Vivimos tiempos de plena eclosión del fenómeno zombi que se extiende a distintas parcelas y se encuentra en ese momento de tierra de nadie, de encuentro entre lo que puede ser y lo que no, por otra parte muy característico del género fantástico, tan adicto a la fantasía. Los zombis, como personajes y como recurso y pretexto terrorífico, viven un momento dulce de gran popularidad en todos los medios, aunque los que mejor partido están sacando al mismo son los guionistas y dibujantes de cómic, que van incluso por delante del cine en lo que se refiere a explotación con talento del asunto. Hay muchos ejemplos (hasta los superhéroes de la Marvel se han zombificado en Marvel Zombies), pero especialmente recomiendo a modo de ejemplo una colección de novelas gráficas, Los muertos vivientes, de Robert Kirkman, que ha puesto el listón muy alto en lo que a madurez del relato sobre zombis se refiere sin traicionar los modos y maneras de las viñetas al tiempo que ha encontrado el camino para darle mayor envergadura dramática al asunto con un desarrollo de personajes ejemplar y una manera de narrar muy cercana al cine.
Su proximidad al arte de las viñetas es precisamente lo que más me atrae del planteamiento de Bienvenidos a Zombieland, una película que podemos disfrutar como un buen tebeo sobre zombis, pero que también se ofrece como una comedia autoparódica sobre el subgénero de muertos vivientes y consigue mantener el pulso entre el humor y la acción y cierto aire de inquietud durante todo su metraje. No llega a ser terror porque simplemente no está planteada para ser terror. Esto es: no pretende meternos miedo. Y esa es otra muestra de astucia por parte de sus artífices.
Reconozcamos que llegados a este punto de explotación de los muertos retornados de las tumbas para devorar a sus congéneres podríamos estar muy cerca de la saturación y el ocaso de los zombis, pero películas como ésta y tebeos como el de Kirkman vienen a demostrarnos que este tipo de personajes pueden tener cuerda para rato si se alían con el talento.
George A. Romero creó, o mejor reinventó, a sus muertos vivientes desde los retales de distintas referencias, como la del vampiro reviniente de nuestra antigüedad (si alguien quiere saber más sobre el tema le recomiendo el libro Tratado sobre los vampiros, de Augustin Calmet), las tradiciones del vudú (igualmente interesante es para conocer mejor las mismas el libro La isla mágica. Un viaje al corazón del vudú, de William Seabrook), o incluso la novela Soy leyenda de Richard Matheson (y su primera adaptación al cine, El último hombre de la tierra, protagonizada por Vincent Price en 1964). Pero desde ese genial punto de partida que él nos proponía en La noche de los muertos vivientes y Zombi, estas criaturas han encontrado un camino de supervivencia mucho más amplio de lo previsible, y además han conseguido abrirse camino en el panteón de los monstruos del terror con una capacidad de convocatoria y una popularidad que para sí quisieran algunos de sus compañeros de género. Son no obstante los caminos alternativos de la mitología del muerto viviente, como el que en su momento propusiera por la vía del videojuego Resident Evil, el de la zombificación de los superhéroes llevada a cabo en Marvel Zombis, el de las novelas gráficas con espíritu cinematográfico de Kirkman o el que nos presenta Bienvenidos a Zombieland, los que actualmente resultan más interesantes, junto con esa reconstrucción del mito del cadáver devorador. A estas muestras hay que incorporar por supuesto el trabajo esencial y tremendamente eficaz de Max Brooks en sus libros: Zombi. Guía de supervivencia y Guerra Mundial Z, éste último de lectura adictiva y con una prevista adaptación al cine.
Afirma el director de Bienvenidos a Zombieland que se inspiró en la comedia Zombies Party de Edward Wright para poner en pantalla ese proyecto que ciertamente tiene muchos puntos en común con aquella producción británica, pero más allá de la idea de mezclar comedia, acción y zombis descubrimos en su película otros elementos que son típicamente americanos y que la adornan en positivo. El primero es la idea del viaje. Bienvenidos a Zombieland respira con los pulmones de un beatnik presa de una pesadilla o de un mal viaje. Sus protagonistas se desplazan por la autopista de la existencia dispuestos a acumular experiencias, pero además la forma paródica de desvelar la trama como un monólogo del personaje Jesse Eisenberg, Columbus, nos acerca más al adolescente japonés de la novela Guerra mundial Z de Max Brooks, que encuentra cómo vivir una existencia más plena precisamente en mitad del Apocalipsis zombicaníbal. En ese sentido es significativo que su primera oportunidad de practicar el sexo se produzca precisamente con la joven rubia maciza que entra en su casa huyendo de los zombis, y resulta igualmente hilarante y significativo el desenlace de ese primer acercamiento tímido al sexo opuesto que refuerza el tono autoparódico del relato y del propio personaje, dejando claro por dónde van a ir los tiros en el resto del metraje: a su manera Bienvenidos a Zombieland es también una historia de iniciación a la vida… rodeados de muertos.
