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lunes, abril 29, 2024
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Turbo ***

Turbo ***Turbo, entretenido cuento familiar que es más interesante en sus personajes humanos que por los animales.

Por una vez, los personajes secundarios son más interesantes que los protagonistas. O traduciendo esto al lenguaje de las películas de animación, los personajes humanos son más interesantes que los animalillos reclutados para la ocasión.

Turbo nos presenta a un caracol que es primo hermano de todos los bichos inadaptados del cine de animación que se viene estrenando desde que a Walt Disney se le encendió la maquinita de imaginar y creó al ratón Mickey. Encajar y ser popular son los mayores objetivos de este gasterópodo veloz que nace con clara vocación de convertirse en otra pieza de juguete o recuerdo para el público objetivo de este tipo de historias: los niños. Tus niños y tus sobrinos disfrutarán mucho con Turbo, porque es totalmente previsible para los adultos, pero para los niños tiene pinta de ser una maquinita de vender caracoles en el mercado del barrio. Vamos que si yo tuviera iniciativa empresarial, cualidad de la que carezco dado mi natural cinismo, me ponía a recoger caracoles ya mismo y me plantaba en la puerta del primer centro de ocio infantil que me saliera al paso con una caja de cartón repleta de gasterópodos y un poster de la película detrás, gritando el lema “Pon un caracol en tu vida”.

Lo dicho: los niños se lo deberían pasar bien con las aventuras de este caracol que quiere ser más raudo que un fórmula uno y además se tropieza con una especie de Toreto de la serie Fast and Furious que sumido en el anonimato, cual deidad benefactora de los ingenuos y los inocentes, le otorga la gracia de hacer realidad su sueño.

Por ahí todo muy previsible, aunque bien podrían haber desarrollado algo más el tema de los superpoderes del gasterópodo como una sátira del cine de superhéroes de nuestros días, abriendo así hueco a un mayor interés del público adulto por la odisea del animalillo que da título a la película. No lo hacen y los adultos tenemos que conformarnos en esa parte de la historia con reírnos de esos oportunos ataques de cuervos que son una de las pinceladas más divertidas de la historia.

Pero afortunadamente los gasterópodos no están solos en esta aventura. La película les ha reclutado una especie de coro de personajes humanos de acompañamiento que son los que realmente resultan interesantes como fábula del éxito y el fracaso, con tonos que traen ecos del cine de soñadores ingenuos y entrañables de Frank Capra pero en realidad representan la pesadilla de los juguetes rotos en este tiempo de crisis económica que está mandando al paro a tanta gente y metiéndonos en problemas económicos a casi todos. Y son por ello esos personajes humanos los que en esta ocasión consiguen atraer el interés de la trama. Cierto es que también a éstos les habría venido bien un tono más de comedia de Preston Sturges, algo más de gamberreo y menos tono de Frank Capra, explotando más el friquismo y el disparate de la situación que viven, pero incluso como están en la película son todo un apunte del mundo en el que vivimos y los restos flotantes del naufragio que tenemos que agradecerle a nuestros gestores de la cosa pública y a las entidades financieras.

La película es algo tópicas, tiene algunas obviedades como darle el papel de caracol macarrilla al aparentemente inevitable Samuel L. Jackson, y no se aparta un milímetro de la fórmula de explotación del cine de animación más conservador, pero con todo funciona como entretenimiento familiar.

Miguel Juan Payán

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