Crítica de la película X-Men: Primera generación
Una grata sorpresa que pone el cine de superhéroes de la Marvel en una nueva fase y como mínimo está a la altura de las dos primeras películas de la saga de X-Men dirigidas por Bryan Singer, si bien tengo que reconocer que personalmente me ha gustado más que aquellas, quizá porque la veo más “película” y menos “adaptación de personajes de cómic”. Los personajes originales son del cómic, pero aquí creo que Singer, que ha participado en la concepción de la trama oficiando también como productor, se ha sentido aún más libre para poner en pie una historia que puede presumir de ser cine más independiente de la fuente original, y adapta los personajes con menos lastres de fidelidad y complejos que sus versiones anteriores. Finalmente los personajes de la Marvel empiezan a entrar con esta película en una nueva fase de evolución cinematográfica similar a la que iniciaran los personajes de la DC Comics con Batman Begins… lo que significa que ahora están más cerca de conseguir su equivalente a El caballero oscuro.
A nivel personal me ha gustado mucho ese juego de recreación de los años sesenta, en el que se hacen notar pequeñas pinceladas de la primera saga de James Bond, con sus breves fragmentos de peripecias de espionaje protagonizadas por mutantes, sin renunciar a la parte más aventurera y de ciencia ficción que integran la saga de los mutantes tanto el cómic como en sus anteriores adaptaciones cinematográficas.
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Uno de los logros de la película es ese equilibrio para meter en el contenido de la trama de un solo largometraje temas como la venganza de Erik, el vínculo familiar que se establece entre Xavier y Mística, el reclutamiento de la primera agrupación de X-Men, Cerebro, y además presentando al Club Fuego Infernal con un Kevin Bacon ejemplar como villano, en un papel que le sitúa rápidamente entre los mejores villanos del cómic adaptado al cine desde que sale por primera vez en pantalla. Además de hacer transitable para todo tipo de público la incorporación de los mutantes a un suceso de tanta importancia para la historia del siglo XX como fue la crisis de los misiles cubanos, X-Men la primera generación tiene tiempo para plantear los conflictos a los que se ven sometidos los principales protagonistas de la trama. Por ejemplo asistimos al complejo de búsqueda de afecto de Mística y queda muy claro por qué en X-Men 1 nos la encontramos aliada con Magneto, y a base de breves pinceladas la vemos saltando de un intento de relación sentimental a otra entre tres de los personajes masculinos, sin que en ningún momento eso sirva de lastre para el resto del relato o el argumento de intriga y acción propiamente dicho. También asistimos al dilema que enfrenta la Bestia, además de la presentación de toda una nueva galería de personajes con superpoderes.
En ese proceso sólo podemos reprocharle a la película que no preste la misma atención al desarrollo de los villanos que al de los héroes, pero teniendo en cuenta el ritmo del relato y la duración del mismo, así como la enorme cantidad de información que incorpora para el espectador, además de su definitorio título (es la primera generación de los X-Men no de los miembros del Club Fuego Infernal), cabe entender que a la hora de plantear el guión y con gran astucia sus artífices hayan optado por confiar la parte del león de los villanos al gran talento de Kevin Bacon para poner a los “malos” del cómic de superhéroes que pasan del cine a la televisión en una nueva dimensión, personificando al temible Sebastian Shaw. Por otra parte el desenlace abre la puerta a un más que previsible desarrollo de esos personajes de villanos en próximas entregas de la saga.
Considerando todo lo anterior me parece que los comentarios que le buscan a esta película la pega de que no tiene tantos ni tan perfeccionistas efectos visuales como las anteriores sobran. La magia del cine está primero en el guión, luego en la dirección, la interpretación, y en definitiva las películas que mejor nos llegan y más nos gustan son las que están mejor construidas. En ese sentido aplaudo que se preste más atención, como es este caso, a un buen desarrollo de la historia y los personajes antes, y si los efectos visuales no son para los ojos más quisquillosos en esa parcela el máximo que permite la tecnología del momento, me da lo mismo. Me basta con que cumplan su cometido como herramientas para contar la historia, y me sobran siempre que dichas herramientas se convierten en protagonistas sobre personajes o trama, cosa que lamentablemente viene ocurriendo con frecuencia en el cine de acción evasión de los últimos tiempos.
En ese sentido, X-Men la primera generación es en su conjunto un excelente trabajo que bien podría estudiar y aprenderse de memoria el amigo George Lucas en lo referido a cómo organizar la información para una precuela y las “caídas en el lado oscuro” de los personajes sin necesitar ni tres películas ni ser tan previsible como él lo fue en su no obstante bien abastecida de efectos visuales primera trilogía de Star Wars.
Creo que con esta película el cine de superhéroes prosigue en el camino que ya iniciara Christopher Nolan con Batman Begins y El caballero oscuro, esto es: hacer que las adaptaciones al cine de los superhéroes del cómic adquieran su propia identidad como producto cinematográfico, sin por ello dejar de rendir el merecido homenaje a sus fuentes, pero desarrollándose según la propia personalidad del medio para el que han sido concebida. Creo además que es un buen ejemplo que demuestra que una película empieza a ser buena o mala cuando comienza a construir su historia y organizar su información en el guión. Esa es la base.
Por eso me parece que con esta nueva entrega de X-Men, que es el mejor ejercicio de precuela que recuerdo, el cine de superhéroes entra en una nueva fase. Esperemos que se mantenga en este interesante camino.
Miguel Juan Payán