Crítica Anselm documental dirigido por Wim Wenders
Imaginativo retrato introspectivo elaborado por Win Wenders, sobre el polémico y sorprendente arte del pintor y escultor alemán Anselm Kiefer.
De qué va Anselm
Anselm Kiefer desvela sus emociones y sentimientos a lo largo del tiempo, en este sorprendente documental del cineasta germano Wim Wenders. La película no sigue estrictamente una exposición cronológica de la vida de Kiefer, sino que evoluciona a través de continuos saltos en el tiempo. Un recorrido donde el propio protagonista se transforma en un actor silente en cuanto a la acción real, mientras su voz en off ilustra cada uno de los planos que describen sus obsesiones plásticas e intelectuales.
Crítica de Anselm
El título original de Anselm: Das Rauschen der Zeit (El sonido del tiempo) deja claras las intenciones de Wim Wenders a la hora de planificar esta biografía, compuesta mediante un hipnótico rompecabezas de secuencias ralentizadas narrativamente, como si la reflexión fuera la paleta en la que se sustenta la planificación de la película.
Cada uno de los bloques en los que Wenders divide las áreas de influencia de Kiefer revela la existencia de un hombre marcado por la época en la que creció (la correspondiente a la posguerra en Alemania). Eso determina el carácter creativo del teutón, hasta el punto de convertirse en una especie de epicentro argumental.
La complicada relación de Anselm Kiefer con el pasado de su nación y con el de algunos de sus parientes más próximos se ve reflejada en el documental mediante las continuas referencias a los poemas de Paul Celan (superviviente del Holocausto perpetrado por los nazis); lo que da como resultado una visión extraña y controvertida inspirada por los versos del citado rapsoda, con los que el pintor y escultor configuró parte de su impactante y revolucionario universo plástico e ideológico.
Wenders recorre con profundidad las teorías de Kiefer sobre el Nazismo y el Tercer Reich, sin obviar las continuas acusaciones que el artista recibió por su peculiar recuerdo de los años de Hitler, y por la manera con que este escenificaba la infernal iconografía de la Gestapo. En este apartado, el responsable de Perfect Days hace hincapié en los trabajos de AK en los que aparecía fotografiado con el uniforme de la temida policía política del Reich, haciendo incluso el saludo nazi. Unos actos que el pintor concibió supuestamente para impedir el olvido silente respecto a la vergüenza que suponía para la mayoría de sus compatriotas enfrentarse a las atrocidades perpetradas por Adolf Hitler y su pléyade de admiradores.
Junto a esta parte más polémica y laberíntica del relato, la película también capta el elemento de eternidad absoluta que transmiten las piezas de belleza inmanente diseñadas por Kiefer, como las dedicadas a la mitología femenina; obras en las que reconocidas mujeres de importancia histórica y legendaria comparecen en profundo éxtasis e inmovilidad militante, marcando el paso vital con la inestimable compañía de naturalezas palpitantes de energía.
Las imágenes en 3D de perfección voluntariamente decadente y retadora captadas por las cámaras de Wenders ilustran al espectador sobre el componente onírico imprescindible en la trayectoria de Anselm Kiefer durante su etapa más adulta. Un curso de diálogos introspectivos, que el guion desborda frente a las paredes y los lienzos en los que el artista centroeuropeo esgrime su perspectiva del mundo, y de la transformación de la sociedad.
Tanto de niño, como de adolescente y de anciano, Kiefer se presenta en la pantalla como un ser motivado por su necesidad de comprender la psique de su nación; algo que Wim Wenders narra con la precisión de un experto en emociones, siempre apoyado en una banda sonora de palabras, de ecos cantados y de recuerdos nostálgicos.
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Los documentales que intentan construir una figura relevante del arte a través de la mezcla entre sus pensamientos y sus obras.
Jesús Martín
Crítica Anselm
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