Capitán América: el primer vengador es una de las propuestas más divertidas y conseguidas que nos ha ofrecido el cine de superhéroes en los últimos tiempos. Sus artífices han acertado además a hacer una traducción del personaje al cine que no traiciona sus orígenes en las viñetas pero tiene personalidad propia como película y mezcla con habilidad distintos géneros, haciendo del cine bélico la columna vertebral de una trama que cuenta también con elementos de ciencia ficción, aventuras y espionaje, configurándose como una oferta a la altura de las versiones cinematográficas de Iron Man y Thor. De manera que creo que se ha ganado a pulso las cuatro estrellas concedidas en el marco del tipo de cine de evasion del que estamos hablando. Buen cine de evasión.
La tendencia marcada en las adaptaciones de los personajes Marvel al cine en los últimos tiempos, con películas como X-Men: primera generación y Thor, se mantiene… El cine va encontrando la manera de expresarse sin perder personalidad ante los cómics que adapta, y eso está dando lugar a una nueva manera de desarrollar el que ya sin duda es todo un subgénero cinematográfico, las películas de superhéroes, por caminos menos trillados, más sugerentes, en definitiva, organizar una propuesta más interesante que la mera adaptación de los personajes populares por su recorrido en las viñetas. Este ejercicio de personalidad del cine frente al cómic se mantiene en Capitán América: el primer vengador, cuyos artífices no lo tenían nada fácil.
Estoy seguro de que algunos críticos tirarán por el camino más fácil haciendo su habitual ejercicio de reduccionismo y aplicándose a la tarea de servir como portavoces de un intelectualismo mal entendido, y le darán cera a la película. Ciertamente Capitán América, el primer vengador, tiene todas las papeletas y reúne todas las condiciones para merecer que le lleguen los palos desde determinada crítica que apuesta siempre por lo fácil. Tiene la osadía de ser tremendamente entretenida y divertida. Además su protagonista es un estadounidense que lleva la bandera de las barras y las estrellas en el uniforme. Si a eso añadimos que mezcla géneros tradicional y sistemáticamente atacados por la crítica más adicta al gafapastismo realcitrante (bélico, esto es, “tiritos”, y ciencia ficción, esa abominación que se atreve a abrir puertas a la imaginación del personal sin pedir permiso a los intelectuales ni respetar las doctrinas políticas establecidas por los distintos grupos mediáticos y de presión), todo apunta que la película se va a llevar palos. Además, es de superhéroes, ese subgénero que despierta un odio singular entre quienes piensan que el cine debe servir antes para adoctrinar o motivar la reflexión humanista que simplemente para sustentar la natural inclinación a evadirse del espectador una vez que paga su entrada en la taquilla. Un subgénero que incluso en opinión de algunos de sus seguidores, no tiene derecho a tomarse en serio a sí mismo ni puede osar a intentar mejorar la calidad de su propuesta, ya que tal cosa es anatema contra el cutrerío digno de serie B o serie Z que se le supone.
Cabe confiar sin embargo en que el espectador normal y corriente, el que va al cine a divertirse y además tiene la inteligencia de informarse previamente sobre aquello que va a ver, entendiendo sin lastres raros que una película sobre el Capitán América significa lanzar el escudo, Hydra, Cráneo Rojo, los Comandos Aulladores, Segunda Guerra Mundial, Suero del Supersoldado… En definitiva, una representación de la clásica historia de superhéroes. De hecho, tal como refleja la película hábilmente, la figura del Capitán América es una de las raíces de dicho asunto junto con Superman (ver el reportaje de la revista en el número de agosto sobre la película y el artículo con las versiones de este personaje para el cine y la televisión).
