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lunes, abril 29, 2024
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¿Cómo sabes si…? **

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“Se busca guionista para comedia”. Ésta oferta de trabajo debería de figurar entre todas las propuestas laborales de los grandes estudios de Hollywood. Resulta evidente la crisis de ideas que sufre la industria cinematográfica más potente del mundo, pero es en la comedia en donde más se ceba. El mismo género que a base de carcajadas desencajó las mandíbulas de los espectadores en la edad de oro del cine, desde Chaplin, Buster Keaton y Harold Lloyd hasta Woody Allen pasando por Lubistch, Wilder y tantos otros, está ahora bajo mínimos. Podrían contarse con los dedos de una mano las comedias estimables de cada año, las que nos hacen reír, o, al menos, sonreír. Siempre se dice que semejantes efectos son difíciles de conseguir en el cine, que es mucho más fácil hacer llorar que reír, pero nunca esta afirmación ha estado tan vigente.

En la última década, más allá de la pertinente película anual de Woody Allen, sólo apariciones muy concretas de Ben Stiller conseguían ese propósito. Irrumpieron con tino los Farrelly, responsables de momentos inolvidables en Algo pasa con Mary o Amor ciego, pero se han evaporado. Apareció el clan Apatow, con los Seth Rogen , Jonah Hill o Paul Rudd, refundadores de una comedia gamberra que ya había aparecido en los 80. Y continuaron todas esas …movies, cuyo máximo exponente, el gran Leslie Nielsen, nos ha dejado recientemente.

El panorama es, por tanto, desolador, hasta el punto de que géneros más susceptibles de refugiarse en la mediocridad, como el terror, han terminado por imponerse a la comedia.

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Y resulta que de repente tenemos en la cartelera una nueva comedia con dos nombres que nos llaman la atención y hacen que vuelva la esperanza. El director James L. Brooks, y Jack Nicholson, fueron los máximos responsables de una de las mejores comedias de las últimas dos décadas. Mejor…imposible se convirtió en una inesperada oportunidad para disfrutar del talento hecho comedia, con un guión extraordinario (obra del propio Brooks), una dirección solvente y unas interpretaciones sublimes, con Óscars para Nicholson y Helen Hunt, y nominación como actor de reparto para Greg Kinnear.

Pero lo mejor de aquella estupenda comedia era precisamente lo que no encontramos en la nueva apuesta de Brooks como director, también con Nicholson como actor. Si aquélla desprendía un aura de estimable comedia añeja, de elegancia y delicioso talento más frecuentes en las décadas de los 40 y 50, ¿Cómo sabes si…? carece de todo eso, para convertirse en un olvidable intento por ofrecer un tratado sobre cómo detectar medias naranjas, una excusa para que una chica de inesperado desarraigo vital (derivado de la llegada de su despedida como deportista profesional) busque al hombre de su vida, puesto al que optan otro atleta, éste de carrera aún perdurable, y el hijo del dueño de una importante empresa, ahora investigado por supuesto fraude fiscal. No sería una mala premisa inicial, a lo que se uniría un reparto sumamente atractivo, pero el desarrollo de la historia, y lo recurrente que es la misma, hacen que la película se pierda.

James L. Brooks intenta, sin duda, volver al éxito de Mejor…imposible. Se nota la apuesta por un humor trabajado, fruto de una historia que trata de ser interesante y de unos personajes que han sido trabajados, asumiendo el talento de alguno de los intérpretes contratados. Pero fracasa porque esa historia no llega, no atrapa, hasta el punto de que la película carece de una sola escena perdurable, de esas que recuerdas siempre y que justifican un segundo visionado. La esperas todo el metraje, suponiendo que los responsables de la película que estás viendo tienen al menos el talento suficiente para regarte una, dos, tres escenas…pero éstas no llegan. Conocemos al personaje de Reese Witherspoon, auténtico motor de la historia, conocemos a los pretendientes Paul Rudd y Owen Wilson, y al padre del primero, un Jack Nicholson que parece perdido en lo que es una aburrida batalla de dos jóvenes por conquistar a la chica, como si la guerra no fuese con él. Uno mira al pasado, y recuerda a aquel Melvin de Mejor…imposible, y se desespera por no poder disfrutar una vez más de su cinismo, de sus manías, de sus cubiertos de plástico o de sus saltitos entre las líneas de los suelos…

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Todos están bien, aunque Nicholson no está. Witherspoon es quien mejor aprovecha su papel, sin duda el más generoso y agradecido de todos los que Brooks ha escrito. Wilson y Rudd no hacen otra cosa que repetir los perfiles que más han mostrado en otras comedias. Pero por no tener, la película no tiene ni secundarios importantes, esos que con puntuales aportaciones provocan sonrisas en el patio de butacas. Aquí viene quizás lo peor de la cinta, ya que los intentos del director-guionista por arrancar carcajadas, en especial con esa embarazada ayudante del personaje de Paul Rudd, se quedan en nada. Y no hay nada peor que un gag que no funciona…

Lo mejor, sin duda, es que el ritmo narrativo permite aguantar hasta el final, lo que hace que la película se digiera mejor que esa típica comedia escatológica y gamberra que tanto abunda en la actualidad, casi siempre fruto de las producciones de Judd Apatow. Puede que sea por la esperanza que apuntaba antes, de que la película arranque definitivamente, o, al menos, de que llegue ese momento hilarante que con ansia esperamos. No llega, pero cuando ha terminado la proyección tampoco hemos mirado mucho el reloj. Ni rastro de aquel Melvin al que puso rostro el gran Jack Nicholson. No nos hemos reído y apenas hemos sonreído, y eso que detrás estaba James L. Brooks. Seguiremos esperando…

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Santiago Vázquez Gómez.

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