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jueves, abril 25, 2024
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Blackhat, amenaza en la red ★★★★

Blackhat, amenaza en la red ★★★★

Crítica de la película Blackhat, amenaza en la red

Michael Mann vuelve a su mejor cine con buena intriga y acción.

Michael Mann ha conseguido que le levante la nota negativa que le había puesto después de ver Corrupción en Miami y Enemigos públicos con esta película, que me ha gustado y convencido mucho más que las dos citadas. Creo que es mejor que ambas. Y por poco no es tan buena como Heat. Bueno, por poco no, es que no tiene en el reparto a dos gigantes como Al Pacino y Robert De Niro, aunque el reparto con el que cuenta me parece eficaz y creo que cumple de sobra con su cometido. El nivel de Michael Mann como director vuelve a subir al de sus mejores tiempos con esta mezcla de intriga y acción en la que manteniendo sus claves y preocupaciones esenciales como director no ha dejado que el esteticismo devore la trama, el conflicto y los personajes como le ocurriera en sus trabajos anteriores más recientes. Aquí el virtuosismo que siempre exhibe, incluso en sus trabajos más flojos, está perfectamente compenetrado y equilibrado con la historia que nos cuenta y sus exigencias narrativas. De manera que además de visualmente notable, Blackhat es un buen entretenimiento, con buen ritmo y una buena resolución de las secuencias de acción. Tiene varios momentos en los que el virtuosismo visual y de montaje de Mann a la hora de plantear sus secuencias más trepidantes vuelve a tener el vigor de Heat. Me refiero por ejemplo al tiroteo en los túneles y el puerto, al ataque tras la explosión, o a esa escena final que tiene resonancias de western urbanita que en su manera de plantear el cruce de lo exótico con lo espectacular está muy bien servida en rodaje por la pasión de Mann por las nuevas tecnologías, pero al mismo tiempo me ha recordado lo que en los años cincuenta hiciera el gran Samuel Fuller en un clásico como La casa de Bambú.



Los primeros compases de la película ya nos proponen los ataques informáticos del hacker que ejerce como villano en una clave visual que parece replicar los ataques del escualo en Tiburón de Spielberg. Y a partir de ese momento Mann deja claro que no piensa proponernos otra peripecia de intriga con ordenadores más bien sedentaria y estática con escenas de gente mirando una pantalla de ordenador. Ese era el miedo que tenía al acercarme a ver la película y queda despejado de inmediato. Tras esos dos primeros ataques informáticos, la película va cobrando energía y ritmo a medida que la intriga progresa y se adereza con varias secuencias de acción trepidante sin frenar su ritmo ascendente en ningún momento. Al contrario de lo que le ocurriera en  Corrupción en Miami y Enemigos públicos, aquí Mann no deja que la subtrama romántica devore y sea un lastre contra natura para la intriga policial de su relato. Muy al contrario. No sólo hay un cuidadoso equilibrio entre la historia de amor y lo que realmente interesa, que es la persecución del hacker narrada como si se tratara de la persecución de un asesino en serie, sino que el director solventa esa subtrama romántica con un alarde de economía de planos y metraje casi minimalista que le permite no perder ritmo ni velocidad en la trama policíaca propiamente dicha.

Respecto a dicha trama, creo que Blackhat Amenaza en la red es la mejor película que se ha estrenado hasta el momento sobre esa nueva moda en el crimen que son los delitos informáticos. Es de hecho la puesta de largo de dichos delitos en la ficción policial cinematográfica, con gran calidad en la propuesta y notable eficacia como cine de evasión y entretenimiento. Salvando todas las distancias que les parezcan oportunas, algunos de sus momentos incluso han llegado a hacerme pensar que sería una buena  compañera de viaje de la saga de Jason Bourne, por su tono y planteamientos de renovación del género. Pero dejando eso de lado, lo que está claro es que se trata de lo mejor que ha rodado Mann en los últimos años y me ha devuelto al confianza casi perdida en este director que a su vez se nos había perdido en los laberintos del alarde tecnológico y visual sin llegar a encajar los logros de dicho campo con las necesidades del relato propiamente dicho. En esta ocasión ha conseguido conjugar ambas cosas y demuestra que todavía tiene mucho buen cine que ofrecernos en su cabeza.

La parte más endeble del relato llega no obstante en el tercer acto del mismo, aproximadamente los últimos cuarenta minutos, que de no ser por ese duelo final en la celebración callejera que he mencionado antes y devuelve su vigor visual a la película en sus últimos compases, habría quedado mucho más endeble que el resto del largometraje. A Mann suele ocurrirle que los remates de sus películas no son, en lo referido a la acción, tan potentes o espectaculares como el resto de las mismas. Recuerden ese final de Heat en el aeropuerto, que aún recordando a un clásico como Bullit, se nos quedaba algo parco por comparación con el brillante despliegue de acción exhibido previamente por dicho filme.  Los adictos a la trepidación pueden caer en la trampa de pensar que esto es un fallo, pero no es el caso. Muy al contrario. No hay nada de anticlimático en este tipo de resoluciones más sobrias de los conflictos que se les plantean a los protagonistas y antagonistas de Mann. Es simplemente una muestra de madurez argumental no cerrar las historias con un alarde de pirotecnia como el que podemos encontrar en otros fragmentos del relato, sino con un despliegue de violencia más reflexiva. En el cine de Mann, esos desenlaces acaban siempre en enfrentamientos cercanos, en algunos casos cuerpo a cuerpo, que se liberan de la cuidadosa coreografía exhibida en las secuencias previas de tiroteo, cambiando esos ballet de la muerte que recuerdan y toman el relevo de la muerte en tres tiempos de las películas de Sam Peckimpah por el caos incontrolable. De ello es un muy buen ejemplo el desenlace de Blackhat, que se configura así como un muy recomendable título que bajo su primera lectura o capa como eficaz vehículo de acción y entretenimiento nos propone además una reflexión sobre lo muy expuestos que estamos a los peligros inherentes de las nuevas tecnologías y la red de redes.

Miguel Juan Payán

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