consigue de sobra. Consigue meternos en la piel de esta peculiar familia apoyándose en un guión ligero, que nunca termina de explotar las posibilidades dramáticas que ofrece (la ruptura de la familia, la obsesión, el control de la figura paterna, la pérdida de los sueños personales…), porque prefiere explorar otras posibilidades, otros gestos, otra parte de la historia. Sí, toca esos temas de pasada y la sombra de la figura paterna planea siempre sobre el personaje central de Daniel Bruhl, pero no deja de ser una excusa, un juego de manos para despistarnos de lo que realmente le interesa a la película, que es el gran número final.

Porque, aunque se trate de un sistema legal, lo que esta familia pretende es desbancar a un casino, con su particular villano llamado La Bestia, como si de una versión de Ocean’s Eleven a la española se tratase. De hecho los personajes de Miguel Ángel Silvestre y Oriol Vila parecen los de Casey Affleck y Scott Caan en aquella, los hermanos siempre peleados. Pero también tiene un punto de picaresca española, de humor negro y personajes estrafalarios propios de aquí (la china cantando karaoke, el propio personaje de Silvestre o Blanca Suárez, memorable…), que recuerda a una versión actualizada y más alegre de Atraco a las 3.

El reparto es sensacional, por supuesto, no podía ser menos cuando se cuenta con nombres como el de Bruhl y Lluis Homar como protagonistas, perfectamente acompañados por los antes mencionados y por Vicente Romero y Eduard Fernández, este como el villano perfecto de la función. Eso sin olvidarnos de Marina Salas, que roba todas las escenas en las que sale, como viene siendo habitual en ella, o la presencia arrolladora de Hui Chi Chiu.

Eduard Cortés dirige con envidiable ritmo, elegancia y sentido del humor, con un gusto por un tipo de imagen más internacional que la que suele ofrecer el cine español normalmente, tanto en puesta en escena como en fotografía. Y consigue entretener, hacer reír y hacernos disfrutar con los Pelayos, unos “timadores” legales (nunca rompieron una ley), tan entrañables como brillantes. La taquilla debería responder, porque es el tipo de película que siempre acusan al cine español de no hacer. La hemos hecho, ahora toca ir a verla.

Jesús Usero.

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