Eduard Cortés da voz a las personas que sufren en sus carnes los salvajes desahucios. El responsable de The Pelayos monta un agrio musical, en el que las canciones están entonadas por un conjunto de seres abandonados a su suerte más esquiva.
El espíritu combativo de Ken Loach ha prendido en la mente de algunos cineastas compatriotas de Buñuel; y, con ese fulgor en defensa de los menos favorecidos por el capital, han elevado su talento para otorgar el debido protagonismo a los individuos invisibles y ausentes de los debates nacionales, olvidados en las eufóricas cifras de recuperación económica que corean los políticos de turno. Icíar Bollaín es quizás una de las herederas más destacadas en España del legado contestatario del maestro británico, nombre al que Eduard Cortés suma su apoyo, con el fin de ilustrar los sufrimientos de las verdaderas víctimas de la denominada burbuja inmobiliaria.
Aunque la estructura del musical por la que opta Cortés sea un poco artificial, el mensaje de Cerca de tu casa supera a cualquier posible carencia meramente artística, para calar hondo en el terreno de la responsabilidad de todos y cada uno de los habitantes de la Piel de Toro.
En este sentido, el director catalán construye su ingeniosa propuesta sobre tres demoledores pilares argumentales de denuncia: el económico (identificado con las entidades bancarias), el institucional (personificado por las fuerzas de los antidisturbios) y el humano (centrado en la indiferencia de muchos vecinos, que echan la culpa a los arruinados de su propia pobreza).
Una planta escénica donde el núcleo lo ocupa una pareja joven con una niña, los cuales tienen que irse a vivir con los padres de ella, por culpa del salvaje desahucio de su vivienda original. El matrimonio intenta sobrellevar la situación, pero la imposibilidad por salir del hoyo -y encontrar un mínimo aporte salarial para su sustento- los sepulta en un callejón sin salida aparente.
Ante semejante panorama de angustia colectiva, los protagonistas narran sus desgracias con la ayuda de un repertorio musical diseñado por la tristeza medioambiental, que cala la piel de la totalidad del cuadro interpretativo.
El barcelonés Iván Massagué y la cantante Silvia Peréz Cruz son los encargados de caracterizar a la agobiada pareja, un trabajo que efectúan con inventiva y emoción, siempre sumidos en el vacío pecuniario que soportan sus personajes. Una labor que recibe el excelente acompañamiento de Manuel Morón, Adriana Ozores, Lluís Homar y Oriol Vila, entre otros.
Cortés demuestra, con el competente esfuerzo del elenco artístico, una gran capacidad para concretar el efecto dominó de un acto tan dramático como el desahucio de una familia; acto que desliza sus tentáculos hacia a un policía que integra el cuerpo de antidisturbios, a un banquero joven que se encarga de ejecutar las consecuencias del impago de la correspondiente hipoteca y al taller donde el progenitor de la protagonista gana un mísero salario.
Con ellos, el cineasta concibe un decorado realista y apasionado, en el que los actores deambulan con la incertidumbre de los futuros inexistentes. Precisamente, en uno de los números musicales, Silvia Pérez Cruz alude a que es indecente que haya gente sin casa y casas sin gente. Leitmotiv más que comprensible, documentado con la avalancha de desahucios generados en España durante la última década.
A través de semejantes resortes, Cortés recuerda con su película que alguien privado de un techo bajo el que guarecerse es una vulneración de los mínimos exigidos para la supervivencia, algo que no debería consentir un estado de derecho.
Jesús Martín
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