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jueves, abril 25, 2024
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Criadas y señoras ★★★

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Crítica de la película Criadas y señoras

Criadas y señoras tiene todos los ingredientes para ser una de las candidatas a los Oscar de este año. La pregunta ¿Qué se siente al criar a un niño blanco cuando al tuyo tiene que criarlo otra persona? es suficientemente expresiva de todo lo que posteriormente se nos va a ir desvelando a lo largo de la trama como para mantenernos atentos a este dibujo de una parte de la sociedad norteamericana en un momento del siglo pasado que a ratos recuerda la serie británica Arriba y abajo. El tema del Plan de Saneamiento que suelta la líder de la reunión de señoras blancas mientras juegan a las cartas, combinado con su posterior campaña de beneficiencia en Navidad “para los niños africanos y hambrientos” es toda una declaración de principios sociales, sí señor. Acuérdense de los filántropos/as en Plácido de Berlanga, aunque aquí hay menos humor negro y sólo algún que otro guiño cómico.

Vitriolo elegante es lo que vierte esta producción que gira en torno al racismo y las clases sociales. Una inteligente película que sabe poner sobre la pantalla con una puesta en escena muy sencilla, práctica, sólida, y por ello más contundente, una visión de la relación entre criadas y señoras. La frase “Nunca había tenido en mi casa a una persona blanca” que pronuncia Aibileen, una de las dos protagonistas, interpretada por Viola Davis, es un buen resumen de la hábil manera en la que la película aborda el tema de la segregación racial y la consiguiente miseria social: “separados, pero iguales”, como dice en uno de sus alardes de hipocresía social la villana de la película. HIlly, gran trabajo de Bryce Dallas Howard.

Sin entregarse excesivamente a lo panfletario (aunque tiene sus momentos en la frontera del melodrama, especialmente en sus últimos diez minutos), la película fija nuestra mirada en su asunto central uniéndose a la colección de títulos destacados que trataron el conflicto racial anteriormente, En el calor de la noche, Adivina quién viene a cenar esta noche, Lejos del cielo, Arde Mississippi, Historia de un soldado, Hombres de honor… , y mucho antes que todas ellas un clásico dirigido por Douglas Sirk que convendría volver a ver: Imitación a la vida. Pero todas ellas eran fruto de una industria blanca intentando dar cabida en su repertorio de argumentos y personajes a la negritud socialmente emergente de una sociedad que empujaba hacia el inevitable final de la segregación racial. Sin embargo, en Criadas y señoras, y a pesar de la maniobra de aparente distracción que impone el co-protagonismo del personaje de Emma Stone, la verdadera protagonista es la narradora, una mujer negra, y eso queda aún más claro cuando el relato alcanza su parte más inquietante y amarga, astutamente introducida tras el apunte cómico de las tazas de retrete. En la noche en que se producen los disparos, Minny, el descarado y entrañable complemento cómico de la protagonista interpretado por Octavia Spenser deja más clara esa cuestión cuando dice: “Vivimos en el infierno, atrapadas. Nuestros hijos atrapados”. Lo dicho: sospecho que no sería nada raro ver a Viola Davis nominada al Oscar de este año como mejor actriz principal y a Octavia Spenser como mejor actriz de reparto, ya que esta es película propicia a recoger ese tipo de reconocimiento en forma de galardones y encaja bien en el tipo de material que suele estar en las listas de los premios de la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas de Hollywood.

En cuanto a las protagonistas blancas, puede parecer que ante el personaje de Abileen, que ejerce como narradora poniendo voz en off a la película, el de la joven aspirante blanca a periodista encarnada por Emma Stone es menos interesante simplemente porque a Stone le ha tocado encarnar un personaje que resulta más tópico comparándolo con el de la criada a la que da vida Viola Davis, pero lo cierto es que no es así. Nos damos cuenta de ello en el momento en que se introduce en la historia esa cita para buscarle novio aparentemente frena la parte interesante del relato, que es la criadas y las señoras propiamente dichas. Sin embargo, ese fragmento, como todos los que aluden al personaje de Stone en solitario, tienen una función en el relato, que de ese modo une el tema de la segregación racial y el conflicto de clases la situación de sometimiento en la que se encuentra la mujer blanca de esa misma época. Queda así expresado que todas las obras “filántropicas” y las preocupaciones sanitarias de las féminas blancas no son sino una manera de intentar escapar a la idea de que en el fondo están tan sometidas como sus criadas negras. Eso queda no obstante mejor expresado en el personaje de Celia Foote interpretado por Jessica Stein, con esa escena sencilla pero al mismo tiempo terrible en el jardín de su mansión (en la que se nos muestra la mayor parte del tiempo aislada como náufraga exiliada de la comunidad).

Miguel Juan Payán

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Miguel Juan Payán
Profesor de Historia del cine, Géneros cinematográficos y Literatura dramática

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