Cine de Evasión, así, con E mayúscula, muy coherente en el abordaje del personaje que adapta. Es interesante por ejemplo cómo juega con el montaje para hacer que las hazañas bélicas necesariamente espectaculares y trepidantes en los cómics del Sargento Furia, los Comandos Aulladores y el propio Capitán América en su etapa en la Segunda Guerra Mundial, funcionen en el cine como una sucesión de momentos de acción perfectamente conectados que no impiden e incluso refuerzan el desarrollo argumental en el limitado metraje de una producción de este tipo. Por otro lado es igualmente curioso cómo han conseguido solucionar el complicado arco de evolución del personaje, que en realidad nació en los años 40 como vehículo de propaganda patriótica de cara a la Segunda Guerra Mundial, algo difícil de vender hoy en día sin despertar suspicacias por otra parte lógicas entre la mayor parte de la audiencia, y llevarlo hasta su posterior evolución como superhéroe de la galaxia Marvel. Para quitarse de en medio ese origen propagandístico del personaje sin obviarlo, ya que forma parte del mismo, emplean un número musical que tiene cierto aire al empleado por Spielberg en la apertura de la segunda película de la saga de Indiana Jones. De hecho la película tiene en algunos momentos cierto aire de emulación del tono spielbergiano para contar historias, lo cual es lógico considerando que su director es lo que podríamos llamar uno de los alumnos de la “escuela” del director de Tiburón. Ese número musical cuenta mucho en poco tiempo de metraje, sin ser lastre para el resto, y poniendo sobre la mesa el conflicto al que está sometido Steve Rogers, una buena base para desarrollar el resto de la historia.
Otra cosa que me ha gustado es ese aire de película de espionaje descerebrada y mezclada con ciencia ficción, al estilo de la saga de James Bond, con vehículos e ingenios futuristas y con una organización secreta, Hydra, que introduce el tono de las peripecias de espionaje instalado en las peripecias de otro personaje clave de los cómics Marvel, Nick Furia, agente de SHIELD. Que ese despliegue de armas secretas manejadas por Cráneo Rojo y sus secuaces se inspire además en una base real, mitad mito y mitad historia, relacionada con el desarrollo de armas secretas por los nazis durante la Segunda Guerra Mundial, me parece aún más acertado.
Y en último lugar, pero no menos importante, está el reparto de secundarios, todo un ejemplo de cómo estos personajes son el verdadero cemento que presta consistencia a este tipo de historias consiguiendo que aceptemos sus presupuestos argumentales más improbables si nos llegan a través de actores como Tommy Lee Jones, Stanley Tucci, Hugo Weaving… Es igualmente llamativo lo bien que funciona Chris Evans como Steve Rogers (dicho sea de paso con un trabajo notable de efectos y maquillaje en su etapa previa al supersoldado) frente a lo simplón y tópico y escaso que fue cuando daba vida a la Antorcha Humana en las dos películas de Los cuatro fantásticos.
Y por último, está la propia idea central del argumento, que creo capta el verdadero significado del Capitán América como personaje en los cómics, donde representa no tanto unos valores patrióticos determinados como se ha pretendido, sino más bien un concepto de integridad. Steve Rogers recibe el suero del Supersoldado como un regalo, pero sus problemas no acaban ahí. Más bien al contrario: empiezan a partir del momento en que sale de esa especie de vaina en una curiosa escena de parto que, aunque muchos prefieran simplificar y traducirlo simplemente como un vehículo de propaganda, tiene también mucho de la criatura de Frankenstein de Mary W. Shelley. En el fondo, y esto es uno de los asuntos más atractivos de este tipo de narrativa superheróica, los superhéroes son monstruos, y resultan más interesantes cuanto más torturados están por su verdadera naturaleza. En ese sentido, el personaje de Steve Rogers, más allá de su utilización como símbolo patriotero, plantea un dilema ético esencial: persigue ser quien no es para poder servir, y cuando consigue mutar encontrando una nueva vida, ésta vida no deja de darle palos. Lo pierde todo cuando parecía haberlo ganado todo, y queda solo, aislado como un náufrago en un mundo del futuro que no conoce ni llegará a entender nunca, y que en muchos casos le producirá una crisis de fe en sí mismo y en los valores que representa. Y todo eso cae encima de un chico de barrio normal, sistemáticamente golpeado por la vida desde que nació, no cae encima de un adinerado y caprichoso niño de papá como Stark o de un no menos caprichoso y poderoso semidiós como Thor. Y cuando lo pierda todo, no caerá en el alcoholismo como Stark ni en las rabietas del Dios del Trueno que le llevan a ser exiliado del reino de Asgard, sino que simplemente intentará seguir fiel a sus principios. Es por eso que el Capi es un personaje esencial del Universo Marvel, al margen de lo patriotero, y todo eso está bien reflejado en la película para beneficio de la variante del Universo Marvel que se está construyendo para el cine.
Miguel Juan Payán
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