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miércoles, mayo 1, 2024
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Crítica Cartas a Roxanne ★★★

Crítica Cartas a Roxanne ★★★

Crítica de la película Cartas a Roxanne

Colorista y libre aproximación de Alexis Michalik a la vida de Edmond Rostand, cuando este dio pie a la idea de escribir Cyrano de Bergerac.

     Los mecanismos de la creatividad son caprichosos, y muchas veces llegan sin sentir. Algo así plantea el cineasta novel Alexis Michalik, en esta ópera prima sobre la existencia de uno de los dramaturgos franceses más populares en el país de La Marsellesa, merced a su obra Cyrano de Bergerac.

     La acción arranca en el París del caso Dreyfuss y de los primeros ensayos del cinematógrafo de los hermanos Lumière. Allí, en la Ciudad de la Luz y del arte de vanguardia, el joven Edmond Rostand intenta sacar adelante su carrera como autor de textos teatrales. Sin embargo, su estrella parece apagada, y no hace más que fracasar una y otra vez. Pese a que la actriz Sarah Bernardt es su mentora, la inspiración no hace mella en la imaginación del autor y poeta. No obstante, el encuentro con el dueño de una brasserie –momentos antes de acudir a una cita con el famoso intérprete Constant Coquelin- enciende la luz de las musas en Rostand; al dar por casualidad con la historia de un héroe marcado por la desgracia y el talento, llamado Cyrano de Bergererac. Con solo apuntes de lo que tiene en mente y su facilidad de palabra, Edmond consigue interesar a Coquelin, y empezar a pergeñar lo que posteriormente será Cyrano de Bergerac.

Crítica Cartas a Roxanne ★★★

     Michalik ensambla este argumento con un juego de saltos constantes entre la vida real y la creación que proyecta el ingenioso Rostand. Una simbiosis entre las experiencias del autor y las de su personaje, que lleva a Edmon R. a inventarse una Roxanne, y a escribirle cartas de amor apasionado en nombre de un Christian que resulta ser también el mejor amigo del dramaturgo. Esta idea, basada en mezclar ambos mundos, es ciertamente prometedora; pero el cineasta lastra su desarrollo, sobre todo por la falta de profundidad de los personajes. A esto se suma la incapacidad del relato para conseguir la credibilidad necesaria, debido a la escasa inspiración que transmite la puesta en escena.

     Dentro de este esquema de trazos descorazonadores, uno de los mayores problemas reside en la manera en la que está concebido el rol de Edmond Rostand: un papel que debería generar en torno suyo un mayor número de matices y de dejes humorísticos; pero que queda demasiado diluido, en un mar de inconexiones dramáticas y sentimentales. Esto impide que el espectador pueda percibir en su comportamiento las artes declamatorias y épicas de Cyrano; y eso a pesar de que el guion le ofrece la existencia de una Roxanne que cumple perfectamente con su función de musa agradecida.

     Aunque Michalik sabe cómo sacar algo bueno de ese déficit de convicción dramática, para confeccionar una película que no presenta problema alguno para seguir su desarrollo argumental, y en la que todo parece sacado de una pantomima de tonos exagerados. En ese terreno del desparrame cómico, quizá Olivier Gourmet (quien hace del explosivo Constant Coquelin) sea el que mejor se mueva, debido sobre todo a su capacidad para elaborar una caracterización voluntariamente neurótica, de un personaje que nunca escondió sus emociones en el mundo real.

Jesús Martín

 

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Crítica Cartas a Roxanne ★★★

 

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Jesús Martín
Soy un auténtico apasionado de las películas que despiertan la imaginación

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