Terror para adolescentes bien resuelto con una clave social interesante.
Paco Plaza busca y a ratos encuentra el camino de una pieza de terror que al mismo tiempo que rinde el consabido tributo a las apetencias del consumidor adolescente del género plantea una inquietante segunda lectura sobre las situaciones reales de vida cotidiana y familias desarticuladas en las que se producen algunos fenómenos etiquetados como sobrenaturales o difíciles de explicar para los aficionados a lo paranormal.
Lo más interesante en la propuesta de Verónica lo encontramos en primer lugar en esa segunda piel del relato que no llega a manifestarse plenamente en el relato pero queda apuntada, sugerida, en varias pinceladas que nos dan la sensación de que bajo la fábula de terror hay escondida otra historia mucho más cercana al drama cotidiano que podrían protagonizar con notable brillantez Ana Torrent en el papel de la madre ausente y Sandara Escacena en el personaje de la adolescente que tiene que lidiar al mismo tiempo con su propio paso con la traumática pérdida del padre y el hecho de oficiar como madre sustituta de sus hermanos. Al terminar la proyección es como si hubiera dos películas dentro de Verónica. Por un lado, el dominante, es una historia de terror al uso, con todo su cortejo de lugares comunes propios del género que la acercan a la segunda entrega de Expediente Warren y la llevan a encuadrarse en el territorio argumental de las películas de James Wan, aunque desde el punto de vista narrativo su discurso visual y su ADN estén lógicamente más en consonancia con los propios recursos de narrador y la firma como autor del género de su director y en su propia filmografía. Pero por otro se deja entrever esa otra visión del suceso real que se nos cuenta desde el punto de vista del drama costumbrista, apuntalado en un buen trabajo del director para llevarnos atrás en el tiempo y meternos de lleno en la sociedad de barrio de clase trabajadora en la que se desarrolla el suceso. Esa crónica de época, bien apuntalada en el diseño de producción, es lo que, desde esa cercanía de los lugares y los personajes, refuerzan la clave más perturbadora del relato de terror pero al mismo tiempo nos llevan a pensar en esa otra película que no vemos del todo pero, cual si se tratara de una presencia realista y no sobrenatural en el relato, se manifiesta puntualmente en varias fases del desarrollo del mismo.
Ojo a Sandra Escacena, sorpresa grata de la película que apunta méritos para ser una de las actrices destacadas del cine español en los próximos tiempos. Paco Plaza le ofrece una oportunidad de oro y ella la aprovecha plenamente midiéndose con solvencia, de tú a tú, con veteranas como Ana Torrent y Consuelo Trujillo en el papel de la monja ciega, el más inquietante de la película, y también, junto con la propia Verónica, el más interesante desde el punto de vista del género de terror. Es más, opino que la monja de Trujillo merece su propio largometraje para ella sola, y estoy seguro de que Paco Plaza sabría sacarle mucho jugo en su propio estilo como director de este género en el que destaca nuevamente como fabulador de lo inquietante.
Miguel Juan Payán
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