El otro referente básico de la película lo encontramos en las normas de supervivencia que el protagonista desgrana en la apertura del relato con mucho humor y escenas tan sangrientamente gore como hilarantes, que sale directamente de Zombi. Guía de supervivencia de Max Brooks.
Y ambas obras de Brooks son plenamente de estilo americano, como la idea de que los personajes se rebauticen a sí mismo con el nombre del lugar del que proceden: Columbus, Tallahassee, Wichita y Little Rock.
De manera que la inspiración de Zombies Party hay que matizarla un poco.
La fábula que nos cuenta con gran sentido del humor Bienvenidos a Zombieland es una variante del típico relato de iniciación, American Way of Life y Self Made Man. De hecho el propio personaje de Woody Harrelson alude al asunto señalándose en uno de los diálogos como un hombre que se ha hecho a sí mismo cuando alude a que su madre le dijo que algún día sería muy bueno haciendo algo. Que ese algo sea liquidar zombis es lo menos importante. Tallahassee es un hombre hecho a sí mismo que ha conseguido el éxito y tiene un objetivo en la vida: conseguir las barritas de chocolate que queden todavía consumibles en el planeta zombi… antes de que se estropeen.
En cuanto al American Way of Life, hay una parte de sátira genial protagonizada por Bill Murray que merece ser analizada casi como una especie de historia dentro de la historia, o como una suerte de haiku sobre la fama y el precio de la fama. La conclusión de ese fragmento merece ser analizada aunque resulte un tanto previsible para algunos espectadores, pero no voy a hacer tal cosa aquí principalmente porque sería reventar un spoiler y no es plan. Quien la haya visto cuando lea esto ya sabe a qué me refiero, y quien la vea después de leerlo podrá llegar a sus propias conclusiones sobre el particular.
Para terminar con el tema de los referentes quiero destacar que Bienvenidos a Zombieland rinde también cumplido homenaje a la película que lo inició todo, La noche de los muertos vivientes, en lo que se refiere a su tema central, que no es otro que la formación de una nueva familia desde el paisaje demolido de las tradiciones que hoy conocemos. En La noche de los muertos vivientes Romero acababa enfrentando a hermano contra hermano, uno de ellos zombi y la otra todavía viva, en un duelo que se desarrollaba entre los cadáveres devoradores del exterior y los supervivientes del interior, destruyendo los lazos familiares para volver a reconstruirlos más tarde de manera distinta entre los miembros del grupo superviviente (el padre que pierde su autoridad como padre, la hija que deja de ser hija para convertirse en otra cosa, etcétera).
En cuanto a la construcción de la narración, Bienvenidos a Zombieland se edifica sobre una serie de episodios con alma de gag humorístico, alguno tan visuales como el del piano, y precisamente por ello una de las cosas que más me llama la atención de ella es la capacidad de sus artífices para conseguir enlazar esos episodios en una trama común con un buen ritmo, aunque inevitablemente esta estructura lleve a la película a mostrarse algo exhausta hacia el final del metraje, que, como no podía ser menos en una historia típicamente americana, se desarrolla en un parque de atracciones.
El agotamiento se produce cuando el humor deja paso a la acción, pero el metraje de la película no permite que el ligero bajón hacia el final tenga importancia.
Como suele decirse: lo bueno, si breve, dos veces bueno.
Algunos cineastas y no pocos criticastros que parecen no tener la menor idea de lo que les estás hablando cuando mencionas lo muy saludable que es la elipsis deberían escribirse este lema en la frente.
Resumiendo: entretenida, muy divertida sobre todo en su arranque de comedia gamberra, y plena de sugerencias paródicas que le dan vidilla al a veces muy reiterativo, previsible y facilón subgénero de los zombis.
Miguel Juan Payán