Curioso drama sentimental con tintes de comedia y un estilo muy personal. Eso no quiere decir que el estilo sea el acertado ni mucho menos, pero es innegable que la película tiene una personalidad propia muy marcada que viene impuesta por la mano de su director, el alemán Tom Twyker, que parecía haberse mudado a Hollywood tras los rodajes de películas como El Perfume o THe International, pero que aquí regresa a Berlín y al cine alemán que le dio a conocer en películas como Corre, Lola, Corre. Cine más dramático en este caso, pero siempre tirando de un humor brillante y que aporta los mejores momentos de la película. Aunque es un humor alemán que a veces nos puede resultar chocante, se puede entender desde las escenas de los títulos de crédito, como va a ser la película.
La historia en principio es bastante sencilla, cuenta la historia de una pareja que ronda los cuarenta años y se empieza a separar emocionalmente. Nada les hace imaginar que los dos, ella y él, acabarán enamorándose del mismo hombre, lo que complicará la situación hasta límites insospechados, dejando al drama entrar en la vida de tres personas cuando ella quede embarazada. En principio parece una trama sencilla, pero Twyker que parece obsesionado con complicar las cosas a nivel visual y narrativo, algo que la trama ni pide ni tiene, consigue con su guión darle a la historia un peso y una gravedad innecesaria.
Por partes. La película es buena. El trabajo del trío protagonista, es encomiable. Sophie Rois, Sebastian Schipper, Devid Striesow bordean la frontera entre la comedia y el drama con encomiable capacidad y con un talento que no se suele ver muy a menudo por estas tierras, teniendo en cuenta la cantidad de cine alemán que nos llega. Sobre sus hombros recae el verdadero peso de la historia. Una historia con humor, con drama, con poco miedo por las convenciones sociales, con el tema homosexual tratado con naturalidad y sin morbo, con elegancia. Todo eso concede a Three el aspecto y empaque de una película sólida e interesante que llega a conmover y que arranca la sonrisa y la risa al espectador.
El problema es la necesidad del director por hacer su historia un viaje trascendental. Por convertir su película en algo más. Es cuando la película se convierte en pretenciosa y vacía en su forma de tratar la vida y la muerte, los recovecos del alma. El director se crece y se lo cree y convierte la película en esas tramas en algo innecesario, recargado, mejorable. La imagen de los cuerpos desnudos sobre el fondo en blanco, los desmadres narrativos… ahí la película pierde.
Eso no quita que sea una experiencia interesante y algo distinto a lo que vemos en la cartelera. Una buena película que nos llega del norte, pero que sin tanta pompa podía haber sido mucho mejor. A veces menos es más, y esta película parece no ser consciente de ello.
Jesús Usero.