El gato con botas y el último deseo ★★★★

Crítica El gato con botas y el último deseo

Entretenida e ingeniosa secuela del film dirigido en 2011 por Chris Miller, y que a su vez supuso el comienzo del spin-off más señero de la saga de Shrek.

El gato con botas con acento malagueño made by Antonio Banderas continúa con sus aventuras cinematográficas, y lo hace con una historia plagada de momentos sorprendentes, en la que existe una constante evolución de los personajes protagonistas.

La acción arranca con El gato con botas demostrando que es uno de los ladrones más hábiles y arriesgados del universo de cuento de hadas en el que reside. Al felino no le importa poner su existencia en peligro, pero desconoce un dato importante: ya ha gastado ocho de las nueve vidas con las que cuenta. Una noche, mientras bebe leche para aplacar su tristeza ante un insospechado final, el compañero de Garfield se topa con la muerte, quien luce la intimidante apariencia de un lobo sediento de sangre. El gato escapa por los pelos, pero el miedo le hace refugiarse en el hogar de una mujer amante de los animales que maúllan. Allí, bajo el anonimato, el otrora bigotudo aventurero conoce a un simpático perro, que se hace pasar por gato para no perder el favor de la dueña del cortijo. Tras un tiempo soportando las humillaciones de su nuevo estatus, el felino con la voz de Antonio Banderas recibe la visita de Ricitos de Oro y su familia de osos, los cuales desean contratar al audaz gato para localizar el mapa que lleva a la estrella del destino. Este astro tiene la peculiaridad de que concede un deseo a quien encuentra el preciado tesoro celestial, por lo que el protagonista decide cumplir la misión, solo para solicitar nueve vidas más. Junto a su amigo el perro, el peludo héroe parte a la guarida del temido Gran Jack Horner, quien esconde el mapa en su caja fuerte. No obstante, al felino con deje malagueño le sale una dura competidora en su camino hacia la estrella de los deseos: la chispeante e inteligente Kitty zarpas suaves.

El gato con botas. El último deseo monta sobre los rieles de una fantasiosa  y divertida fábula, que mezcla con suma eficacia la espectacularidad y el humor. Una senda en la que no existe el más mínimo rastro del cuento original de Charles Perrault, sino que se alimenta del espíritu transformador que preside este imaginativo spin-off de la saga de Shrek. Semejante ensamblaje artístico, nutrido por la negación de muchos de los elementos existentes en los cuentos tradicionales y clásicos, permite a la obra de Crawford y Mercado acercarse en su propósito a precedentes fílmicos tan recordados como El ceniciento (Frank Tashim, 1960) y Blancanieves y los tres vagabundos (Walter Lang, 1961). Modelos a los que emula en su apuesta por un humor políticamente correcto y lleno de frescura chistosa.

Pese a contar con pocos y nada memorables números musicales (algo que, en cierta forma, puede ser incluso un acierto), la película de Joel Crawford y Januel Mercado ilustra la trama con un viaje de resonancias épicas y psicológicas, que favorecen el cambio interior de los personajes principales. Una metamorfosis que padecen en gran medida El gato con botas y la bella y escurridiza Kitty, quienes aparcan sus diferencias como pareja, las cuales alcanzaron su clímax en el instante en que el felino dejó plantada en el altar a la mordaz ladrona enmascarada.

Todos estos ingredientes conforman un espectáculo audiovisual destacable, en el que pervive el espíritu de los cuentos de hadas de siempre (y eso a pesar de la sutil escenificación supuestamente rupturista y renovadora).

Jesús Martín

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