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jueves, mayo 16, 2024
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Atrapados en Chernóbil ***

Atrapados en Chernóbil ***

Atrapados en Chernóbil repite fórmulas y tópicos pero es eficaz como producto de terror para adolescentes.

Oren Peli, director de Paranormal Activity y Área 51, dos películas con las que Atrapados en Chernóbil tiene mucho en común, produce y escribe este otro vehículo de terror dirigido por Bradley Parker y no ha inventado nada nuevo. Probablemente tampoco lo pretendía. Lo que pretendía, y en mi opinión ha conseguido, es construir otra película de terror pegada escrupulosamente a las fórmulas más tópicas y convencionales y que resulte más o menos barata de rodar. Busca el máximo rendimiento con el mínimo de inversión, lo cual creo que ha conseguido. Atrapados en Chernóbil no es nada nuevo bajo el sol, sino la repetición de fórmulas que hemos visto en películas como La maldición de la bruja de Blair, REC, Creep o The Reds. Argumentalmente es lo más sencillo que el aficionado al terror se puede echar a la cara: grupo de niñatos buscan emociones fuertes y acaban metidos en la boca de lobo que los quiere devorar. A partir de ahí asistimos al habitual rosario de sustos, desapariciones, acosos, persecuciones y asesinatos. Lo dicho: nada nuevo. Pero sí algo tremendamente funcional, muy eficaz para emocionar a los adolescentes, suficientemente entretenido y a su modo inquietante para el resto de los espectadores.

El problema que plantea la aplicación de este tipo de terror de fórmula, vocacionalmente repetitivo, voluntariamente apegado a los tópicos radica en cuánto puede prolongar su presentación de personajes y situación y su ejercicio de repetición antes de que el espectador llegue a advertir tantas reiteraciones que acabe por desconectar del asunto agotado por la repetición de fórmulas, recursos, personajes y situaciones que no son precisamente originales.

Para esquivar ese problema, Oren Peli y Bradley Parker han buscado aliados.

En el caso de Atrapados en Chernóbil, el primer aliado es la propia localización. Tal y como ocurre en la mayor parte de películas de terror de nuestro tiempo, las leyendas urbanas son la sangre que corre por las venas del relato. Los rumores que circulan en torno a lo ocurrido en la zona de exclusión creada tras el accidente nuclear de Chernobil, que incluyen desde especies mutantes a manadas de perros salvajes y todo tipo de teorías de conspiración. Ese es el anzuelo argumental que viene aparejado con el correcto uso que hace el director del decorado, convertido así no sólo en un personaje clave de la historia, sino también en el más interesante, porque los personajes en sí son lo mismo de siempre, poco más que bocetos de marioneta puestos ahí para servir como alter-egos del espectador en el territorio del miedo.

El segundo aliado de Atrapados en Chernóbil es la asociación de géneros, porque, al menos en su primera mitad, antes de que se meta en la fórmula del terror al cien por cien, este viaje a la zona de exclusión de Prypyat es una aventura en la que cualquier cosa es posible. Parker y Peli aciertan a prolongar tanto como pueden esa faceta más aventurera de la película porque sabe que en el momento en que se decida por un camino determinado y se lance a la piscina del terror habrá perdido un poderoso aliado. Mientras su película se mantiene en terreno de la aventura inquietante cualquier cosa puede suceder, todo es posible, el espectador se mantiene abierto a todas las variables de amenaza imaginables, como la propia trama. Es en el momento en que abraza totalmente el género de terror cuando la acumulación de repeticiones, tópicos y situaciones ya conocidas se convierte en un lastre para su película. El director elige además mantenerse dentro del campo de lo verosímil, incluso en el momento de elegir quién o qué va a ser su monstruo, lo cual obra a favor de su película, ya que la amenaza resulta más inquietante que si finalmente hubiera optado por perderse en el territorio de la fantasía de manera más descarada. Prevalece así en su fórmula argumental la naturaleza de leyenda urbana. Y como además ha elegido bien algunas situaciones y decorados, como el interior de las casas abandonadas o el autobús tiroteado desde dentro, el interés y lo inquietante se mantiene vivo más tiempo de lo esperado por tratarse de la aplicación de una fórmula de terror en la que no caben muchas sorpresas argumentales. Es una lástima que no acierte a sacar el máximo partido posible a esas localizaciones tirando de más talento a la hora de rodar sus planos, pero digamos que arriesga lo justo y prefiere optar por la eficacia jugando sobre seguro.

Finalmente el último aliado con el que cuenta Atrapados en Chernóbil es la natural curiosidad de los espectadores por ver cómo ese grupo humano sometido a la situación de tensión se desmorona emocionalmente. Me atrevería a decir que la repetición sistemática de las mismas fórmulas del terror nos ha dejado huérfanos de miedo y sólo nos ha quedado el morbo de esperar a ver cómo mueren los protagonistas, pero sobre todo cómo se autodestruye el grupo precisamente en sus torpes maniobras de supervivencia condenadas al fracaso inevitable ante las sangrientas circunstancias. Sospecho que eso nos produce un placer sustitutivo del que puede suponernos experimentar el miedo que nos falta. Es tan difícil identificarse con las víctimas, ligeramente construidas como personajes, que decididamente nos ponemos de parte del o los verdugos, que nos parece más divertido.

Como consecuencia de todo lo anterior, Atrapados en Chernóbil es una variante de Paranormal Activity o Área 15 que puede funcionar bien en la taquilla para público adolescente y poco exigente que busque emociones sin sensaciones o sea tan aficionado al cine de terror que a estas alturas su imaginación para rellenar los huecos y completar su propia trama sobre lo que ocurre realmente en esa zona de exclusión le permite montarse su propia película al margen de lo que ocurre en la pantalla. Aunque al final más que atrapados estamos atascados en Chernóbil.

Miguel Juan Payán

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