Crítica de After. Amor Infinito
Crítica de la película After. Amor Infinito
Levemente superior a la entrega anterior… pero no por mucho.
Posiblemente uno de los descalabros del año, aunque no sea precisamente una sorpresa. La saga After comenzó siendo un remedo bastante flojo y para adolescentes de Cicuenta sombras de Grey, y poco a poco fue degenerando en una serie de películas sin ton ni son, con unos guiones ridículos, interpretaciones de cartón piedra, cambios de reparto imposibles y unos diálogos que producían carcajadas, y no por los motivos adecuados, porque eran involuntarias. La cuarta entrega no es un cambio radical, pero es cierto que mejora muy levemente lo visto en la tercera película, un desastre que no había por dónde cogerlo. Y no, no se confundan, no disfruto dándole mala nota a una película así. Disfruto viendo una buena película y defendiéndola luego. Esto es una lástima.
Tras los chocantes eventos de la película anterior, el amor de nuestros dos protagonistas es puesto a prueba nuevamente primero en Londres y luego de vuelta a Seattle, donde un giro trágico de los acontecimientos lo cambiará todo. Tampoco es que la trama sea ninguna novedad, pero tiene menos momentos bochornosos que en la anterior. Quizá porque hay muchas menos escenas de sexo, que en esta saga son forzadas, inverosímiles, ridículas y con muy poca química. A veces se nota hasta incómodos a los dos jóvenes protagonistas. Pero en Amor infinito, apenas hay un par de ellas, lo que hace mucho más llevadera la historia y nos permite tomarnos un poco más en serio lo que nos quieren contar. La escena de sexo del jacuzzi en la película anterior sigue siendo insuperablemente bochornosa.
También se les nota algo más calmados a los dos protagonistas, especialmente a Hero Fiennes Tiffin, quien deja tanto aspaviento desde los primeros compases y no es tan histriónico. Josephine Langford sigue siendo demasiado hierática y no hay casi química entre ellos, pero a estas alturas ya nos hemos acostumbrado. El buen puñado de nombres de peso que aparecen por la película, como Stephen Moyer, Mira Sorvino o Arielle Kebbell no aportan demasiado a la historia y en muchos casos aparecen de casualidad. De hecho la trama planteada en la entrega anterior en su final en torno a Moyer, es olvidada al minuto 15 de película, como pasaba con el final de la segunda entrega y el inicio de la tercera…
Porque no son tramas ni desarrollo de personajes, son simples excusas para separar momentáneamente a los personajes y luego volver a unirlos. Hay un continuo cambio de dirección de “te quiero” a “no te quiero volver a ver” que es tan ridículo como divertido finalmente. El arco dramático es algo más elaborado gracias a un par de giros, pero poco más. Sigue siendo tan indolente, insulsa y vacía como siempre, solo que algo menos ridícula. Con un desarrollo visual realmente pobre y televisivo, que intenta hacer pasar un campo de Bulgaria por la campiña inglesa, por ejemplo. Pero todo esto era ya previsible, incluyendo la promesa de una nueva entrega.
Jesús Usero
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