Brave (Indomable) vuelve a demostrar por qué Pixar está a la cabeza del cine de animación. Muy buena película y un gran entretenimiento.
Desde hace tiempo está claro que las producciones de Pixar están siempre varios escalones por encima del resto del cine de animación actual en lo que se refiere a CALIDAD, así, con mayúsculas. Up demostró además que podían competir incluso con películas de imagen real, y la tercera entrega de Toy Story, con ese viaje final al infierno, dejó claro que incluso cuando los maestros de los dibujos animados de este estudio trabajan en clave de franquicia consiguen sorprendernos. Ahora Brave (Indomable) no sólo confirma el excelente momento que viven las producciones de Pixar en el campo del cine de animación, sino que además vuelve a ponerlas a la altura de cualquier producción en imagen real, superando a muchas de las propuestas de cine de acción y aventura con actores de carne y hueso que han llegado a la cartelera este año. Seré más claro: le da cien vueltas a las últimas reformulaciones de Blancanieves, por poner un ejemplo reciente.
La recreación que hace Brave del mundo mítico de las tribus guerreras europeas es impecable, no sólo desde el punto de vista de la animación sino incluso desde el punto de vista de la fotografía, que capta a la perfección esa cualidad de leyenda del relato, o de la coreografía de la acción, trepidante y mucho mejor contada y visualizada que buena parte de las escenas trepidantes que nos ha servido el cine de aventuras este año. Redondeando su oferta, Brave logra además que a los pocos segundos de metraje estemos ya tan totalmente envueltos en la historia que nos importa poco que sus habitantes sean personajes de animación. De hecho, llama la atención que esos personajes de animación nos resulten mucho más verosímiles e interesantes que algunos personajes interpretados por actores de carne y hueso que han llegado hasta la cartelera en peripecias del mismo género o estilo en los últimos tiempos. Están más vivos, son más entrañables y creíbles, nos importa mucho más todo lo que les ocurra. Eso dice mucho del trabajo de guión, pero también del excelente nivel que han alcanzado los procesos de animación de Pixar a la hora de crear unos personajes que nos hacen olvidar su verdadera naturaleza como dibujos animados.
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Todo lo anterior sería ya más que suficiente para recomendarles que gasten su dinero en ir a ver esta película, en mi opinión, una de las mejores que han salido de la fábrica de entretenimiento y diversión con fundamento de Pixar. Pero es que además en lo referido propiamente a las fábulas de animación, y más concretamente a las peripecias y personajes creados o producidos por los estudios Disney, roza la obra maestra en su reformulación y actualización de los códigos manejados en ese tipo de producciones.
Para empezar lo que hace Brave es darnos una versión actualizada de la fórmula de aventuras familiares con protagonista femenina que nos ha estado sirviendo Disney desde sus brillantes comienzos con Blancanieves. Pero escapa con talento de todos los tópicos que tal tipo de productos conlleva. La protagonista es una digna heredera de las llamadas “princesas Disney” más clásicas, Blancanieves, Cenicienta, La Bella Durmiente… pero resulta mucho más interesante y por supuesto actual que aquellas, pues donde aquellas vendían una manera de contemplar personajes femeninos ciertamente limitados por una visión tirando a paternalista, ésta se libera pronto de toda limitación para crecer y madurar como personaje. Y para ello no requiere caer en el territorio de lo “feminazi” ni soltar el discurso feminista metido con calzador que cabría temer en esas circunstancias. Nada más lejos. Todo es sencillo y fluido en esta película que no fuerza situaciones, pasa de soltar discursos y elige ser en primer lugar y ante todo un saludable entretenimiento sin alardes sexistas en uno u otro sentido. La flexibilidad y la elegancia de la animación de Pixar corre así paralela con la flexibilidad y elegancia de su propuesta argumental. Ciertamente Mérida, la protagonista, se enfrenta al reto de romper la imagen de “princesa casadera” que le otorga su madre, pero esto lo hace sin grandes alardes dramáticos, sin subirse al púlpito para soltar discursos, sin darnos la paliza con eslóganes bienpensantes o buenrrollistas de moda. Tan equilibrado es el discurso argumental, que ni siquiera hay un villano al que echarle la culpa de nada, más allá de las propias circunstancias. Han conseguido esquivar esa necesidad tan hollywoodiense de simplificar el conflicto repartiendo a los personajes en héroes y villanos. Así hay una heroína que comete un grave error y provoca la catástrofe y una bruja que la ayuda pero no es especialmente perversa, sino simplemente servicial con sus clientes, tan servicial que incluso deja tras de sí un divertido y muy original sistema de atención al cliente para las reclamaciones que sus hechizos puedan producir. En todo ese entorno del bosque, la bruja, la heroína, es donde encontramos la pista de cómo Brave reescribe y actualiza con rigor y madurez, pero también con gran imaginación, las claves de cuentos clásicos como Blancanieves y los siete enaninos. Y se nota que para ello los genios de Pixar han estado muy atentos a las producciones de animación del japonés Hayao Miyazaki, porque su bruja tiene mucho en común por ejemplo con el personaje de la anciana Yubaba en El viaje de Chihiro.
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Completando el excelente viaje que nos propone Brave encontramos además en el centro del relato el abordaje de las relaciones madre-hija con una sensibilidad y madurez que no es fácil ver no ya en las películas de animación, sino ni siquiera en las comedias románticas o las “dramedias” de imagen real.
Si a eso le añaden peleas con osos, tres hermanos traviesos, cabalgadas, torneos entre príncipes de varias tribus, persecuciones y transformaciones de humanos en peligrosos animales, entenderán que el resultado de toda la ecuación sean la cinco estrellas que el he puesto a la película, una de las mejores y más divertidas que he visto este año, y eso, en un año como este, es decir mucho.
Un detalle final: cuando me temía que iba a aparecer el típico príncipe con la típica y tópica historia romántica bajo el brazo, resulta que no aparece. Una prueba más de que el lugar común y el camino fácil nunca ha estado en el esquema de Brave.
Miguel Juan Payán
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