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sábado, abril 20, 2024
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Vampire Academy **

Vampire Academy **Vampire Academy, tumultuosa y chapucera mezcla de Crepúsculo y Cazadores de sombras.

Sigue la moda de intentar sacarle un éxito a la adaptación de novelas de fantasía romántica para adolescentes con vampiros que no parecen vampiros y otras variantes de criaturas del género de terror que parecen salidos de una pesadilla del baile de graduación de la muñeca Barbie. Pero cada vez tienen más prisa. Son más fallidas. Y son más chapuceras. De hecho Vampire Academy, la película, parece creada para batir  el récord de velocidad a la hora de presentar el mundo y los personajes, disparando nombres de criaturas copiadas de distintas mitologías y sagas anteriores que integran el relato a toda pastilla. De manera que los creadores de la película han confundido ritmo y fluidez de la narración con prisas y precipitación. El resultado es que les ha salido una muy fallida propuesta de este tipo de cine. Es comida rápida, una hamburguesa para salir del paso muy poco hecha, casi cruda, tanto en la construcción de sus personajes como en sus diálogos, y no digamos ya en la interpretación y dirección de actores. Los tres nombres “de peso” en el reparto se contagian de esa situación y lejos de ser un apoyo para los protagonistas jóvenes son lastre que arrastra más hacia el fondo todo el asunto. Olga Kurylenko es pura caricatura, un títere con los hilos rotos que ha confundido autoparodia con sobreactuación en parte porque los propios artífices de la película no saben si quieren llevar su personaje por uno u otro camino, y en la duda dejan a la actriz perdida en tierra de nadie haciendo muecas y escupiendo frases ridículas en un diálogo que como el del resto de los personajes de la película es de lo peor que he escuchado en un cine en mucho tiempo. Otra grande, Joely Richardson, ejerce el papel de reina del garito ataviada con el vestuario de una ajada princesa Disney cruzada con una Barbie de rebajas a la que se la ha perdido el muñeco Ken… ¿O quizá no se le ha perdido? Porque la traca de los “pesos pesados” del reparto es para Gabriel Byrne, que factura con parsimoniosa delectación una de las peores interpretaciones de su carrera, empezando por crear un muñeco Ken envejecido y achacoso que hacia el final de la película, cuando sonríe, me ha recordado  a una caricatura de Manolo Escobar pasada por el tamiz de José Mota y a punto de arrancarse a cantar el célebre tema Mi carro. Olé.




Además en el puzle la originalidad brilla por su ausencia. Nos encontramos los mismos personajes de esta fórmula algo agostada de la fantasía para adolescente, con los mismos conflictos sentimentales de fiesta de pijamas de quinceañeras, aunque para disimular introduzcan torpemente algunos tacos y alusiones sexuales en plan choni poligonera que por otra parte no le pegan nada a los personajes y añaden más artificiosidad a todo el asunto. Ejemplo: el término y el concepto “puta de sangre” les viene grande a estos niños pijos de colegio rico que parecen estar perdidos y ensimismados en una fiesta de disfraces centrada temáticamente en la saga de Harry Potter.

Lo curioso del caso es que en algunos momentos da la impresión de que tuvieron en sus manos el único camino para sacar adelante este tipo de ceremonia caótica de copia-pega de otras sagas: convertirla en una parodia. La pista está en el chiste que se carcajea de la creadora y los vampiros luminosos de la saga Crepúsculo, y en ese aire desmañado y precipitado de todo lo que ocurre que potencia la acción sobre cualquier otras cosa buscando entretener a las hordas de adolescentes presas del síndrome de déficit de atención y el abuso de videojuegos malos y reality show televisivos a las que presumiblemente está dedicada esta película. Lo cierto es que en su afán por copiar precipitada y chapuceramente las claves de la fórmula, Vampire Academy es casi una película recomendable como versión de cine de mazmorra, trash o serie Z de las sagas tipo Crepúsculo, y hasta tiene interés como exposición cruda de las claves de las fantasías de terror romántico adolescente. Es como contemplar los hierros retorcidos del dirigible Hindenburg después del accidente que anunció el final de la era de los zeppelines el 6 de mayo de 1937cuando se incendió en el momento de su aterrizaje en Nueva Jersey y quedó hecho cenizas. ¿Estaremos contemplando el ocaso de las fantasías románticas de terror edulcorado y descafeinado para adolescentes?

Miguel Juan Payán

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