Crítica Blitz película dirigida por Steve McQueen con Saoirse Ronan, Elliott Heffernan, Harris Dickinson, Benjamin Clémentine
El melodrama devora al drama en este viaje de búsqueda de identidad entre las ruinas.
La última película de Steve McQueen puede no estar a la altura de sus mejores logros, pero en todo caso sigue destacándose con ventaja sobre la mayor parte de las propuestas que nos llegan en este momento a la cartelera en el territorio del cine más comercial.
Desequilibrio de interés en los dos viajes
La película no oculta su intención de moverse en el territorio de las corrientes de una visión melodramática del doble viaje de sus protagonistas, el viaje de la madre y el viaje del hijo, siendo más interesante el segundo, que recoge y refleja sin pudor y con eficacia la herencia de las obras de Charles Dickens y su novela Oliver Twist.
Ocurre que se produce cierto desequilibrio entre esos dos viajes en paralelo, y si el del hijo es interesante, el de la madre se queda más atrás, no aporta nada realmente original, cayendo en lo previsible, y sin llegar a desarrollar todo ese potencial del dolor de la pérdida y la ausencia del hijo vivido por los padres que decidieron entregar a sus hijos en manos extrañas para protegerlos de los bombardeos alemanes de Londres en la Segunda Guerra Mundial.
La realidad es que mucho se insinúa y realmente poco se desarrolla o resuelve en el viaje de la madre, por ejemplo, esa extraña relación con el vecino Jack que ejerce como miembro de los agentes que patrullan entre las ruinas, o el racismo y la crítica de la sociedad en torno a sus relaciones con un hombre negro que la convierten a los ojos de algunos de sus vecinos en, cito textualmente el guion: “mercancía dañada”. Tampoco va más allá esa insinuación de su talento como cantante, quedando solo como adorno de otro aspecto del viaje no desarrollado. Y en sus flashbacks cae en el tópico con demasiada facilidad. Todo lo anterior hace que el viaje de la madre, a pesar del buen trabajo de Saoirse Ronan, quede indefinido y algo desdibujado, trocándose en un lastre que arrastra la parte más interesante de la película que es el viaje del hijo.
Sin entrar a criticar las aristas de obviedad simplista de algunos momentos, como el discurso de crítica y aliento del personaje del guardia Ife frente al racismo reinante en los estratos más profundos de la sociedad de los supervivientes, el viaje del hijo está mucho mejor armado y desarrollado que el de la madre. Lo respaldan personajes de acompañamiento más interesantes, lo cual propicia su naturaleza más y mejor desarrollada de relato de itinerario y autodescubrimiento del niño que inicialmente no se reconoce a sí mismo, pero va a encontrarse entre las ruinas de un imperio británico que sigue gloriándose sin pudor en su pasado colonialista y esclavista -el paseo por la galería comercial y el escaparate del azúcar- cuando el cambio histórico hacia su decadencia llama a su puerta a bombazo limpio.
El momento que da pie a que el niño descubra su verdadera identidad puede ser demasiado simple, melodramático y obvio, pero al menos tiene la vida y el interés que no encontramos en los paseos de la madre por la trama.
Lo mejor
No obstante, junto con esos dos viajes lo que mejor hace Steve McQueen en esta película es mostrarnos la realidad cotidiana del Londres bombardeado, en los refugios, en esas calles donde la muerte y la decadencia se dan cita incluso cuando las bombas han dejado de caer, en los túneles del metro, y en ese paseo al otro lado de los cuales que sirve un sueño premonitorio en torno a la muerte que constantemente rodea a los personajes de la historia.
Blitz tiene da lo mejor de sí misma en ese viaje por una sociedad en descomposición en un imperio que está dejando de serlo y por otra parte, como todos lo imperios, nunca fue tan grande, poderoso e intocable como pretendía.
Miguel Juan Payán
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